El pueblo patagónico fundado por galeses que mantiene con orgullo su lengua y su cultura

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La larga saga de la colonización galesa en la Patagonia comenzó hace 160 años. El 28 de julio de 1865, en pleno invierno, 153 galeses provenientes de Liverpool arribaron en la embarcación Mimosa al golfo Nuevo de Chubut. En esas áridas, ventosas y solitarias tierras los esperaba sólo una persona, otro galés que se había encargado de los preparativos. Los colonos, muchos de ellos mineros, buscaban escapar de la pobreza y fundar una colonia en la que pudieran hablar su lengua y profesar su religión con total libertad, algo que veían amenazado por sus vecinos anglicanos. Después de haber sondeado varios posibles territorios para colonizar –en Brasil, Australia e incluso Palestina– decidieron emigrar a la Patagonia, en parte por su condición de terra incognita.

Ovejas en El Vado, valle de El Maitén. ca 1938.

Esta libertad tenía sus beneficios, pero traía también muchas dificultades. A pesar de que tres años antes el gobierno nacional del presidente Mitre había tomado los territorios nacionales bajo su órbita, su control sobre éstos –incluido el del territorio del Chubut– era meramente nominal. La presencia estatal más cercana se encontraba en Patagones, a más de cinco días de distancia en barco de la nueva colonia, situada en Rawson, sobre el valle del río Chubut. Los galeses tendrían que esperar todavía 20 años para que Chubut tuviera su primer gobernador y asentara la capital del territorio en el pueblo. Mientras tanto, los colonos debían coexistir con los grupos indígenas que habitaban aquellas tierras al total desamparo de la presencia estatal, salvo por alguna ayuda económica en momentos de crisis, las cuales, para su desgracia, fueron frecuentes.

Tropa de carros con mercaderías, en viaje a San Martín

Las primeras cosechas se malograron rápidamente. Pero a fuerza de un trabajo y una determinación incansables, los galeses se sobrepusieron a la falta de agua, las inundaciones y el hambre. Crearon canales para irrigar los terrenos y lograron que el trigo, su cosecha por antonomasia y la base de su dieta, crezca en abundancia. Gracias a este éxito inicial, las exportaciones de trigo se incrementaron y un nuevo contingente de galeses arribó al valle, creando la segunda colonia, Gaiman, en 1874. Con los años, las tierras que el estado argentino les había donado estaban ya totalmente ocupadas y se hizo necesario encontrar unas nuevas.

Rumbo oeste

Los galeses sabían por los indígenas –con quienes comerciaban asiduamente– que, al oeste de la colonia, cerca de la cordillera de los Andes, existían tierras parecidas a las de su nativa Gales, con abundantes lluvias, buenas pasturas, y por lo tanto mucho más aptas para el cultivo que las que habitaban en ese entonces. Algunos ya habían intentado llegar hasta allá a principios de 1884, pero las largas distancias y los peligros eran barreras casi infranqueables.

Por su experiencia en las expediciones anteriores, John Daniel Evans sirvió de baqueano al gobernador Fontana en el cruce de este a oeste del Chubut

Aquella primera expedición estuvo compuesta por cuatro galeses liderados por John D. Evans, un colono de 22 años que había desembarcado en la Patagonia en el primer contingente, con sólo tres años de edad. Después de meses de cabalgar, llegaron a la altura de lo que hoy es Gualjaina, pero la falta de víveres los obligó a volver. Mientras regresaban a la colonia, el grupo fue víctima de una emboscada indígena. Evans vio cómo sus tres amigos caían víctimas de las lanzas; taloneó su caballo con todas sus fuerzas para esquivar la redada, pero al llegar a un zanjón de casi cuatro metros, el animal frenó en seco. Viéndose acorralado, Evans le ordenó que salte. El caballo, entendiendo la premura de la situación, se lanzó al barranco cayendo de pecho, con sus cuatro patas extendidas. Se incorporó rápidamente, trepó el barranco y huyó con Evans mientras los indios los miraban alejarse desde el otro lado del zanjón. De allí en adelante, el lugar donde murieron los tres compañeros de Evans fue conocido como Valle de los Mártires.

