El hombre del rifle: un pistolero viudo y parábolas bíblicas para una serie que asomó a un nuevo modelo de masculinidad

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Un Winchester único y anacrónico. Un pistolero de tintes pacifistas, viudo y ocupado en educar a su hijo en los valores de la justicia social. Una familia atípica, que eligió prescindir de la figura materna como motor de la compasión y la empatía, algo nunca visto en la TV de la época. Un western diferente, áspero y realista, que no le escapaba a la acción pero privilegiaba el diálogo entre los que pensaban distinto. Tomando como punto de partida los ejemplos de las parábolas bíblicas, El hombre del rifle militó el potencial transformador del perdón y el arrepentimiento.

El hombre del rifle, una serie que ganó popularidad en todo el mundo

En la piel del protagonista, Chuck Connors brindó redención a pecadores, arrogantes, racistas, usureros, esclavistas, ex-convictos y violentos, y ninguno desaprovechó la segunda oportunidad que le ofreció ese pueblito perdido de Nuevo México. Una sociedad que en 1881, contagiada por los vínculos saludables de los McCain, promovió el empoderamiento femenino, el buen trato a niños, ancianos y discapacitados, y eliminó los prejuicios hacia indios, mexicanos, orientales y una familia de gauchos argentinos que buscaba su lugar en esa agreste geografía. Una serie que, entre 1958 y 1963, rompió el molde conservador del lejano oeste, conquistó las teleaudiencias del mundo entero y no pudo mantener el nivel cualitativo que había impuesto. Un clásico que Kenny Rogers ayudó a resucitar en los ‘90, aunque por poco tiempo.

Tres para triunfar

Precisa y didáctica en cada aspecto técnico de la maquinaria, profundamente empática en la exposición de las relaciones humanas. Cumpliendo a rajatabla estos dos mandatos, los veinteañeros Jules Victor Levy, Arthur Gardner y Arnold Laven habían producido y realizado una serie de películas de entrenamiento para los soldados de los Estados Unidos, capacitándolos antes de entrar en combate en la Segunda Guerra Mundial. Tan bueno fue su trabajo que en 1945 el propio Ronald Reagan, estrella de cine devenida capitán del Ejército a cargo de la Primera Unidad Cinematográfica de las Fuerzas Armadas norteamericanas, generó los contactos necesarios para que los tres iniciaran sus carreras hollywoodenses como supervisores de guiones, directores de diálogos y agentes de prensa para los grandes estudios del momento.

Nos hicimos de abajo y esa fue la mejor escuela que pudimos haber tenido -afirmó Laven en 2009, poco antes de morir-. En 1951, cuando decidimos independizarnos, ya sabíamos cómo movernos en la industria”. El debut profesional de Levy-Gardner-Laven Productions se dio un año más tarde con Without Warning, un film policial de bajo presupuesto que logró superar las modestas expectativas. Con Laven ocupando el sillón de director, la empresa estrenó dos nuevos largometrajes entre 1954 y 1957: una antología basada en casos reales del FBI y otra de terror fantacientífico con moluscos prehistóricos gigantes invadiendo la superficie de California. Relativos sucesos de crítica y público, las películas pusieron a la productora en la mira de la cadena televisiva ABC, que estaba buscando un éxito para la temporada de 1958, siempre que se pudiera resolver rápido y con poca plata.

Por ese entonces, la TV norteamericana estaba atravesando la era de oro de los westerns, así que el pedido estuvo circunscripto a ese género clásico. “Había tantos y tan buenos en la pantalla, que si queríamos instalarnos tendríamos que encontrar un diferencial tan fuerte que nos hiciera reconocibles de inmediato”, contó Levy. Y el milagro se verificó en la forma de un guion rechazado por La ley del revólver, serie de CBS que lideraba los ratings semanales. Firmado por Sam Peckinpah, The Sharpshooter tenía todos los condimentos que terminarían transformando al guionista y director en el gran renovador del western cinematográfico: tratamiento duro y realista de la violencia, agudo estudio psicológico de los personajes, y una mirada moral que borraba las claras fronteras entre el bien y el mal.

