Vaticinaron que sería el evento social que revolucionaría Sevilla… y no se equivocaron. El casamiento de Cayetano Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart (62 años) y Barbara Mirjan (29) –que se realizó el sábado 4 de octubre y que incluyó un programa que comenzó con una emotiva ceremonia religiosa en la ciudad y continuó con una fiesta a media hora de Sevilla– convocó a un gran número de invitados selectos de la sociedad española –desde miembros de la Casa de Alba [una casa nobiliaria que se remonta al siglo XIV] hasta el hijo de Ira von Fürstenberg, Hubertus von Hohenlohe, pasando por figuras más populares, como el cantante Bertín Osborne–, que viajaron desde diferentes puntos de España para acompañar a los novios en una jornada que fue muy especial mirara por donde se la mirara.
En primer lugar, porque, desde ya, se trataba del esperado broche de oro para una historia de amor que había empezado nueve años atrás. En segundo lugar, porque los novios eligieron casarse en la iglesia del Cristo de los Gitanos, un templo que está profundamente ligado a la madre del novio, la queridísima duquesa de Alba Cayetana Fitz-James Stuart, gran benefactora del templo y de Sevilla [la aristócrata con más títulos del mundo murió el 20 de noviembre de 2014].
En tercer lugar, porque si bien hubo algunos faltazos, la boda resultó un momento de encuentro familiar: Cayetano no sólo invitó a su boda a todos sus hermanos, con quienes ha habido bastantes roces, también convocó a Alfonso Díez, que fue el último marido de su madre y, por lo tanto, padrastro del novio.
EL SÍ QUIERO
El barrio de Macarena, en el casco antiguo de Sevilla, estaba abarrotado de gente cuando cerca de las dos de la tarde del sábado llegó Bárbara Mirjan, la novia, a la iglesia del Cristo de los Gitanos. “Enhorabuena”, le gritaban, felices, los sevillanos mientras La Duquesita, un carruaje de paseo tirado por caballos avanzaba por la calle Verónica.
Bárbara, con una impactante creación de Navascués, iba acompañada por su padre y padrino de la boda, Javier Mirjan Ajbaa, un prominente empresario libanés conocido como “Bachar”.
En la iglesia, la esperaba ansioso Cayetano. El IV duque de Arjona y XIII conde de Salvatierra –títulos heredados de su madre– estaba con el uniforme de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, una de las instituciones más antiguas de la capital hispalense- Entre los Alba, es tradición contraer matrimonio con este traje ceremonial.
Después de la ceremonia religiosa, que estuvo a cargo del sacerdote Ignacio Jiménez Sánchez-Dalp [el mismo ofició el casamiento de la duquesa de Alba con Alfonso Díez, en 2011, y la boda de Fernando Fitz-James Stuart con Sofía Palazuelo, en 2018] y en la cual se cantó el himno de España, Bárbara, ya convertida en la mujer del aristócrata, dejó su ramo de novia en el sepulcro donde están las cenizas de la madre de su marido, la duquesa de Alba.
UNA FIESTA SOÑADA
Luego de la ceremonia, los invitados –en un principio, trascendió que Cayetano y Bárbara soñaban con una celebración íntima, pero, al final, sumaron trescientos– se trasladaron a Las Arroyuelas, una finca espectacular ubicada en Carmona, a media hora de Sevilla.
En esta propiedad, que tiene 1480 hectáreas [es la mayor construcción de la Casa de Alba en Andalucía y está dedicada a la producción agrícola y ganadera], Cayetano vive desde la pandemia; y desde junio de este año, Bárbara se mudó con él, tras renunciar a su trabajo como organizadora de eventos en un diario. Y allí tuvo lugar una fiesta que dio que hablar. Según contó más tarde el mismísimo Alfonso Díez, quien a pesar de la muerte de Cayetana mantuvo el vínculo con la familia Alba, todo estuvo estupendo: “Se comió fenomenal. Todo lo que yo les diga es poco”