¿El primer santo empresario? Nació en el Ritz de París, se formó como marino, protegió a sus obreros y fue encarcelado por Perón

admin

Enrique Shaw nació en 1921, en el Hotel Ritz de París, en el seno de una familia perteneciente a la elite argentina. Con ese sello de origen, pudo haber elegido una vida de opulencia y comodidades. Pero optó por otro camino, basado en la fe cristiana, y guiado por una profunda humanidad, sencillez y entrega hacia los demás.

En su corta pero intensa vida -murió a los 41 años-, Shaw fue marino, padre de nueve hijos y un empresario absolutamente disruptivo que se preocupó por el bienestar y las condiciones dignas de trabajo de los obreros, para quienes aplicó los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.

Como directivo de la cristalería Rigolleau, conocía por su nombre a cada uno de los trabajadores, la dificultad de sus tareas y sus historias, con lo que se ganó su respeto y afecto. Cuando necesitó una transfusión a causa de una agresiva enfermedad que estaba acabando con su vida, todos ellos fueron en masa para donarle sangre apenas lo supieron.

“Toda la gente de la fábrica fue a la madrugada para hacer fila para donarle sangre. Después de recibir la transfusión, Enrique Shaw dijo: ‘Ahora soy feliz, ya que por mis venas corre sangre obrera’”, cuenta a LA NACION Cintia Suárez. A su lado, Nunzia Locatelli acota: “Hasta sus últimas palabras, cuando estaba en el trance de la muerte, se las dedicó a los obreros”.

 Nunzia Locatelli y Cintia Suárez, autoras del libro Enrique Shaw, apóstoles de los empresarios

Locatelli, de nacionalidad italiana y Suárez, argentina, son periodistas, escritoras y autoras del libro Enrique Shaw, el apóstol de los empresarios (Editorial Catarsis), una biografía de este argentino ejemplar que fue declarado venerable por la Iglesia católica y que va de camino a ser el primer santo empresario de la historia.

“El santo de la puerta de al lado”

-Ustedes habían realizado dos libros sobre la vida de Mamá Antula, la primera santa argentina y ahora abordan la biografía de Enrique Shaw. ¿Qué las llevó a hacer este libro?

Nunzia: -La historia de Enrique Shaw estaba un poco dando vueltas entre los tantos santos, beatos y venerables que se están “cocinando” en la Argentina y él nos pareció uno de los más interesantes porque lleva un mensaje diferente. Muchos de los candidatos son sacerdotes o monjas, mientras que él es un hombre de negocios, de una familia importante.

El empresario argentino Enrique Shaw (centro) puede ser beatificado en breve si se acredita un milagro que se le atribuye

Cintia:– Queríamos contar los matices de este hombre que es una persona común, lo que el Papa Francisco llamó “el santo de la puerta de al lado”. Alguien que se levanta a la mañana, que es directivo de una empresa, pero que además tiene una faceta dedicada a la acción social. En un contexto mundial donde por ahí no está en el centro la persona humana, sino más bien la rentabilidad, ya Enrique Shaw tantos años atrás aparece con este mensaje donde se valora al trabajador, la dignidad de cada uno por sobre la rentabilidad.

Nunzia: -Valoraba, además, el orgullo de ser un trabajador, ponía en valor el honor de tener un trabajo y de ir a trabajar, algo que, a veces, en el día de hoy, está un poco olvidado.

El libro Enrique Shaw; el apostol de los empresarios, de editorial Catarsis, fue escrito por Nunzia Locatelli y Cintia Suárez y recorre la vida del hombre que puede ser el prmer empresario santo de la historia

Una niñez solitaria

Enrique Ernesto Justo Shaw nació el 26 de febrero de 1921 en el Ritz de París. Su padre, Alejandro Enrique Shaw, realizaba en ese tiempo, como abogado y hombre de negocios, importantes actividades en Europa, en especial en representación de la Casa Tornquist, entidad financiera que pertenecía a la familia de su esposa, Sara Tornquist Altglet.

