Leandro Santoro se quedó a las puertas de un esperado triunfo por el variopinto mundillo peronista, que lo necesitada como un soplo de aire fresco tras las asfixiantes derrotas en las primeras elecciones provinciales de 2025. Estuvo encabezando las encuestas hasta la semana final de la campaña, cuando el electorado de centroderecha migró masivamente para catapultar al libertario Manuel Adorni y desflecó a la macrista Silvia Lospennato.
El quedo en la recta final impactó en el peronismo. “Perdimos nosotros por pelotudos. Mientras ellos trabajan el voto estratégico, nosotros decíamos que era un problema de LLA y Pro. Nos dejamos correr como principiantes. Y ni hablar el Pro”, despotricó un dirigente con experiencia en las campañas electorales del PJ, que advirtió que la principal fuerza de oposición sigue sin hacer pie en las urnas este año.
Sin embargo, en el peronismo no catalogaron la performance de Santoro como una derrota catastrófica, ni mucho menos, sino como la confirmación del escenario que están esperando para este año electoral: un mano a mano con los partidarios del presidente Javier Milei. Y en el plano local, destacan que el PJ-Unión por la Patria quedará confirmado desde el 10 de diciembre como la primera minoría en la Legislatura, con un bloque de 19 integrantes, más grande que los de La Libertad Avanza y Pro.
Santoro es un bicho raro en la interna peronista. Ninguno de los grupos relevantes lo reconoce como propio, a tal punto que lo definen como un “independiente” que le aporta amplitud y un sesgo progresista a un PJ porteño históricamente impregnado por la ortodoxia sindical.
Por diferentes motivos, Axel Kicillof y Sergio Massa son los dos dirigentes más importantes del panperonismo -entendido como el PJ ampliado a socios de distintas fuerzas y pelajes políticos- que encuentran “puntos en común” con el estilo de liderazgo y de armado que viene ensayando Santoro en territorio porteño. Mientras que Cristina Kirchner no hizo ningún esfuerzo por acercarse al diputado, pese a que habilitó en varias ocasiones que La Cámpora y otros referentes filokirchneristas participaran en las listas que encabeza. Así sucedió en 2023 y volvió a pasar este año.
Si hubo un acuerdo entre ambos, quedó en el plano reservado. Pero lo cierto es que Cristina Kirchner no apareció en la campaña porteña ni una vez, y Santoro tampoco la invocó como una referencia para su pensamiento ni su plan de acción político. Tanto es así, que diversos espacios kirchneristas se quejaron en las últimas semanas por los escasos lugares que les dieron en la lista de Es Ahora Buenos Aires y por el discurso de tendencia socialdemócrata de Santoro, que marcó su procedencia alfonsinista.
Sin embargo, en las mesas más encumbradas del peronismo destacan que Santoro tuvo una buena estrategia de cierre de listas para “consolidar lo propio”, que dejó “muy poco afuera”: los sectores de Guillermo Moreno -que llevó como candidato a Alejandro Kim– y de Juan Manuel Abal Medina. No obstante, los 30.000 votos que obtuvo el “coreano peronista” privaron a Santoro de acercarse a Adorni en torno a los 30 puntos porcentuales. Será una factura que le pasarán al estratega Juan Manuel Olmos.
Un segundo elemento surgió de las conversaciones privadas en el peronismo: “Hay que poner candidatos parecidos al electorado”, deslizó un dirigente de línea pragmática. Santoro es, en ese sentido, más asimilable que un camporista -cualquiera fuera- en la ciudad de Buenos Aires. Ese mismo argumento adopta el kirchnerismo para justificar la necesidad de que “la jefa” se postule para diputada bonaerense por la Tercera Sección Electoral, justamente la región del conurbano que domina desde hace dos décadas.
También lo acuñan quienes le reclaman a Massa que acompañe a la jefa del PJ nacional como candidato a senador provincial en la Primera Sección Electoral, el corredor noroeste del Gran Buenos Aires, donde surgió a la política grande en 2013 cuando venció a sus actuales socios del kirchnerismo. Pero el exministro de Economía pide no comparar a la Provincia con la Ciudad y no emite señales de su futuro electoral.
Kicillof no descuidó la campaña porteña, si bien no participó directamente. Envió al acto de cierre de Santoro a su ministro de Producción, Augusto Costa, un hombre de su estricta confianza. Y si bien en su mesa chica consideran que la Provincia y la Ciudad son “universos paralelos”, encuentran puntos de contacto con el estilo de Santoro. “La amplitud, la necesidad de construir nuevos escenarios y planificar lo que viene nos identifica”, aseguran en La Plata. Y para que sea más gráfica la respuesta, suman: “Una idea comparable a las nuevas canciones que pidió entonar Axel”.
Esa definición fue, originalmente, la que descolocó al kirchnerismo en 2024 y disparó una escalada por la cual Cristina Kirchner le retiró la confianza a Kicillof, al punto de no dirigirle la palabra. Tras meses de sufrir por esa situación, el gobernador se fue envalentonando cuando la mayoría de los intendentes de la Provincia lo respaldó en su interna con el kirchnerismo. Pero ahora Cristina contraataca: ya recibió en el Instituto Patria a jefes comunales de ambos bandos -entre ellos el matancero Fernando Espinoza- para empezar a analizar el proyecto de reelección indefinida, al que por ahora solo apoyaba el axelismo. Pero se sabe que en la Legislatura provincial poco se aprueba sin el visto bueno del kirchnerismo.
Santoro se mantuvo ajeno a la pelea bonaerense. Su campaña se enfocó en los problemas de la ciudad de Buenos Aires y en la “crueldad” que atribuyó a la motosierra libertaria. Con la expectativa de quedar bien posicionado de cara a 2027, cuando se votará para jefe de gobierno porteño, Santoro ya estuvo haciendo consultas a especialistas en opinión pública sobre sus eventuales chances en un balotaje por la sucesión de Jorge Macri. La mayoría de ellos le advirtió que son pocas, sobre todo después del resultado de hoy, que no fue la victoria esperada.