El país de Europa en el que ya es más barato comprar un BMW que un Seat y marca el camino al resto: hasta un 150% del valor del coche en impuestos

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Un seat Arona y un BMW iX.

Hasta la fecha, Noruega es el patrón a seguir por todo país que quiera sacar el humo de las calles y las carreteras. En 2024, el 88,9% de los coches nuevos que se vendieron en este país fueron eléctricos, y no responde a otra cosa que a una firme voluntad de su gobierno. El objetivo era llegar a este 2025 con la práctica totalidad de vehículos cero emisiones, por lo que desplegó una batería de incentivos para empujar a los conductores a una alternativa limpia: subsidios, descuentos en parkings y peajes o permisos para conducir por carriles de taxi y autobús o implementando puntos de carga hasta en los enclaves más remotos. Pero la más efectiva de todas fue la subida de impuestos a la compra de modelos diésel o gasolina.

España está muy lejos. Según datos del sector, solo el 5,4% de coches vendidos en 2024 era no contaminante, balance eso sí superior al de 2023 y se estima que inferior al de 2025. Solo en el primer trimestre de este año se matricularon 19.201, un 7,78% del total entre enero y marzo. Sin embargo, si trasladamos lo que representan los eléctricos en el parque automovilístico español, se trata apenas de un 1,6% en este momento. Las principales ayudas en nuestro país se incluyen en el plan MOVES III. Para turismos eléctricos nuevos, la aportación es de hasta 7.000 euros si se entrega un vehículo antiguo, y de 4.500 euros si no. El programa contempla además una deducción fiscal en el IRPF del 15% del valor del vehículo, con un límite de 3.000 euros.

Qué ha hecho Dinamarca

Ahora, los ojos están en Dinamarca, que ha tomado buena nota de Noruega y ya ha logrado que un 60% de los coches que vende no necesite tubo de escape, explica el medio especializado Motorpasión. La cifra cobra mayor relieve si se indica que hace solo dos años era un 20%. Se trata de un crecimiento aún mayor que el de su país vecino y referente. Según el citado medio, son dos las razones, que bien pudieran resumirse también en una apuesta sólida del Estado: una fiscalidad favorable al vehículo eléctrico y una red de carga amplia y para cualquier bolsillo. Pero no puede obviarse el palo económico que supone optar por echar humo. Palo, que no castigo, porque no hay carga añadida, o ninguna que no estuviera ya presente.

La diferencia reside en lo que dejan de desembolsar los usuarios de un vehículo limpio. En particular, un impuesto de matriculación añadido variable en función de las emisiones de CO2 y que puede llegar a resultar insalvable para quien no cuente con los recursos necesarios como para poder elegir. Para los coches de menos de 9.700 euros (al cambio en coronas), esa tasa es del 25% del coste total, pero del 85% a partir de esa cantidad y hasta 30.300 euros, y del 150% para los vehículos que superen ese precio. Hay que sumar que la gasolina ronda los 2 euros el litro, mientras que una suscripción en la red de recargas más extensa apenas supera los 100 euros al mes.

Carga de un vehículo eléctrico. (Europa Press)

15.000 euros más por un Arona

Así, lo que ha hecho Dinamarca no es otra cosa que desincentivar la compra de modelos contaminantes, convertirlos en un capricho que solo llevará a pérdidas mientras el resto de conductores goza de ventajas tanto económicas, e importantes, como a la hora de circular, disponiendo de carriles y espacios no aptos para emisiones. Ya solo en la compra, la diferencia es abismal. Motorpasión lo hace más comprensible con un ejemplo que todos sabremos comprender: un Seat Arona 1.0 TSI de 95 CV, un coche pequeño, sencillo, tendrá que pagar un impuesto de circulación del 85% y un recargo por su emisión de CO2. Solo por estos conceptos, 15.000 euros, más de lo que en España cuesta un Dacia Sandero nuevo, que está en torno a los 13.000.

Confronta esto con la adquisición de un BMW iX eDrive20, que allí cuesta 47.000 euros. El Arona, hecha la suma, alcanza los 50.000. En España, la realidad es otra: los eléctricos salen más caros que un gasolina o diésel. El ahorro viene a la larga, por el combustible, pero depende en gran medida del lugar en el que se viva y los trayectos que se realicen, ya que nuestro país aún no goza de una red de recargas con plenas garantías de no dar problemas o largas esperas. Si Noruega y Dinamarca señalan el camino, no es otro que el de del intervencionismo. El usuario puede elegir, pero algunas de las opciones llevan una sobrecarga muy pesada de asumir. El resultado no es menor: aire limpio y mayor calidad y esperanza de vida para todos.

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