Para Laven, “lo mejor del guion de Sam era el haber transformado al solitario pistolero de turno en un padre viudo, preocupado por las enseñanzas éticas que debía transmitirle a su hijo con respecto a la justicia social y la responsabilidad personal. Sin miedo a la hora de desenfundar el revólver, pero priorizando siempre la palabra por sobre el plomo. Nunca se había hecho algo así”. Definido el fondo de la cuestión, sólo quedaba encontrar un elemento formal que sirviera para identificar rápidamente al programa. “Y en una especie de epifanía -según Laven-, se me ocurrió cambiar el clásico revólver por un rifle”.

La ley del Winchester

El arma que le permitió a los Estados Unidos conquistar el Oeste. Así se conoce popularmente al Winchester, un fusil de repetición que se terminó instalando en el inconsciente colectivo gracias a su uso en los westerns de John Wayne. Después de un largo casting de fusiles, la producción se decidió por un Winchester modelo 1892 por considerarlo “más ligero, manuable y fotogénico que el resto”, de acuerdo con las declaraciones de Levy. “Pero, por las dudas, nos aseguramos de que el nuestro fuera único en su género”, sumó.

En la ficción, quedó establecido que ese rifle protagónico había sido modificado a mano por su dueño, haciendo de él una pieza única en todo el oeste. “Al cambiar el mecanismo de la palanca, amartillaba el rifle haciéndolo girar alrededor de su mano. Como resultado, podía vaciar el cargador en menos de cinco segundos -sostuvo Laven-. Sólo nos faltaba encontrar a alguien capaz de manipularlo de manera creíble.”

Quien lo logró con creces fue Chuck Connors, habilidoso con las manos por su pasado atlético como jugador profesional de béisbol y básquet, y seguro en el manejo de armas por su experiencia laboral como guardia de seguridad en un banco. “Sin dudas, fue el mejor de los cuarenta actores que audicionaron para el papel -reveló Laven-. Por lo que hacía con el rifle, pero también por lo que hacía sin el rifle”. Principalmente, por la química que mostró al lado de Johnny Crawford, un menudo chico de 12 años con un currículum de 50 papeles secundarios en varias de las series más exitosas del momento, incluyendo su paso como Mousequetero en El club de Mickey Mouse original. “Nunca sentí que fuéramos actores interpretando dos papeles -se sinceró Crawford en 2010-. Siempre funcionamos como familia”.

Una familia atípica para la televisión familiar de fines de los ‘50. Una familia monoparental donde la figura materna estaba ausente, y el padre se mostraba viril, proveedor y decidido, mientras mantenía un vínculo emocional muy fuerte con su hijo, basado en el cariño, la comprensión, el apoyo, el diálogo, el respeto y la atención permanente. “Sólo volvimos a la fórmula de nuestras películas de entrenamiento -aseguró Laven-. El resto fue todo mérito de Peckinpah, que plasmó un héroe de acción en las antípodas de la arrogancia y la agresión. Un hombre que buscaba, siempre, solucionar los problemas de manera justa y no violenta. Porque sabía que lo más importante era educar a su hijo con el ejemplo. En síntesis, un padre modelo”.

¡Grande, Pa!

Agosto de 1881. Lucas McCain (Chuck Connors), veterano teniente de las fuerzas antiesclavistas durante la Guerra de Secesión estadounidense, decide abandonar Oklahoma tras la muerte de su esposa. Junto con su pequeño hijo Mark (Johnny Crawford), se mudan al ficticio pueblo de North Fork, en Nuevo México, donde se establecen en un módico rancho con la idea de retomar su simple vida de granjeros. “Como el eje estaba puesto en la relación padre-hijo, los obstáculos por superar serían morales antes que físicos -anotó Laven-. Lo que más nos interesaba explorar era la contradicción entre las virtudes y los defectos humanos. Básicamente, el apego a la ley versus la vulneración de derechos; y el espíritu colectivo versus el individualismo acérrimo”.

