En 1985, México vivió dos momentos que marcaron para siempre su historia: la consolidación del narcotráfico como un fenómeno de alcance nacional y la tragedia del terremoto del 19 de septiembre, la cual dejó más de 12 mil muertos y destruyó gran parte de la Ciudad de México.
Mientras la sociedad mexicana enfrentaba la devastación del sismo, los cárteles aprovecharon la crisis institucional para reforzar su poder económico, político y territorial, como parte de un “nuevo despegue” para actualizar sus estrategias criminales y su poderío en el país y otras regiones de Sudamérica
El ascenso de “El Chapo” y el declive de Caro Quintero: dos realidades de los líderes criminales
Ese año, Joaquín “El Chapo” Guzmán comenzó a ganar notoriedad dentro del Cártel de Guadalajara, la organización que entonces dominaba el negocio de drogas hacia Estados Unidos. Los reportes históricos detallan que Guzmán sorprendió a sus jefes al utilizar túneles subterráneos como ruta innovadora para el envío de cocaína desde Colombia a suelo norteamericano.
Este método difícil de detectar no solo consolidó su reputación dentro del grupo, sino que marcó un antes y un después en la logística del narcotráfico.
En contraste, Rafael Caro Quintero, uno de los líderes del cártel junto con Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo, comenzó su caída. Esto tras el decomiso histórico en el rancho “El Búfalo”, en Chihuahua, donde el Ejército Mexicano destruyó 8 mil toneladas de marihuana cultivadas con mano de obra precarizada.
Ante esto, Caro Quintero quedó expuesto a la persecución. Ese mismo año, el asesinato del agente de la agencia para la Administración y Control de Drogas (DEA por sus siglas en inglés), Enrique “Kiki” Camarena, lo colocó en el centro de la tormenta diplomática entre México y Estados Unidos.
Corrupción y alianzas en las sombras: el símbolo de la caída de “Kiki” Camarena
El caso del rancho “El Búfalo” reveló el entramado de corrupción que protegía al narcotráfico. Según testimonios recopilados por el diario Excélsior en ese entonces, altos mandos policiales ―como Rafael Aguilar Guajardo― cobraban hasta 20 millones de pesos mensuales a cambio de garantizar la operación del rancho. La red incluía a autoridades locales y federales, quienes se beneficiaban de un sistema que “blindaba” a los cárteles frente a cualquier acción judicial.
La desaparición y asesinato de Camarena el 5 de febrero de 1985, perpetrado con participación de fuerzas policiales, mostró hasta qué punto las organizaciones criminales estaban entrelazadas con el poder político.
El crimen detonó un operativo sin precedentes por parte de Estados Unidos, el cual derivó en la primera captura de Caro Quintero el 4 de abril del mismo año en Costa Rica.
La presión internacional provocó tensiones diplomáticas sin precedentes. Washington exigió castigos ejemplares, mientras México se veía obligado a exhibir acciones contundentes que en la práctica solo fragmentaron al Cártel de Guadalajara.
Este último hecho dio origen a nuevas organizaciones criminales más violentas y descentralizadas como el conocido Cártel del Pacífico.
De tragedia natural a oportunidad criminal: la ineficiencia del gobierno priista
El sismo de 1985 no solo dejó destrucción, sino que también generó un clima de desesperanza y debilitamiento de las estructuras de gobierno. En ese escenario, los cárteles encontraron la oportunidad de diversificar su influencia: invirtieron en comunidades marginadas, financiaron obras sociales y ganaron legitimidad local, mientras el Estado se mostraba ausente.
El vacío institucional fue aprovechado para crear un ecosistema criminal más robusto. Los jefes del narco se convirtieron en figuras de poder paralelo, capaces de enfrentar o negociar con las autoridades según sus intereses.
El legado de 1985: la nueva generación de capos en todo el territorio nacional
A pesar de la tragedia nacional, el narcotráfico no se debilitó; al contrario, se transformó y se fortaleció. La caída de Caro Quintero abrió espacio a una nueva generación de capos, encabezada por Guzmán Loera, que incorporó innovación logística y operativa al negocio.
La fragmentación del Cártel de Guadalajara derivó en el nacimiento de grupos más agresivos como el Cártel de Sinaloa; posteriormente, el de Cártel de Juárez y el Cártel de Tijuana (o el de Los Arellano Félix).
El terremoto y la fragilidad institucional
Mientras el país fue sacudido por el terremoto de magnitud 8.2 grados, se evidenció la incapacidad del gobierno para atender la emergencia poco a poco. Con el priista Miguel de la Madrid en la presidencia, las instituciones tardaron en reaccionar, lo que provocó un vacío de autoridad que fue llenado por la organización ciudadana espontánea.
El terremoto, por su parte, marcó el inicio de una sociedad civil más activa y crítica frente al gobierno, pero también dejó al descubierto la vulnerabilidad de un Estado incapaz de frenar a la delincuencia organizada.
En palabras de analistas y expertos de seguridad, 1985 fue el año en que México enfrentó dos terremotos: uno natural y otro criminal… del último, su eco sigue resonando hasta hoy.