
A sus 74 años, Isabel Preysler vuelve a ser noticia. No por un romance, ni por una exclusiva, sino por una obra que la muestra en una versión inédita de sí misma. La socialité ha publicado su autobiografía, Mi verdadera historia, un recorrido íntimo por sus recuerdos y su forma de entender el éxito profesional.
En el capítulo 15, titulado Mis trabajos, mi independencia, la filipina revela la filosofía que ha guiado su vida profesional: “Afortunadamente, he tenido unos trabajos que me han permitido ser independiente económicamente a lo largo de mi vida”. Una declaración de principios que resume su manera de estar en el mundo: elegante, calculadora y, sobre todo, consciente del valor de su imagen.
Preysler ha convertido su rostro y su apellido en una marca internacional. Desde su alianza con Porcelanosa, con la que ha protagonizado campañas junto a estrellas como George Clooney, hasta los míticos anuncios navideños de Ferrero Rocher, su figura ha sido sinónimo de sofisticación y aspiración.
“Creer en el producto” —afirma en sus memorias— ha sido su máxima profesional. Y esa credibilidad ha sido el secreto que le ha permitido mantenerse vigente durante más de cinco décadas. Su vinculación con Joyería Suárez o El Corte Inglés consolidó la imagen de la “reina de corazones”, mientras su participación en proyectos más arriesgados, como la colaboración con Multiópticas en 2024, demostró su capacidad para reinventarse.

El poder de la exclusividad
Más allá de los contratos publicitarios, su poder mediático ha estado estrechamente ligado a su relación con la revista ¡HOLA!, a la que considera parte esencial de su historia personal. Allí comenzó su faceta como entrevistadora, conversando con figuras de primer nivel, entre ellas Julio Iglesias, su primer marido, y Mario Vargas Llosa, el escritor con quien vivió su último gran amor.
Isabel no solo abrió las puertas de su casa madrileña de Puerta de Hierro para las exclusivas más codiciadas de la prensa rosa, sino que convirtió esa mansión en un símbolo de su universo. La propiedad —una villa de más de 2.000 metros cuadrados rodeada de jardines, piscina cubierta y salones conectados por ventanales de cristal— ha sido escenario de campañas, reportajes y ahora, del documental Isabel Preysler: Mi Navidad, estrenado por Disney+.

El negocio detrás del mito
Esa residencia, bautizada por la familia como Miraflores, es también el domicilio fiscal de su única empresa registrada: una sociedad creada en 2000 dedicada al desarrollo y promoción de contenidos digitales. Desde allí gestiona su marca personal y las operaciones derivadas de sus colaboraciones.
Según estimaciones de Celebrity Net Worth, la fortuna de Isabel asciende a 25 millones de euros, cifra que otras fuentes elevan hasta los 28 millones, gracias a sus contratos publicitarios y a su reciente acuerdo con la plataforma de streaming. En un año discreto, según Vanitatis, sus ingresos no bajan del millón de euros, una cifra que solo pueden alcanzar quienes dominan con maestría el arte de la imagen.

No obstante, tras su mediática ruptura con Mario Vargas Llosa, la socialité se alejó del foco. Aquella exposición, tan intensa como incómoda, la llevó a revaluar su forma de relacionarse con los medios. Desde entonces, Isabel ha optado por mostrar una versión más accesible y natural, sin renunciar a su sello de elegancia.
Su nueva colaboración con la marca deportiva Suaji apunta en esa dirección. Una campaña que busca proyectar una imagen más cercana, alejada del estereotipo de la dama de porcelana que servía bombones dorados en bandejas de plata. Isabel quiere conectar con las nuevas generaciones sin perder la sofisticación que la define.