Como su estadía europea iba para largo, “Alick”, como le decían a Alejandro, instaló a su familia en el lujoso hotel parisino. Tres meses después del nacimiento de Enrique, los cuatro regresaron en barco a Buenos Aires. Pese a su nacimiento en Francia, Alick anotó a su segundo hijo Enrique-el primero era Alex, dos años mayor- como “argentino por opción”.

La madre de Enrique Shaw, Sara Tornquist, falleció cuando él tenía 4 años y su padre, Alejandro, vivía en viajes de negocios, de modo que el pequeño pasó una niñez solitaria

¿De dónde surge la fe católica de Enrique Shaw?

Nunzia:–Es atípico que una persona como él tenga fe, porque tenía todo en contra. Primero, porque el padre era protestante, además agnóstico, estaba muy alejado de la fe. Pero gracias a Sara, su madre, él pudo tomar todos los sacramentos. Después, lamentablemente Sara falleció cuando Enrique tenía cuatro años y su hermano Alex, seis. Y ella, antes de morir dijo: “Quiero que mis hijos tengan una educación cristiana católica”.

Cintia:– Además, una persona clave en la vida de Enrique fue su tío Adolfo Tornquist, que era sacerdote. Es el que lo bautizó en París y con el que tuvo mucho intercambio epistolar. Él lo va a marcar y guiar en el camino de la fe, esa fe que lo llevará a tener convicciones fuertes, que lo ayudará a hacer una política de empresas con valores cristianos. También por la fe podrá sobrellevar la pérdida de su mamá, y una niñez muy solitaria, ya que su padre casi siempre estaba de viaje, como hombre de negocios.

 Nunzia Locatelli y Cintia Suárez indagaron en la vida de Enrique Shaw y escribieron una biografía del hombre que la iglesia consideró venerable y posiblemente sea en breve beato

Formación naval y bullying

Mientras cursaba estudios secundarios en el Colegio La Salle, el tímido pero resuelto adolescente Enrique Shaw decidió para su futuro un rumbo que poco tenía que ver con la vida empresarial o financiera de sus antepasados. Quería ser piloto naval. Luego de algunas discusiones con su padre, que no deseaba ese destino para él, el joven ingresó, a los 14 años, como cadete en la Escuela Naval Militar de Río Santiago. La condición que le puso Alick a su hijo fue que desechara la idea de ser piloto. Algo que el muchacho aceptó.

–Cuentan en el libro que Enrique no la pasó bien en Río Santiago. ¿Qué pasó allí?

Cintia: –La pasó mal porque fue víctima de bullying. No entendían qué hacía allí un joven rico y con tantas posibilidades. También se burlaban de él porque todas las noches se arrodillaba a rezar. Muchas veces lo golpearon, como cuando le tiraron una jabonera de metal, le pegaron en la boca y perdió los dientes incisivos.

A los 13 años, Enrique Shaw entró como cadete en la Escuela Naval de Río Santiago

Nuncia:–Además, en ese tiempo él era tartamudo y también sufría bromas por eso.

Cintia: –Le hacían de las suyas. Como él había manifestado que, de acuerdo con sus convicciones, iba a llegar virgen al matrimonio, los marineros le pusieron un día en el camarote una mujer desnuda.

Nunzia: –Sí, sí, pero él, elegantemente, la cubrió con su abrigo y, como un caballero, la acompañó del brazo por todo el camino hacia la salida del barco.

Enrique Shaw se recibió con el título de guardamarina en la Escuela Naval de Río Santiago

–Con todos esos malos tratos, ¿nunca pensó en dejar la Escuela Naval?

Cintia: –No, él tenía una templanza de carácter muy fuerte. Se esforzó mucho para cumplir con las exigencias del entrenamiento militar y destacarse en lo académico y con su fuerza de voluntad se ganó el respeto de todos. De alguna manera, también los evangelizó. Estas personas como Enrique que van perfiladas a santas en vida ya demuestran estas virtudes como heroicas, que él expone desde chico.

