Ni la corrida cambiaria ni el riesgo país en el nivel más alto en un año le alcanzan al Gobierno para resolver sus diferencias internas o al menos hacer autocrítica. Difícil corregir el rumbo en esas condiciones. ¿No está lo suficientemente asustado? En realidad, da la impresión de no haber detectado todavía cuáles han sido sus errores y, por consiguiente, estar lejos no solo de cualquier revisión, sino de deslindar culpas. Y el tiempo apremia: quedan 28 días hábiles hasta las elecciones del 26 de octubre, su gran y única apuesta para recuperar la confianza del mercado.
El asunto vuelve a ser medular. Los tenedores de bonos, que ayer hicieron que el riesgo país tocara los 1516 puntos básicos, quieren saber hasta dónde el programa del Gobierno es económica y políticamente viable. Una concatenación de errores de la propia administración, zancadillas legislativas, las sospechas del caso Spagnuolo y, sobre todo, la derrota del oficialismo en la provincia de Buenos Aires convencieron a los ahorristas de huir del peso. Una vez más. En el oficialismo hay también impotencia. El miércoles, no bien la Cámara de Diputados rechazó el veto a la ley de financiamiento universitario, Martín Menem, presidente del recinto, hizo catarsis delante de opositores dialoguistas. “Miren la cagada que están haciendo”, les dijo, y agregó, señalando a los kirchneristas: “Sigan acompañándolos, que el país se va a la mierda”. Como alguien se sentía aludido y quiso saber a quiénes se refería exactamente, él hizo una leve corrección y fue más específico: “Hablo de los mendocinos”.
Los legisladores de Alfredo Cornejo habían dado la espalda. No fue el único caso de traición, pero sí el más elocuente y el que expone mejor la mala praxis oficial. Pamela Verasay, una de las que votaron en contra, es nada menos que la segunda en la lista conjunta que La Libertad Avanza acordó en esa provincia con Somos Mendoza, la fuerza del gobernador. La encabeza el ministro Luis Petri. ¿Pudo haber salido tan mal? Desde el miércoles, nadie en el Gobierno se siente responsable: los colaboradores de Santiago Caputo, por un lado, y los Menem, por otro, se atribuyen mutuamente la responsabilidad del armado de esa provincia.
Pero no fue una sorpresa. Esos votos se habían dado a conocer el lunes, dos días antes, en el Zoom desde el que el presidente de la Cámara de Diputados convocó a los gobernadores aliados y les pidió que convencieran a los legisladores de sus provincias de ausentarse, abstenerse o votar con el Gobierno. “No me podés pedir eso”, contestó Cornejo, y enumeró incumplimientos que le venía reclamando al Gobierno. “Pagan a 60 días, si pagan”, dicen en la UCR.
Justo cuando el mercado quisiera ver exactamente lo contrario: el amplio espacio conformado por oficialistas y opositores coincidiendo en cuestiones elementales de administración económica. “Hay un tercio de la Argentina que quiere que Milei no termine el mandato, pero otros dos que sí”, razonó ante LA NACION un operador bursátil que espera que parte de toda esta incertidumbre se disipe el 26 de octubre. “Yo tengo esperanzas en que la gente que no votó en la provincia de Buenos Aires respalde ahora al Gobierno”, agregó un banquero que tiene varios reproches que hacerle al equipo económico. Esta semana, el Banco Central volvió a poner el ojo sobre ejecutivos del sector financiero que venían comprando dólares a través de un atajo normativo –hacían las operaciones individuales por cuenta y orden de sus propias empresas– y por eso restringió el cepo para accionistas, directivos y parientes. “Viene una guerrilla diaria, con cepitos incluidos, para frenar la corrida”, razonó un empresario.
La peor noticia para Luis Caputo, ministro de Economía, que se negaba en privado a involucrarse en cuestiones partidarias y depende ahora de una salida política. La crisis lo excede. ¿Será el Gobierno capaz de sentarse al menos de manera simbólica con la oposición? La estrategia no es sencilla porque hay ofendidos en todos los partidos y, peor, parten a veces desde el propio oficialismo reproches públicos hacia ese vasto universo que no coincide con las ideas libertarias. “El partido del Estado”, suele definirlo en privado Santiago Caputo, y el concepto llegó al léxico del Presidente, que lo incluyó en un tuit anteayer por la mañana.
