La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la inactividad física constituye uno de los principales factores de riesgo de mortalidad a nivel global, con más de tres millones de muertes asociadas cada año. Pasar cerca de ocho horas al día en la misma postura, ya sea en un escritorio o de pie, en un mostrador, incrementa molestias comunes como el dolor de cuello o de espalda, y puede derivar en complicaciones más graves si no se toman medidas para contrarrestarlo.
El entrenador personal y especialista en fuerza, movilidad y readaptación, Aleix Arimany, analiza esta problemática en su libro ¡Muévete más, vive mejor!. En diálogo con Europa Press Salud Infosalud, advierte que, por miedo a sufrir traumatismos, “nos volvemos más sedentarios y eso a su vez aumenta el riesgo de lesiones y de dolores”.
Para Arimany, este círculo vicioso favorece la aparición de enfermedades crónicas. “El impacto del sedentarismo está muy visto en nuestra sociedad actual, hipertensión, diabetes, y demás enfermedades, de forma que no moverse implica todo esto y a veces no nos damos ni cuenta porque estamos en una rutina tan sedentaria que lo damos por hecho”, afirma.
Los beneficios de moverse de manera constante
El especialista sostiene que mantener una actividad física “constante y variada” es fundamental para equilibrar el organismo y mejorar la calidad de vida. En su obra, explica que el movimiento permite al corazón bombear con mayor eficiencia, favoreciendo la oxigenación y el transporte de nutrientes a los tejidos. “Esto significa que las células de tu cuerpo se alimentan y se regeneran mejor, aumentando tu energía y reduciendo la sensación de fatiga”, subraya.
A nivel musculoesquelético, moverse activa los músculos, favorece la oxigenación y mantiene la fuerza, además de distribuir de manera más equilibrada el peso y la tensión corporal. Según Arimany, esto se traduce en “un cuerpo más estable y menos propenso a dolores, lesiones o desequilibrios posturales”. El movimiento también tiene un componente psicológico y social. “A nivel mental, el movimiento nos ayuda mucho a generar endorfinas, que nos ayudan a estar mejor en el estado de ánimo y nos ayudan a nivel emocional. A su vez, el ejercicio tiene un contexto social que colabora o favorece ese mejor estado emocional”, añade.
Moverse aunque exista dolor
Ante la consulta sobre si es recomendable ejercitarse cuando hay dolor, Arimany rechaza la idea de que estas molestias sean inevitables con el paso de los años. “No porque haya dolor o nos hagamos viejos tiene que haber dolor. Aparte, aunque haya dolor, se debe hacer ejercicio. El ejercicio hace que generemos un tipo de hormonas, las endorfinas, que ayudan a que la percepción de dolor disminuya. Además, en quienes tienen dolor y tienen miedo a moverse, el ejercicio es bueno para que no les duela más”, asegura.
El especialista señala que superar la barrera del miedo permite recuperar la confianza en la capacidad de movimiento. “Al final pueden hacer ejercicio y de forma segura, y que se sientan ellos con confianza de poder hacerlo”, concluye. Para él, “el movimiento, en cualquier forma y en cada contexto individual, es una fuente natural de energía y de vitalidad”.
*Por María Camila Salas Valencia