Despedida de la marina

Tras egresar de la Escuela Naval Militar en 1939 con el título de guardiamarina, la vida como marino de Enrique Shaw finalizaría cuando se dio de baja por propia voluntad, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, con la rendición de Japón, en septiembre de 1945. Había llegado hasta el rango de teniente de fragata y por su liderazgo y capacidad de conducción, todos vislumbraban para él una carrera próspera. Sin embargo, decidió cambiar de rumbo.

Cuando abandonó la marina, Enrique Shaw había llegado al rango de Teniente de Fragata

Pero también, como corresponde a su personalidad, durante sus años en la Armada, dedicó parte de su tiempo a instruir en catecismo y en los preceptos cristianos tanto a pares como a subalternos. “Empezó a transmitir la fe cuando era marino”, cuenta Suárez, que luego agrega que a Enrique le preocupaba que muchos marineros no asistieran a la misa por la mañana porque se les hacía tarde para desayunar. Entonces, “implementó un esquema que establecía a qué hora debía ser el desayuno para que nadie se perdiera la misa”, dice la autora argentina.

“También ponía a la salida de la parroquia una bandejita con chocolates Dolca con un cartel que decía: ‘Para quienes, habiendo comulgado, no tengan ocasión de tomar desayuno’”, añade Nunzia Locatelli.

Enrique Shaw se casó con Cecilia Bunge el 23 de octubre de 1943

–¿Por qué Enrique decidió dejar la marina?

Cintia: -Por una cuestión familiar. Él estaba casado con Cecilia Bunge, la hija del arquitecto Jorge Bunge, el fundador de Pinamar. Se casaron en 1943. Su esposa tuvo a su primer hijo un año después, y él no pudo presenciar el nacimiento porque estaba navegando en el sur de la Argentina. Lo pensó mucho y concluyó que no quería perder más el nacimiento de sus hijos. Además, él había sufrido en carne propia lo que era crecer sin el acompañamiento del padre.

Nunzia: –Otro motivo de su baja también fue que la Argentina ingresó en la guerra en los últimos meses antes de que terminara y él no estaba de acuerdo, porque decía que el trabajo era para la vida, no para la muerte. Énrique quiso retirarse antes, pero la marina impide que durante la guerra uno se dé de baja.

Enrique Shaw y su esposa, Cecilia Bunge

Cambio de rumbo

–¿Y entonces Enrique Shaw pasó a ser empresario?

Nunzia:–Él, primero, quería ser obrero, sin privilegios por su familia o posición social. De joven había encontrado en Pinamar, en un cambiador de un balneario, un libro tirado que hablaba de la Doctrina Social de la Iglesia. Eso lo marcó, pero no sabía cómo implementarlo. Tiempo después se encontró con Reynold Hillendbrand, un monseñor de Chicago, justo como nuestro nuevo Papa, que le explicó bien lo de la Doctrina Social, lo instruyó y le dijo: “No, no tenés que ser obrero para ayudar a la clase obrera. Tenés que ayudar desde arriba, bajar líneas y trabajar desde donde se toman las decisiones”. Y con eso lo convenció.

–¿Empezó a trabajar en la cristalería Rigolleau?

Cintia: –Sí, uno de sus tíos maternos, León Fourvel le dio trabajo en su empresa, cristalerías Rigolleau, en Berazategui. Entonces, Enrique ingresó, pero no en un puesto jerárquico, él quería conocer toda la cadena de producción desde cero, así que se formó, aprendió cómo se hace el vidrio.

La planta de cristalerías Rigolleau está ubicada en Berazategui, y allí comenzó a trabajar Enrique Shaw a mediados de los 40

Nunzia: –Lo enviaron a Corning Glass, en el estado de Nueva York, Estados Unidos, que sigue siendo hoy un polo muy importante del vidrio. Ahí hizo un curso, aprendió desde abajo. Aprendió todo. También el tema del pirex, que después lo trajeron a la Argentina, y los platos irrompibles, los Opal.

