El Museo del Holocausto de Buenos Aires confirmó esta mañana a LA NACION que no exhibirá la pintura atribuida al maestro italiano Giuseppe Ghislandi (1655-1743), que desapareció durante la Segunda Guerra Mundial y reapareció en una vivienda de Mar del Plata.
El fiscal Carlos Martínez había sugerido, tras la audiencia imputativa de Patricia Kadgien, que la obra fuera resguardada en ese museo hasta que se resolviera su destino, pero finalmente el juez Santiago Inchausti dispuso su traslado al Palacio de Tribunales de Buenos Aires.
El cuadro —que formó parte de la prestigiosa colección del marchante judío neerlandés Jacques Goudstikker, saqueada en 1940 tras la invasión de los Países Bajos y liquidada a precios irrisorios entre jerarcas del Tercer Reich— permanecerá bajo custodia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en el cuarto piso del Palacio de Tribunales. Hasta allí fue trasladada este lunes desde Mar del Plata, en un operativo de máxima seguridad que incluyó embalaje con materiales neutros, control de temperatura y humedad y custodia permanente.
Mientras la causa sigue su curso en el juzgado federal de Mar del Plata, la Justicia ordenó peritajes en Buenos Aires para confirmar la originalidad y autoría del lienzo. La atribución a Ghislandi está en revisión: especialistas italianos de la Accademia Carrara de Bérgamo, como su directora Maria Luisa Pacelli, señalaron que la obra en cuestión figura en el catálogo de otro pintor, Giacomo Ceruti elaborado por Mina Gregori en 1982. Sin embargo, investigadores de la Agencia del Patrimonio Cultural de los Países Bajos, como Annelies Kool y Perry Schrier, habían mencionado a LA NACION que la pintura fue registrada “en un formulario de declaración justo después de la guerra, junto con una fotografía y el dato de que podría estar en manos de Friedrich Kadgien”, de modo que, si se confirma una autoría distinta, el error se remontaría a ese documento histórico.
Más allá del autor, el fiscal Carlos Martínez remarcó a LA NACION que esto no altera el fondo de la causa. “Haya sido pintada por Ghislandi o por otro artista, se trata de una obra expoliada al galerista neerlandés durante la Segunda Guerra Mundial”, y explicó que “actualmente están definiéndose los puntos de pericia sobre los que tienen que expedirse los expertos y esperando documentación de Países Bajos y de los herederos de Goudstikker en Estados Unidos”.
El informe del museo para la justicia
Desde el Museo del Holocausto confirmaron que la Justicia solo los convocó para que presentaran un informe sobre el arte robado en el nazismo, en el que explicaron que “desde el ascenso de Hitler, la cultura fue un objetivo del régimen nazi. El arte moderno es calificado como “degenerado”, y el nazismo impone la Cámara de Cultura, obligando a artistas, museos y marchantes a inscribirse para trabajar. Se prohíben autores y se cierran museos. En 1937, se realiza una exposición de 650 obras modernistas confiscadas, con el objetivo de ridiculizar ese movimiento. Paralelamente, se lanza la Casa del Arte Alemán, con ejemplares nazis de corte neoclásico y heroico. Se inicia la quema y venta internacional de arte moderno».
“Con la anexión de Austria, colecciones judías son confiscadas, como la de la familia Bloch-Bauer. Göring y otros jerarcas inician la construcción de colecciones privadas con obras expoliadas y Hitler impulsa la idea de un Museo del Führerz, nutrido con obras saqueadas. La invasión de Polonia da paso al saqueo a gran escala: el castillo de Wawel y el Museo Czartoryski son vaciados; el Retrato de un joven, de Rafael, y la Dama con armiño, de Leonardo son robados. Bibliotecas, archivos y objetos religiosos son sistemáticamente incautados. Durante la guerra, el saqueo se mueve al oeste. Francia, Bélgica y Países Bajos son despojados de colecciones privadas, sobre todo de familias judías. La organización ERR (Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg) centraliza las incautaciones en el museo Jeu de Paume en París», según consigna el informe.
Y concluye: “Durante la posguerra, se crean centros de acopio para procesar y restituir obras. Comienza la devolución parcial a museos y gobiernos, pero gran parte queda retenida o mal documentada; y surge el mercado negro de arte nazi en la Europa de posguerra. Ya en la segunda mitad del siglo XX, se desarrollan procesos de restitución; muchos museos europeos retienen obras con procedencia dudosa. Los sobrevivientes y herederos de familias judías comienzan a litigar por la devolución de sus colecciones”.
El caso del supuesto Retrato de dama comenzó a fines de agosto cuando el periodista neerlandés Peter Schouten, del diario Algemeen Dagblad (AD), detectó en un aviso inmobiliario de Mar del Plata una foto del cuadro colgado en el living de una casa perteneciente a la familia de Friedrich Kadgien, asesor financiero de Hermann Göring. Kadgien, que vivió en la Argentina hasta su muerte en 1978, habría adquirido la obra durante la guerra. La fiscalía marplatense imputó por encubrimiento agravado a su hija Patricia Kadgien y a su esposo Juan Carlos Cortegoso, quienes finalmente entregaron el cuadro el 3 de septiembre.