Tumba del caballo Malacara, que salvó la vida de Evans en 1884, razón por la que el galés lo enterró en el parque de su casa

Unos meses después de su retorno al valle, el 16 de octubre de 1884, el senado nacional promulgó la ley que creaba los territorios nacionales, incluido el de Chubut. Se designó primer gobernador del territorio a Jorge Luis Fontana, un militar nacido en Patagones que había participado en la guerra de la Triple Alianza y que en ese entonces se encontraba explorando el territorio del Chaco.

Fontana llegó a la colonia en mayo de 1885 e inmediatamente comenzó a planear una expedición al interior del territorio para conocer mejor las tierras que gobernaría por los próximos 10 años. Los colonos vieron esto como una buena oportunidad para lograr descubrir el oeste chubutense y poder poblar las tan ansiadas tierras fértiles de las que tanto habían escuchado hablar a los tehuelches. Después de algunos rechazos de Fontana a emprender la expedición por falta de fondos y materiales suficientes, los propios galeses accedieron a financiar la campaña ellos mismos y a encargarse de sus víveres y transporte, con una tropilla de más de 100 caballos.

Expedición en marcha

En septiembre de 1885, con Fontana como líder, 29 hombres –en su mayoría galeses pero también alemanes, argentinos y un norteamericano– partieron en dirección a la Cordillera. Evans, gracias a su expedición previa al interior del Chubut, fue designado baqueano de la expedición. Los 29 hombres estaban todos armados con fusiles Remington, por los que se apodaron Los Rifleros del Chubut.

Grupo de Rifleros no identificados en Cwm Hyfryd (Valle Hermoso). 1888.

Al atardecer del 24 de noviembre, llegaron a un promontorio desde donde, a pesar de la niebla, divisaron el valle por primera vez. Comenzaron el lento descenso de 800 metros por la loma y al anochecer hicieron su campamento. Al día siguiente, en palabras de Evans, “nos levantamos todos muy temprano y a nuestro alrededor blanqueaba un espeso rocío, los galeses gritamos a toda voz: “wel dyma cwm hyfryd!” (¡Oh aquí un valle encantador!). Y los argentinos decían “¡qué valle hermoso!” y así se llamó.” Aquel día los galeses decidieron que allí, en Cwm Hyfryd o Valle Encantador, formarían su colonia en la Cordillera. Para conmemorar dicho suceso, en la loma desde donde descendieron los rifleros, Fontana izó por primera vez la bandera argentina.

Rifleros en la Casa de Gobernación de Chubut. 1885

A su vuelta, las buenas noticias de los exploradores entusiasmaron al resto de la colonia, que rápidamente comenzó a hacer los preparativos para una mudanza. Durante ese año, Fontana escribió a las autoridades en Buenos Aires describiendo la situación de la colonia, informando que ya no había más tierras por poblar y que el ganado que los colonos tenían debía ser trasladado por no contar con suficientes campos para mantenerlos. A raíz de esta situación y como premio a los esfuerzos de los colonos que financiaron y acompañaron la primera expedición de Fontana, el estado nacional autorizó al gobernador a otorgar una legua de territorio (poco más de dos hectáreas) a cada una de las primeras 50 familias que poblaran el nuevo valle.

Niños de las familias Morgan y Thomas en cañadón Garbón. 1908.

La segunda es la vencida

La fundación de la colonia cordillerana llegaría recién tres años más tarde, en la segunda expedición que lideró Fontana a la Cordillera, otra vez con Evans como baqueano. En febrero de 1888, arribaron al valle fértil y Fontana fundó oficialmente la Colonia 16 de Octubre, así llamada en honor a la fecha en la que fue sancionada la ley de territorios nacionales cuatro años antes. Los colonos inmediatamente comenzaron a mensurar las tierras, pero aquel tampoco sería el momento en el que se asentarían puesto que Fontana requería a los expedicionarios para seguir descubriendo las extensas tierras del territorio.

