El mecanismo de los suspiros: un desahogo para el cuerpo fundamental para la vida

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Los suspiros son aire y van al aire, escribía Bécquer, pero el poeta no explicó el por qué de esos suspiros. Se estima que las personas suspiran una media de 12 veces por hora, aunque esta puede variar según el estado anímico y físico de la persona. No obstante, la mayoría de ellos ocurren involuntariamente y pasan desapercibidos.

Los suspiros suelen asociarse con emociones como el alivio o la tristeza (aunque los autores del Romanticismo prefieran relacionarlo con el amor). De hecho, la Real Academia Española de la Lengua (RAE) los define como una “aspiración fuerte y prolongada seguida de una espiración, acompañada a veces de un gemido y que suele denotar pena, ansia o deseo”.

Las razones que llevan a suspirar varían según el contexto, explican los profesionales del comité de MundoPsicólogos. En situaciones de satisfacción, como al superar un reto o al experimentar sentimientos amorosos, el suspiro suele ser ligero y relajado, reflejando bienestar, deseo o alivio. Por el contrario, tras una discusión o en medio de un conflicto, el suspiro se vuelve más pesado e intenso, manifestando tensión, angustia o agobio. Esta dualidad refuerza la percepción de que el suspiro es un canal de expresión emocional, tanto para experiencias positivas como negativas.

Los suspiros, necesarios para la vida

No obstante, el suspiro también tiene una dimensión biológica. Desde el punto de vista fisiológico, se trata de una inspiración profunda seguida de una espiración prolongada, cuya función principal es oxigenar la sangre y asegurar el correcto funcionamiento del organismo. Un estudio realizado en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) publicado en 2016 en la revista Nature respaldó la idea de que este mecanismo es fundamental para la vida y ocurre incluso durante el sueño.

El cuerpo, al igual que un ordenador que necesita pausas para seguir funcionando, utiliza el suspiro como una breve interrupción que permite restablecer el equilibrio interno, cuentan los psicólogos. Esta pausa puede ser especialmente relevante en momentos de sobrecarga emocional o mental, actuando como una señal de que es necesario atender a lo que ocurre en el interior.

Desde una perspectiva psicosomática, los suspiros pueden surgir ante conflictos emocionales no resueltos o no verbalizados. En estos casos, el cuerpo se convierte en portavoz de aquello que no se expresa de manera consciente, ofreciendo una oportunidad para detenerse y reflexionar sobre el propio estado emocional. Si una persona detecta un aumento en la frecuencia de suspiros involuntarios, esto podría indicar la presencia de estrés, ansiedad o incluso depresión.

El estrés provoca múltiples cambios en el organismo, como el aumento de la frecuencia cardíaca, sudoración excesiva y malestar digestivo. Entre estas reacciones, la respiración acelerada o la hiperventilación pueden llevar a la sensación de falta de aire y, en consecuencia, a la aparición de más suspiros involuntarios. Según los psicólogos citados por Mundo Psicólogos, suspirar en exceso puede ser un síntoma de trastornos de ansiedad o traumas no resueltos, y la falta de aire suele acompañar a los ataques de ansiedad.

Además, una frecuencia elevada de suspiros puede estar relacionada con emociones negativas como la tristeza o la desesperación, y en algunos casos, señalar la presencia de un problema depresivo. Ante la sospecha de que los suspiros frecuentes puedan estar vinculados a alguna enfermedad mental, los especialistas de Mundo Psicólogos recomiendan consultar a un profesional de la salud mental para evitar que los síntomas se agraven.

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