MADRID.– Pedro Sánchez tendrá el peor final de año desde que es presidente de España. El opositor Partido Popular (PP) ganó este domingo las elecciones en Extremadura, las primeras del nuevo calendario electoral, que podría consagrar a la oposición durante 2026 al mando del gobierno español. Si la victoria del PP estaba contemplada en todas las encuestas, pocos fueron los sondeos que vaticinaban el peor resultado histórico del Partido Socialista (PSOE) en este territorio, uno de los más pobres del país, que ha sido durante décadas uno de sus bastiones electorales.
María Guardiola, presidenta de Extremadura, logró la reelección con el 43% de los votos, pero no alcanzó el objetivo, que era gobernar sin VOX. En línea con la tendencia mundial que encabeza Donald Trump y que integra Javier Milei, el partido de ultraderecha español fue la sorpresa de los comicios: duplicó la cantidad de votos obtenida hace dos años, con casi el 17%. Guardiola, que adelantó las elecciones para gobernar en solitario, obtuvo apenas una banca más que en 2023 y el PP volverá a necesitar los votos de VOX para lograr su investidura.
Las repercusiones de la victoria del PP llegaron desde Madrid. “Felicidades a María Guardiola por una victoria incontestable. Extremadura ha hablado y ha dicho que no quiere más sanchismo. Se cae el relato y el muro de Pedro Sánchez. El cambio en España está más cerca”, escribió Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, en su cuenta de X. En la misma línea, Isabel Díaz Ayuso, alcaldesa de Madrid, posteó: “María Guardiola ha arrasado a la izquierda en Extremadura, región que siempre fue socialista. Felicidades”. Y agregó: “Pedro Sánchez pierde cada vez que hay elecciones”.
Felicidades a @MGuardiolaM por una victoria incontestable.
Extremadura ha hablado y ha dicho que no quiere más sanchismo.
Se cae el relato y el muro de @sanchezcastejon y el cambio en España está más cerca.
— Alberto Núñez Feijóo (@NunezFeijoo) December 21, 2025
Los números de estos comicios locales dejaron un sabor agridulce entre los principales dirigentes nacionales del PP: por un lado, festejaron el revés que sufrió el socialismo, que profundiza la fragilidad de su gobierno. Pero, por otro lado, son conscientes de que el crecimiento de VOX confirma la hipótesis de que, en caso de ganar los próximos comicios nacionales, lo más probable es que repartan al menos una porción de sus votos con el partido de ultraderecha y, consecuentemente, deberían negociar con ellos.
Los resultados de Extremadura ratifican la tendencia alcista de VOX que vaticinan todas las encuestas. Un éxito estratégico Santiago Abascal, que había decidido nacionalizar esta campaña. El presidente del partido se instaló en las últimas semanas entre Cáceres y Badajoz, las dos provincias extremeñas, para poner el cuerpo personalmente a la campaña. Y tuvo su recompensa.
El voto para la ultraderecha fue el que más creció en un escenario de desencanto con la política. Fueron las elecciones con menor participación electoral desde el comienzo de la democracia en Extremadura, que apenas superó el 50% del electorado habilitado, es decir, cerca de 500.000 habitantes emitieron su voto. La abstención fue todo un mensaje para el PSOE, que nunca había sacado tan pocos votos en una comunidad autónoma que supo gobernar durante más de 30 años. También el crecimiento de la Unidas por Extremadura, una alianza de izquierda liderada por Podemos, que duplicó sus votos hasta llegar al 10%.
El socialismo había rozado el 40% de los votos en 2023 y había obtenido la misma cantidad de bancas que el PP. Apenas dos años después, la profunda crisis que atraviesa el partido dejó a su candidato, Miguel Ángel Gallardo, con apenas el 25% de los votos. Ni el más pesimista de los estrategas que asesoran a Sánchez se habría imaginado semejante resultado. “El resultado es malo, muy malo”, resumió Gallardo en su conferencia de prensa.
Más allá de las dudas que siembra el crecimiento de VOX, el PP espera que el triunfo en Extremadura sea apenas el comienzo de un largo programa electoral que, en principio, avizora tres triunfos cómodos para la oposición. La idea es que el gobierno de Sánchez se vaya desangrando entre las novedades de los casos de corrupción y las malas noticias electorales durante el primer semestre de 2026.
Las próximas elecciones serán en Aragón, el próximo 8 de febrero de 2026. También está previsto que el PP sea reelecto en esa comunidad autónoma. La siguiente cita será en Castilla y León, el próximo 15 de marzo. Andalucía, la comunidad con más electores de España, deberá votar antes de junio. Las encuestas dan como favorito para la reelección de Juan Manuel Moreno, que se posiciona como uno de los máximos dirigentes del PP junto con Ayuso.
Un gobierno en caída libre
Sánchez, experto en resistencia política, se enfrenta a la peor crisis en sus siete años al frente del Poder Ejecutivo. Los casos de corrupción se multiplicaron en los últimos meses. Primero, las acusaciones contra su mujer, Begoña Gómez, por un conflicto de interés. Luego aparecieron acusaciones más graves, como el expediente que investiga el direccionamiento de contratos de obra pública, que terminó con las detenciones de los diputados Santos Cerdán y José Luis Ábalos.
¿Por qué afectan especialmente estos casos a Sánchez? Tanto Cerdán como Ábalos mantenían una estrecha relación con el líder socialista: fueron las personas que armaron la campaña interna dentro del PSOE que le permitió al economista llegar hasta la cúpula del partido para, luego, posicionarse como presidenciable. Cuando Sánchez desembarcó en La Moncloa, los tres fueron recompensados con cargos públicos y, además, Ábalos, primero, y Cerdán, después, fueron designados como secretarios de organización del PSOE hasta que estalló el escándalo.
El último cachetazo para Sánchez llegó la semana pasada. Si los casos de corrupción complican al gobierno español, las denuncias por abuso sexual contra exfuncionarios socialistas terminaron por poner en jaque a Sánchez. Tres dirigentes del PSOE debieron renunciar a sus cargos durante los últimos días, inclusive Francisco “Paco” Salazar, un estrecho colaborador de Sánchez en La Moncloa, después de la acusación de mujeres militantes socialistas.