Valle Corintos, en la Colonia 16 de octubre

En septiembre, finalmente, Evans y otros comenzaron la épica mudanza desde el valle hacía la nueva colonia. La expedición estuvo integrada por 32 galeses y siete personas de otras nacionalidades, 160 caballos, vacas, perros de caza, ocho vagones, un carro de bueyes y un sulky. La marcha no fue nada fácil. Los caminos trazados para los vagones eran muy básicos y había que vadear varios cursos de agua con los pesados vagones cargados de materiales. Además, muchos de los pobladores no tenían experiencia haciendo largas travesías a caballo y tampoco conocían las inclemencias de aquellos paisajes. En la larga travesía, que duró casi dos meses, las dificultades que enfrentaron fueron muchísimas, incluyendo la nieve, los ataques de un puma, la destrucción del sulky y el carro de bueyes con toda la mercadería. Finalmente llegaron al valle a fin de año e izaron la bandera argentina por segunda vez.

Familia de George Hammond en la chacra de Hugh S. Pugh antes de iniciar un viaje de regreso a la Colonia 16 de Octubre desde Gaiman

Después de unos días de descanso, se pusieron a trabajar en establecer la nueva colonia, continuando la mensura de las tierras que habían comenzado a principios de aquel año. Luego dieron forma a un depósito que funcionaría como albergue comunitario para las familias que vendrían más tarde a asentarse. Pero al poco tiempo, un fuerte viento avivó las brasas del fuego que había dejado un visitante y arrasó con más de la mitad de la zona pastoril, incluyendo también el albergue. Si bien había que volver a empezar, los galeses no descuidaron su parte espiritual y en 1890 comenzaron a celebrar las primeras misas del valle.

Prosperidad y trabajo

El de 1891 fue un año clave en la colonia. Comenzaron a llegar las primeras familias y Evans consiguió un rústico molino que funcionaba a mano proveniente de Gales. Pero el molino requería de un gran esfuerzo para moler una pequeña porción de trigo y al poco tiempo Evans desistió de uso, acostumbrándose la colonia a vivir sin pan por mucho tiempo. Sin embargo, gracias a su perseverancia e inventiva, Evans se dio cuenta de que tenía que acudir a la fuerza motriz. Movió el molino hasta un arroyo y logró que el curso de agua impulsara el molino a la perfección. Así, podían moler cinco bolsas de trigo por día, algo que era más que suficiente para la población de la colonia 16 de Octubre.

Fiesta cívica en Trevelin. ca 1926.

Con las buenas cosechas de trigo en los años siguientes, el pequeño y precario molino que Evans había hecho funcionar pronto se volvió insuficiente. En 1896, viajó a Rawson y compró un segundo molino, de mayor capacidad y más moderno, que había pertenecido a Lewis Jones, uno de los precursores de la colonización galesa en la Patagonia. El nuevo molino funcionaba con un motor a vapor, por lo que Evans tuvo que obtener una concesión del gobierno para tomar agua del río Percey y así generar el vapor para impulsarlo. Este nuevo molino, con capacidad para moler tres toneladas de trigo por día, hacía dos tipos de harina, una fina y una más gruesa.

Cascada Valle Corintos en Colonia 16 de octubre

El 17 de octubre de 1904, el estado argentino ensanchó la colonia y decidió también que debía delinear un pueblo dentro de ella para establecer la soberanía argentina, siempre y cuando los colonos cedieran gratuitamente la tierra. Los colonos se negaron, pero sugirieron tres lugares que podían ser aptos: el valle de Nahuelpán, un campo en las cercanías de la laguna Zúnica y el valle de Esquel, que quedaba en los lindes de la colonia. Ya en 1879, el perito Moreno en sus viajes por la Patagonia había descrito el paradero de Esquel como “uno de los más lindos parajes que he visto en la Patagonia como punto poblable.” Evans mismo cuenta que al descubrir el valle en 1885, algunos galeses fueron hasta el valle de Esquel y volvieron maravillados, con los cascos de sus caballos llenos de frutillas.

