La primera de las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov dice: “Un robot no hará daño a un ser humano, ni por inacción permitirá que un ser humano sufra daño”. La escribió en 1941 y se publicó al año siguiente en “Círculo vicioso”, cuento que salió en la revista de ciencia ficción Astounding. ¿Cómo se aplica esa ley en la actualidad? ¿La inteligencia artificial está haciendo daño? ¿Qué sugiere la gravitante pérdida de empleo y las alarmas sobre una reconversión económica? Mientras tanto, la IA es un hecho y las diferentes industrias se van adaptando a ella. Por ejemplo, el sector editorial.
El Centro Regional para el Fomento del Libro de América Latina y el Caribe de la Unesco y el Centro de Estudios y Políticas Públicas del Libro de la Universidad Nacional de San Martín acaban de publicar el informe Navegando lo incierto: Usos y percepciones de la IA generativa en el sector editorial iberoamericano. Es una encuesta realizada entre octubre y diciembre de 2024 a 2012 personas del mundo del libro. “Buscamos tomar una fotografía de los usos, experiencias y representaciones de la inteligencia artificial generativa”, sostienen en la introducción.
Contexto y familiaridad
“Mientras preparábamos este informe irrumpió Deepseek, un motor de inteligencia artificial generativa desarrollado en China, prácticamente tan bueno como el mejor modelo público de Open AI, desarrollado a mucho menor costo y con menores requerimientos”, escriben los autores del informe: Alejandro Dujovne, Valentina Cuneo y José Diego González Mendoza. “También comenzaron a hacerse públicos los llamados razonadores, con Deep Research, de Open AI, a la cabeza, capaz este último de producir informes sobre cualquier tema cuya elaboración tomaría días a cualquiera”.
A pesar de que el uso de la inteligencia artificial generativa en el sector editorial iberoamericano aún está en “una etapa incipiente” (el 50% de los encuestados usó alguna vez estas herramientas en su trabajo), la preocupación sobre los años venideros existe. Estamos hablando de un sector donde, según la muestra, el 26,1% tiene estudios universitarios de grado terminados y el 22,9% posgrado o maestría. La mayoría de las respuestas son de editores (28%) y escritores (27%). Hay, además, libreros, traductores, ilustradores, diseñadores, correctores, distribuidores y prenseros.
Otro dato interesante para entender el contexto en el cual se introdujo la IA tiene que ver con la situación laboral. Alrededor del 70% de los traductores e ilustradores trabajan de forma independiente para varias editoriales. En los diseñadores, ese porcentaje baja al 52,8%. Y en cuanto a los escritores, para el 82% no se trata de su ocupación principal ni es su principal fuente de ingresos. La familiaridad con la IA generativa es variable: un 10% está muy familiarizado, un 30% está familiarizado, un 38% está poco familiarizado y un 19% directamente no está familiarizado.
Hay entusiastas, hay reticentes
Que estamos en los albores de la IA generativa se percibe en que aún falta capacitación. El 54 % de los encuestados no han recibido ningún tipo de aprendizaje respecto de la herramienta. Y acá el punto es práctico: para muchos, contar con ese conocimiento implica alivianar las tareas, sobre todos las más mecánicas, valga el término. Por ejemplo, el 35% de quienes trabajan en distribución indicaron que les redujo la cantidad de trabajo, y entre el 32% y el 34% de quienes hacen prensa, comunicación, corrección, edición y distribución la usan de forma diaria o semanal.
La herramienta más utilizada es ChatGPT. Le sigue, lejos, Google Translate, y más lejos, Gemini y Copilot. La gran mayoría de los están dispuestos a utilizarlas: los que más, distribuidores (85%) y agentes de prensa y comunicación (80%); traductores (20%) e ilustradores (18,8%) son los más reticentes. El impacto en el trabajo creativo no tiene una percepción homogénea. Quienes traducen (56%) e ilustran (60%) manifiesta una visión crítica; quienes escriben (25%) se muestran más optimistas. Claro, son dos tareas muy distintas y el uso de la IA en esas tareas impacta de forma diferente.
Entre los principales desafíos e inconvenientes del uso de estas herramientas están el costo de las que son pagas, la falta de capacitación y de tiempo para aprender. El dato final podría ser este: “El 87% de las personas encuestadas considera urgente establecer un marco regulatorio para el uso de la IA en el ámbito editorial”. Es que, sostienen los autores del informe, “sin la curaduría, la intervención y la supervisión del criterio humano, los contenidos generados con la IA pueden operar en contra de la riqueza del discurso y del lenguaje, ya sea escrito o visual”.
Sin dudas, la preocupación existe. Se vislumbra un “posible impacto negativo en la diversidad de actores que conforman al sector”. “Esta inquietud tiene una doble implicancia: por un lado, en el plano laboral se vincula a sustitución o disminución de funciones profesionales específicas, lo que podría derivar en una menor pluralidad de voces y, por otro, el riesgo de que se profundice la concentración de la producción en pocos actores con mayor capital económico, ya que la adopción tecnológica exige poder de inversión, lo que podría dejar rezagados a actores independientes”.
Una apropiación crítica
“En este contexto, y como se observa en los resultados de la encuesta, una parte del sector, adoptando una postura pragmática, muestra interés y disposición para explorar la IA generativa como una herramienta capaz de dinamizar el sector (especialmente en roles técnicos, de diseño o gestión), mientras que otras personas —principalmente quienes realizan tareas creativas como la ilustración o la traducción— manifiestan mayor reserva y preocupación», se lee entre las conclusiones. Más allá de los matices, “los resultados de esta encuesta expresan claramente las demandas del sector”.
Y si el futuro ya inició, es decir, si estamos en un proceso en el que solo puede profundizarse, ¿cómo evitar que la inteligencia artificial rompa la primera de las Tres Leyes de la Robótica de Asimov? “Quizás uno de los grandes desafíos que enfrenta el sector editorial ante la aparición de IA es superar posturas que oscilan entre el tecnooptimismo y el pesimismo para avanzar en una apropiación crítica y reflexiva de la tecnología en el contexto regional, que reconozca potencialidades y sepa cómo afrontar los desafíos que se presentan”, dicen los investigadores en el informe.
En alguna noche del verano de 1940 en la que pudo conciliar el sueño, Alan Turing imaginó el futuro. Durante la vigilia era imposible: estaba descifrando mensajes del nazismo. Los alemanes tenían una máquina que cifraba las comunicaciones; se llamaba Enigma y funcionaba de maravilla. Para contrarrestarla, Turing creó otra máquina: Bombe. En alguna calurosa noche en que el cansancio le cerró los ojos percibió una imagen del futuro. Las máquinas eran más sofisticadas y los humanos estaban intentando la utopía de la convivencia. ¿Habrá sido un sueño o una pesadilla?