Lucas McCain (Chuck Connors) junto a su pequeño hijo, Mark (Johnny Crawford)

Tomando como inspiración el formato narrativo de las parábolas bíblicas, Laven y Peckinpah hicieron de la compasión, la redención y la tolerancia los temas principales de la serie. Gracias a la mediación de Lucas McCain, el ex alcohólico Micah Torrance (Paul Fix) se convertirá en el alguacil modelo del pueblo; varios tahúres y ex convictos encontrarán trabajo formal; los blancos supremacistas entenderán lo equivocado de su ideología racista; un ex soldado confederado condenará el antiguo sistema de esclavitud que defendió con las armas; el banquero del pueblo retirará las condiciones usurarias de los préstamos; los hogares erradicarán cualquier signo de violencia familiar y pasarán a promover los derechos de las mujeres, los niños, los ancianos y los discapacitados; y el pueblo entero revertirá sus injustificados prejuicios hacia los indios, los mexicanos, los chinos, los japoneses y una familia de gauchos argentinos que buscaba escapar de su trágico destino. “La idea de la segunda oportunidad es la que terminará hermanando a los protagonistas -sentenció Peckinpah-. Y si la espiritualidad no alcanza, siempre nos queda el rifle”.

Donde no habrá segunda oportunidad para Lucas McCain es en el amor de pareja. A pesar de las oportunidades, su corazón permanecerá encadenado al recuerdo de su fallecida esposa Margaret (interpretada en flashbacks por Marian Hall Seldes). Durante el transcurso de la serie, tres mujeres intentarán acercársele, sin ninguna posibilidad de éxito. La primera fue Hattie Denton (Hope Summers), seguida por Miss Milly (Joan Taylor) y Lou Mallory (Patricia Blair), todas ellas alternándose como respectivas propietarias del almacén de ramos generales del pueblo. “El público femenino nunca nos hubiera perdonado que Lucas rehiciera su vida sentimental -declaró Chuck Connors-. Representaba el modelo paterno al que todas anhelaban. No podía ser hombre, esposo o novio, tenía que ser padre. Y siempre fue, sobre todas las cosas, un buen padre”.

Serie para hombres

Con el episodio piloto terminado y gran parte de la primera temporada filmada y en proceso de edición, Laven organizó una proyección privada ante las autoridades de ABC. En un microcine de los estudios, con la presencia de los protagonistas, directores, guionistas, productores y parte del equipo técnico, The Sharpshooter fue puesto a consideración de la cadena televisiva. Cuarenta minutos después, todo eran aplausos y vítores. En medio del griterío, la utilera se mantenía callada y algo pálida. Con timidez, levantó la mano y en voz baja señaló aquello que, para ella, era un error imperdonable: la serie transcurría en 1881, pero el Winchester que usaba Lucas McCain era un modelo creado en 1892, once años después. En medio del incómodo silencio, Laven se puso de pie y contó la cantidad de personas reunidas en la habitación. “Treinta y nueve hombres y una mujer -dijo-. Y esta es una serie para hombres, así que nadie se va a dar cuenta”.

Chuck Connors y el rifle de la discordia

Dicho y hecho. Nada se publicó sobre el anacronismo cuando el piloto se testeó en la antología televisiva Dick Powell’s Zane Grey Theatre el 7 de marzo de 1958. Y nada se dijo cuando se lo volvió a emitir como capítulo debut de El hombre del rifle (The Rifleman) el 30 de septiembre de ese mismo año. El público enloqueció de inmediato y la serie se instaló en el cuarto puesto del ranking televisivo nacional. Chuck Connors saltó al estrellato y los chicos de todos los estados se paseaban por la calle haciendo girar sus rifles de plástico entre los dedos de sus manos. Se licenciaron libros, revistas, historietas, figuritas, juegos de mesa, disfraces y juguetes, con el Winchester tuneado como estrella absoluta.

ABC duplicó el presupuesto y la serie se pobló con invitados de lujo y debutantes que marcarían el futuro de la TV estadounidense: Sammy Davis Jr., John Carradine, Lon Chaney Jr., Leif Erickson y Lee Van Cleef se codearon con Dennis Hopper, Michael Landon, Robert Vaughn, Vic Morrow, Robert Culp, James Coburn, Adam West y Martin Landau, entre una larga lista de invitados.