Siempre de overol

–Cuando llegó a Rigolleau, ¿qué relación estableció con los obreros?

Cintia: –Mirá, hay una característica que es que él usaba overol, algo rarísimo, porque estaba en un puesto jerárquico, de decisión, pero él usaba esa prenda porque iba a ver cómo avanzaban los temas. Se preocupaba mucho del asunto del agua, por ejemplo, que los operarios tuvieran acceso a agua refrigerada, porque trabajaban con altas temperaturas. Para conocer esas cosas tenía que estar ahí en la fábrica, como uno más. Él decía que ser empresario no era un privilegio, sino una función que había que ocupar.

Enrique Shaw no había podido estar en el nacimiento del primer hijo por causa de estar navegando como marino; por eso, entre otras cosas, decidió cambiar de vida: abandonó la armada y se volcó al mundo empresario

Nunzia: – Ayudaba a las nuevas familias en la cristalería, les regalaba, al principio, no solo una Biblia, sino juegos de muebles, por ejemplo, o los aconsejaba con el tema de limitar la natalidad en forma natural. Era una persona que realmente se dedicaba a los otros, a veces generando problemas con su propia familia. Una vez hasta quiso vender las joyas de la mujer porque tenía que entrar en gastos por unos préstamos para la gente de la empresa. Era muy generoso con ellos.

La creación de la ACDE

–¿Cuándo decidió Enrique Shaw crear la Asociación Cristiana de Empresarios (ACDE)? ¿Cómo surgió esa entidad?

Cintia: –Enrique pensaba que los valores que él implementó en su empresa se podían contagiar para que otras plantas también aplicaran estos principios laborales y entonces, en 1952 creó esta asociación que está vigente hasta el día de hoy en todo el país y también en países vecinos.

Enrique Shaw en el Congreso Mundial de Empresarios Cristianos, en Santiago de Chile

Nunzia: –Se inspiró a su vez en un pedido que hicieron los obispos de la Argentina después del fin de la Segunda Guerra Mundial, que era un programa pro ayuda para reconstruir Europa. Muchos empresarios argentinos mandaron ayuda hacia allí y de ahí que él tuvo la idea de reunir a estos empresarios para crear algo similar en la Argentina y desarrollar el tema de la Doctrina Social.

–Tenía razón el sacerdote que lo aconsejó: no habría podido hacer todo eso desde un puesto como obrero.

Cintia: –No. Además, era un hombre que en su corta vida tenía un día de 48 horas, porque participaba en ACDE, en Acción Católica, fue uno de los fundadores de la Universidad Católica Argentina, pertenecía a muchas organizaciones. Y también asesoraba a la Conferencia Episcopal Argentina. Tenía esposa y nueve hijos, y después también la generosidad de que abría la quinta familiar para retiros espirituales o para que vinieran los vecinos…

Cecilia Bunge y Enrique ShawEnrique Shaw era padre de nueve hijos

Nunzia: –Hizo construir una pileta para sus hijos y también para vecinos, algunos de barrios humildes. A los Bunge y los Tornquist no les gustaba mucho eso de mezclar a las clases sociales, obviamente, ¿no?

Perseguido y preso por su fe

–¿Cómo fue que Enrique Shaw cayó preso?

Nunzia: –Tiene que ver con su participación en la Acción Católica. En aquella época, el presidente (Juan Domingo) Perón, que asumió en 1946, usó la Doctrina Social de la Iglesia en su gobierno y fue de la mano de la Iglesia Católica. Pero en el segundo mandato, la relación se deterioró. La Iglesia criticaba la política de Perón, en especial el control de los síndicatos, él respondía a las críticas y hubo una división muy lineal. Para 1955, ya en el segundo período, empezaron las persecuciones.

Enrique Shaw creó en 1952 la Asociación Cristiana de Emprsarios, una entidad que continua en la actualidad

Cintia: –Fue el año en que quemaron las iglesias, la curia. Enrique con otros amigos guardaban en sus casas copones y otros objetos de la Iglesia, para resguardarlos, hasta que cayó la policía.