Milei dice no estar sorprendido por lo que considera una embestida deliberada contra su administración. Al contrario. Ayer, en la Bolsa de Córdoba, recordó la experiencia de De la Rúa. “Cuando le empezaron a torpedear el barco fue porque quiso hacer la reforma laboral. No sea cosa que los que están torpedeando de atrás sean los mismos. No van a poder parar el cambio”, dijo. Hacía tiempo que lo venía anticipando en la intimidad. Algunas de sus decisiones, como el desarme de las LEFI del que finalmente convenció al ministro de Economía, se tomaron sobre la base de ese supuesto. “Nos van a correr con las LEFI, con el dólar y con las leyes en el Congreso”, llegó a decirle a Luis Caputo.
El miércoles, después del veto a la ley de financiamiento universitario, lo notaron tranquilo. Ni siquiera se inmutó ante la marcha en las calles. “Están acabados”, definió, y evaluó sobre los asistentes: “No fueron más de 35.000 o 40.000 en el mejor momento de la convocatoria”. Después, en Olivos, lo oyeron decir lo que el ministro diría horas más tarde: que el BCRA no escatimaría recursos para defender el techo de la banda cambiaria y que de eso no sólo estaba al tanto Scott Bessent, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, sino que Caputo lo había hablado con el FMI.
Será difícil que, como quiere el mercado, Milei deje de ser Milei. Pero a esa impronta personal se agrega un entorno que no termina de ponerse de acuerdo en la ejecución del programa político. Anteayer, en una de las reuniones en Olivos, Sebastián Pareja, el operador más cuestionado por Santiago Caputo, le reprochó al tuitero Mariano Pérez las críticas que viene recibiendo en las redes. “Discutamos las diferencias el 27 de octubre”, propuso, y tuvo el aval de Karina Milei. Pérez escuchó en silencio. Al salir, delante de los movileros, se negó a contar qué había pasado adentro.
Lo que esas reuniones dejaron en limpio tampoco está claro. Lo primero que trascendió fue que se había decidido excluir a Eduardo “Lule” Menem de la campaña, que pasaría a ser conducida por Santiago Caputo, estratega nacional, con la coordinación política de Pilar Ramírez, muy cercana a Karina Milei. Pero del lado de los Menem dicen que el desplazamiento de Lule es solo formal porque es él quien tiene la mejor relación con los gobernadores. Y que, en todo caso, la reformulación se hará sobre cuestiones que dependen de Caputo. El eslogan: “Kirchnerismo nunca más”, por ejemplo. “No tenía una sola alusión al futuro”, reprochan ahora.
Estos desencuentros se dan delante del peor de los adversarios: el PJ unido y envalentonado. Y mientras una parte de la oposición no peronista intenta armar alianzas que excluyan al Gobierno. Martín Lousteau, por ejemplo, le envió la semana pasada un mensaje a Mauricio Macri para organizar un encuentro. Incluso las reuniones internas de la Unión Industrial Argentina tienen ahora otra atmósfera: algunos representantes de sectores que necesitan la protección fabril y se sentían postergados desde diciembre de 2023 han vuelto a alzar la voz. “En realidad, hoy proteccionistas somos todos: no sé el campo”, aclaró un integrante del comité directivo fabril. También en los sindicatos emiten señales más combativas. La UOM viene de hacer varios días de paro y marchas contra despidos de contratistas de la planta de Ternium en San Nicolás. Habrá nuevas protestas.
El Gobierno no tiene tantas herramientas a su alcance. Y la misma urgencia que el mercado: necesita un resultado electoral que lo respalde. Marcos Galperin, el empresario que más milita su afinidad con Milei, retuiteó esta semana varios mensajes contra el peronismo y sobre el “riesgo kuka”. Pero cualquier desenlace en octubre, incluida una ratificación del Presidente y en el escenario más optimista, será en todo caso el inicio de negociaciones que indefectiblemente deberán venir para la continuidad de un programa que ha vuelto a exponer su fragilidad. La falta de alternativas facilita a veces el camino.