Ni lerdos ni perezosos, Levy, Gardner y Laven apostaron por algunos personajes secundarios recurrentes y empezaron a utilizar los episodios de la serie como pilotos de nuevos programas. Primero lo intentaron con Sam Buckhart (Michael Ansara), uno de los pocos apaches graduado con honores en Harvard y que se desempeñaba como sheriff federal de los EE.UU. Después con Lariat Jones (Richard Anderson), honesto jugador y viejo amigo de Lucas McCain, que intentaba abrir su propio casino. Más tarde con Simon Battle (Phil Carey), pistolero devenido doctor. Y, por último, con el rústico montañés Jackman (Peter Whitney), cómico juez de paz. La ABC no se mostró interesada por ninguno, pero la NBC compró el proyecto del alguacil apache. Law of the Plainsman debutó en la pantalla chica el 1º de octubre de 1959 y fue un fracaso instantáneo, cancelado tras una sola temporada.

“A pesar de toda nuestra prédica en El hombre del rifle, los espectadores rechazaron el tratamiento realista que hicimos de la cuestión apache -aseguró Laven- y le dieron la espalda a una de las pocas series con protagonismo absoluto de nuestros pueblos nativos”.

Emitida entre 1958 y 1963, al abandonar sus dosis de realismo y complejidad, la serie fue perdiendo televidentes

Ajeno a tanto movimiento, Sam Peckinpah decidió alejarse de El hombre del rifle. Nunca quedó muy en claro el por qué, pero entre las especulaciones picó en punta un importante aumento salarial que le fue denegado. De todas formas, los méritos artísticos del programa le abrieron las puertas del séptimo arte, donde intervino la mitología conservadora del Lejano Oeste con su crudo y descarnado relativismo moral, patentado en los largometrajes Compañeros mortales (1961), Pistoleros al atardecer (1962) y su gran clásico, La pandilla salvaje (1969).

Con la salida de Peckinpah, El hombre del rifle resignó una parte importante de su encanto distintivo. Al abandonar sus dosis de realismo y complejidad, fue perdiendo televidentes. El goteo fue lento e inexorable. De pelear el primer puesto del rating con La ley del revólver, bajó al 13º lugar y siguió descendiendo hasta acomodarse por debajo del Top 30. Para 1962, ya era un clásico que todos recordaban haber visto pero muy pocos sintonizaban. Consciente de la situación, Chuck Connors encontró en la película Flipper su pasaporte definitivo a las grandes ligas cinematográficas. No quedaba mucho más por hacer. Tras cinco temporadas y 168 episodios, El hombre del rifle colgó su Winchester el 8 de abril de 1963.

Qué jugador

De manera recurrente, cada ciertos años la TV intentaba convencer a Connors para que volviera a tomar el rifle en series, miniseries o películas. “Las propuestas no estaban a la altura del mito -confió Connors-, por eso siempre me negué. Hasta que llegó la invitación justa, que priorizaba el vínculo padre-hijo por sobre la atracción del Winchester”. Connors hablaba de The Gambler Returns: The Luck of the Draw, miniserie televisiva de dos capítulos, emitidos por NBC el 3 y 4 de noviembre de 1991.

Cuarta entrega de la saga fílmica de El jugador, protagonizada por la estrella de la música country-pop Kenny Rogers a partir de la homónima canción que grabara en 1978, The Luck of the Draw funcionaba como sentido homenaje a las grandes series del Oeste. Junto con Connors, regresó también Johnny Crawford como Mark McCaine; y los dos compartieron andanzas con los clásicos personajes de Gene Barry (Bat Masterson), David Carradine (Kwai Chang Caine, de Kung Fu), Clint Walker (Cheyenne), Hugh O’Brian (Wyatt Earp), Jack Kelly (Bart Maverick), Brian Keith (The Westerner), Paul Brinegar (George Washington Wishbone, el cocinero de Cuero crudo) y Plata, el caballo blanco de El Llanero Solitario.

Fascinados con el resultado, Connors y Crawford aceptaron retomar a los McCain en una nueva serie que aggiornara los tópicos principales de El hombre del rifle. Pero no pudo ser, enfermo de cáncer Connors falleció el 10 de noviembre de 1992.

Fue como si hubiera muerto mi padre real -contó Crawford-. Pocos lo saben, pero la relación que habíamos construido en el set se había continuado en nuestras vidas privadas durante casi 30 años”. NBC reaccionó modificando la propuesta original, haciendo de Mark McCaine un padre viudo dedicado a educar a su hijo en un North Fork trastocado por la brecha generacional. “Dije que no, por supuesto -sentenció Crawford-. Me encantaba jugar con el Winchester, pero ese rifle tenía un sólo dueño. Y no era yo”.

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