Nunzia: –Fue después de la celebración de Corpus Christi de un grupo de personas de la Acción Católica. El gobierno los acusó de perturbar la paz y el 7 de abril los llevaron a todos presos. A la comisaría 7ma. A Enrique lo pusieron en un cuarto aparte porque era militar.

Juan Domingo Perón rompió relaciones con la iglesia católica y algunos miembros de la Acción Católica fueron perseguidos y apresados; entre ellos estaba Enrique Shaw

–¿Estuvo mucho tiempo detenido?

Cintia: –Unas semanas. Pero hay una anécdota, como los detenidos no podían recibir información de afuera, les pidieron a sus mujeres, a través de un papel que pusieron en un termo, que les enviaran sándwiches o comida envuelta en papeles de diario, para poder leer las noticias.

Nunzia: –Fue una de esas mujeres la que logró hacer la lista completa de los nombres de los detenidos y comunicó esto por radio a Uruguay. A una parroquia, que lo difundió a otros medios hasta que la información llegó a leerse en las iglesias de la Argentina. A Perón no le venía muy bien esta difusión, y los liberó.

Enrique Shaw tuvo nueve hijos

Las asignaciones familiares

–Hubo un hito en el trabajo de Enrique Shaw por la mejora de las condiciones laborales, que fueron las asignaciones familiares ¿cómo se logró eso?

Cintia: –Él, a partir de sus lecturas, se enteró de que un industrial francés, León Harmel, había aplicado las asignaciones familiares -un plus en el salario de los obreros que tienen hijos- e hizo todo un escrito sobre cómo deberían implementar esto en la Argentina. Luego, presentó el proyecto al presidente de facto (Pedro Eugenio) Aramburu. Enrique decía que era “injusto que una familia que da hijos a la patria se vea obligada a vivir en un nivel muy inferior al del soltero, y además no pueda alimentar, cuidar y educar debidamente a sus hijos”.

A mediados de 1957 salió el decreto-ley que oficializaba las asignaciones familiares, una ley que continúa vigente hasta el día de hoy.

Enrique Shaw en Harvard, en el año 1957

Sus últimos años

–Enrique Shaw murió joven, a los 41 años, ¿qué fue lo que le pasó?

Cintia: –Cuando él vuelve de uno de sus viajes a los Estados Unidos, tenía una mancha en el dedo pulgar. Él escribía con pluma y tinta y decía: “La tinta americana es tan buena que no sale”. Cecilia, su esposa, ve la mancha en el dedo y le dice que tiene que consultar a un médico. Lamentablemente, se confirma que era un cáncer de piel. Dicen que ese día él llego a la empresa, saludó y les dijo a sus personas de confianza: “Sí, tengo cáncer de piel… ¿cuál es el orden del día?“, y empezó la reunión de directorio como siempre.

Enrique Ernesto Shaw

Nunzia: –Falleció el 27 de agosto de 1962, a los 41 años. Padeció la enfermedad un par de años. Le sacaron parte de un pulmón, ganglios de la axila, el dedo pulgar… fue realmente un cáncer muy agresivo.

–Pero por lo que ustedes narran en el libro, él ni siquiera en los últimos momentos perdió conexión con los obreros, ¿es así?

Cintia: –Sí. Recibió varias transfusiones en esos tiempos, la sangre la donaban los obreros de Rigolleau. Él decía sentirse orgulloso por tener en sus venas sangre obrera. Algo totalmente disruptivo en esos tiempos.

Nunzia: –Dirigió también sus últimas palabras, en el trance de la muerte, a los obreros de Rigolleau, con algunos consejos para llevar adelante la empresa. Era de dar todo para los otros, siempre.

El Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio (futuro Papa Francisco) impulsó el proceso para canonizar a Enrique Shaw; la foto es del año 1997, cuando arrancó el proceso

“Ver morir a un santo”

–Ustedes cuentan que, antes de morir, como buen apóstol del cristianismo, Enrique Shaw tenía un objetivo para él importantísimo en relación con su padre, ¿Cuál era?

