El niño de oro, de Penelope Fitzgerald

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La inglesa Penelope Fitzgerald (1916-2000) empezó a escribir ficción en los años sesenta, pero solo alcanzó el reconocimiento hacia el final de su vida. Fue a partir de La flor azul (1995), sobre el poeta romántico Novalis, que se redescubrió La librería (1977), libro que a partir de entonces se convirtió en un clásico demorado.

El niño de oro (1977), su primera novela, es atípica: se trata de una historia de misterio que a la vez satiriza la exhibición que a comienzos de los años setenta había hecho el British Museum de los tesoros de Tutankamón.

Hay dos piezas principales en la muestra imaginada por Fitzgerald: “el niño de oro” y “la madeja”, que pertenecen a la ficticia cultura de los garamantes, del norte de África. Circula la especie de que pueden producir alguna maldición, y ante el museo innominado se producen largas colas. Hay un arqueólogo eminente (William Simpkin, descubridor de los tesoros) y un director John Allison (que espera que Simpkin le deje un importante legado a la institución). Un ataque en medio de la noche a Smith, funcionario del museo, cuando devolvía una de las piezas a su lugar, da espacio al policial. La aparición de un profesor alemán que asegura que todo se trata de una inmensa falsificación crea un segundo núcleo detectivesco. El viaje de Smith a la URSS para consultar a otro especialista en los garamantes abre el juego a la sátira de la Guerra Fría.

Fitzgerald maneja todos esos hilos con un pulso de comedia british, que vuelve la trama disparatada, pero inevitablemente entretenida.

El niño de oro

Por Penelope Fitzgerald

Impedimenta Trad.: Miguel Temprano García

216 páginas, $ 30.400

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