El nacimiento de Esquel

Así fue como las autoridades argentinas decidieron que, en 1904, el entonces paraje de Esquel fuera el lugar para establecer la oficina de telégrafos que se comunicaría con Río Negro y de allí con Buenos Aires. Al poco tiempo le siguieron la comisaría y el juzgado de paz y, para 1911, se estableció la comisión de fomento del pueblo. Al ser cabecera del Departamento Futaleufú, Esquel tendría la autoridad legal sobre la Colonia 16 de Octubre, que aún no tenía un pueblo propio.

Escuela de la Colonia 16 de Octubre, ca 1902.

No obstante, gracias a la importancia del molino de Evans en la vida económica y social de la colonia y de todo el oeste chubutense, en 1918 tres colonos donaron tierras en las inmediaciones del molino para la creación del ejido urbano. En 1927, con el establecimiento de la comisión de fomento (la cual Evans integraría), el pueblo dejaría el nombre Colonia 16 de Octubre para pasar a llamarse Trevelin, es decir, “Pueblo del Molino” en galés.

El éxito del trigo galés y el molino de Evans traerían nuevos inmigrantes y un éxito económico considerable a la colonia. Ya para ese entonces, Evans recibió nuevos capitales y transformó al molino en sociedad en comandita llamada Molino Andes, Juan D Evans y Cía SC. Luego de que la sociedad adquiriera nueva maquinaria, el 3 de mayo de 1930, El Libre del Sur, un periódico local fundado en 1924, expresaba que “la harina que hoy elabora el molino de referencia es de una calidad especial y una blancura nunca igualada hasta la fecha”.

Molino Andes y Cia

El ocaso de una era

En 1945, el molino alcanzaría el pico de su producción. Pero, paradójicamente, la suerte de la sociedad cambiaría a partir del 25 de mayo de ese año, cuando Esquel recibió su primer tren procedente de Ingeniero Jacobacci, la famosa Trochita. Aunque en muchos aspectos el arribo del tren fue positivo para el desarrollo de la zona y la exportación de muchos productos locales, como ganado o madera, la industria harinera sufrió notablemente. Esto se debió principalmente al bajo costo de la importación de harina producida por las grandes compañías cerealeras de capitales internacionales, principalmente Bunge y Born. Esto, sumado a los planes económicos del gobierno nacional a partir de 1946, que favorecieron el desarrollo ganadero más allá de la zona pampeana, hizo que fuera más rentable sembrar los campos chubutenses con alfalfa y no con trigo. Frente a estos drásticos cambios, el molino no pudo competir y debió cerrar sus puertas en 1959. En el sitio, que aún se conserva, funciona desde 1971 el Museo Regional de Trevelin.

Jacob Morgan y Daniel Evans con familiares, Esquel, ca 1920.

La muerte de Evans en 1943 y el fin del molino en 1959 no significaron el fin de Trevelin. El pueblo es hoy un codiciado destino turístico gracias a la belleza de su paisaje y de su herencia galesa, la cual aún perdura en muchas manifestaciones culturales. Su cercanía con el aeropuerto de Esquel significa que ya no hay que planear largas expediciones a través de la soledad y el peligro del valle para llegar a ver el fértil valle. Así, en gran parte debido al sacrificio y determinación de los colonos galeses que lograron superar mil escollos tanto en la costa como en la cordillera chubutense, es que hoy argentinos y extranjeros podemos disfrutar de aquel bello lugar, con justicia llamado Cwm Hyfryd.

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