Cintia: –Él quería convertir a su padre, que no era católico. Y quería, vamos a usar una palabra de su tiempo, que “regularice” su situación civil, porque estaba en una relación con una señora que estaba divorciada. Él era viudo. Ese fue su mayor deseo. Cuando Enrique fue con la familia en busca de un milagro a ver a la virgen de Lourdes, en Francia, él no pidió por su salud, que estaba muy deteriorada, pidió para que su padre se convirtiera.

–¿Lo logró?

Cintia: –Sí, el padre cumplió el deseo de su hijo y también se casó por Iglesia en Uruguay.

 Cintia Suárez, coautora de Enrique Shaw, el apóstol de los empresarios

En la interesante biografía de Enrique Shaw, de Nunzia Locatelli y Cintia Suárez, aparece el testimonio de Alberto, un amigo del empresario, que relata el instante final de la vida de este hombre venerable: “A la una o dos de la mañana dio síntomas alarmantes; todo el tiempo había estado con los ojos cerrados y como en permanente oración. De la mano de Cecilia expiró y en el lugar quedó un ambiente impresionante (…). Con el tiempo me di cuenta de que había visto morir a un santo”.

Un milagro para la beatificación

Fue el propio Papa Francisco, cuando era Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, quien impulsó la causa por la beatificación de Enrique Shaw. En 2021, el hombre nacido en el Ritz de París que dedicó buena parte de su vida a mejorar las condiciones laborales y dar dignidad a los trabajadores fue declarado venerable. Esto es, una persona que ha vivido una vida heroicamente virtuosa.

Nunzia Locatelli, coautora de Enrique Shaw, el apóstol de los empresarios

“Ahora falta que se compruebe que realizó un milagro para que sea beato. Y después, otro milagro para que sea santo”, explica Cintia Suárez.

–¿Cómo viene el camino de la beatificación de Enrique Shaw?

Nunzia: –Viene muy bien.

–¿Es decir que hay un milagro que puede ser comprobado? ¿Se puede decir cuál es?

Cintia: –El milagro está muy reservado. Siempre se trata de una curación inexplicable para la ciencia. En este caso es un niño, que es argentino y que sufrió un accidente de caballo. La familia le rezó a Enrique Shaw, le pidió su intercesión por su salud y el chico está recuperado.

–¿Cómo se define si hubo un milagro o no?

Cintia: –Para decir que estamos ante un milagro, los médicos tratantes tienen que decir que no hay una explicación para decir que el chico está así, sin secuelas. Ahí se inicia la investigación, una junta médica, la validación de los obispos, después los cardenales y después el Papa. Son distintas instancias que llevan mucho tiempo.

Enrique Ernesto Shaw

Más allá del tiempo que falte para que la Argentina le dé al mundo, en la figura de Enrique Shaw, el primer santo empresario de la historia, Nunzia Locatelli y Cintia Suárez no dejan de rescatar sus valores. “Era una persona íntegra, en su fe y en su forma de pensar y actuar. Lo que decía era lo que hacía, tenía una gran coherencia”, señala la investigadora italiana.

“La de Enrique Shaw -añade Suárez-, es la historia de un hombre que pudo haber vivido una vida a lo grande y decidió ser austero y solidario. Es una de esas historias inspiradoras que te hacen decir: ‘Bueno, hay esperanzas todavía en este mundo’”.

Deja un comentario

Next Post

El escalofriante modus operandis de Joël Le Scouarnec, el cirujano francés que abusó sexualmente de cientos de menores durante 25 años

El cirujano francés descrito como “el peor pedófilo en masa que jamás ha existido” y una “bomba atómica” de abusos a menores fue condenado hoy a dos décadas de cárcel por violar a decenas de jóvenes durante tres décadas. Joël Le Scouarnec, de 74 años, recibió la pena máxima de […]
El escalofriante modus operandis de Joël Le Scouarnec, el cirujano francés que abusó sexualmente de cientos de menores durante 25 años

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!