La minería es un sector que quiere volver a resurgir en la Argentina como en décadas pasadas. Y entre todos los minerales que hay en el país, el cobre es el que más expectativa genera, luego de que se dejara de producir en 2018, cuando cerró Bajo la Alumbrera, en Catamarca.
En este contexto, la empresa suiza Glencore pica en punta para revivir la producción en cobre con dos proyectos Mara, ubicado cerca de donde operaba anteriormente Alumbrera, y El Pachón, en San Juan. “Estamos viendo el resurgir de la minería en Argentina. Para Glencore, el país es un lugar de muchísimo potencial. En gran medida, nuestro crecimiento planeado en cobre viene del desarrollo de estos proyectos», dijo Martín Pérez de Solay, CEO local de la compañía, durante el Foro Argentino de Inversiones.
El ejecutivo expuso con claridad por qué la minera suiza ve en la Argentina una de las mayores oportunidades para el desarrollo del cobre a nivel global. El contexto internacional, los precios del mineral y el potencial inexplorado del país configuran una coyuntura que, según el ejecutivo, puede transformar a la minería local en una nueva locomotora económica.
Hoy el mundo demanda entre 25 y 26 millones de toneladas de cobre por año. Chile, líder indiscutido del sector, produce alrededor de 6 millones, con un precio promedio histórico de US$3,20 por libra. Sin embargo, el escenario cambió: el valor ronda actualmente los US$4 o US$4,20, lo que refleja una fuerte presión de la demanda.
La razón es simple: el cobre es el conductor eléctrico más eficiente después del oro y la plata, pero a diferencia de ellos, es accesible y masivo. Se utiliza en la llamada “última milla” eléctrica, en autos eléctricos, en energías renovables y en la creciente infraestructura de los data centers.
El problema es que el reciclado resulta limitado: extraer cobre usado exige desarmar ciudades enteras, ya que está oculto en paredes y cañerías. A esto se suma que las nuevas necesidades de electrificación hacen prever un salto de la demanda global: de los 26 millones de toneladas actuales a más de 35 millones en menos de una década.
“Eso genera un gap de casi 5 millones de toneladas para 2035. Es un 20% del mercado que no sabemos de dónde se va a producir de aquí a diez años”, advirtió Pérez de Solay.
Mientras Chile y Perú buscan extender la vida útil de minas maduras, y la República Democrática del Congo ya agotó gran parte de sus nuevos descubrimientos, la Argentina aparece como un jugador fresco.
“Tenemos la belleza y la frustración de que no producimos cobre. Todo lo que pongamos en el mercado es incremental”, señaló el CEO. Según sus cálculos, los siete proyectos en estado avanzado de exploración en el país podrían aportar 2 millones de toneladas en apenas una década. “Ningún otro país puede sumar esa cantidad tan rápido”, agregó.
La historia local muestra un retroceso: la mina Alumbrera dejó de producir en 2018, cuando los precios rondaban los US$3, y desde entonces no hubo reemplazo. Sin embargo, el contexto cambió. Los proyectos Mara y El Pachón son el emblema del resurgimiento. Ambos fueron presentados por Glencore al Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), con desembolsos estimados de US$4000 millones y US$9500 millones, respectivamente, solo en sus primeras fases. El Pachón, incluso, podría escalar hasta los US$20.000 millones en distintas etapas.
El atractivo del RIGI es clave: otorga estabilidad fiscal y acceso al mercado cambiario, reduciendo la brecha que antes dejaba al país en desventaja frente a Chile y Perú. Mientras que allí la participación del Estado en la renta minera se ubicaba en torno al 45%, en la Argentina superaba el 65%. “Hoy el régimen balancea la cancha. Estamos en condiciones similares a nuestros competidores”, explicó el directivo.
La ventaja local es doble. Por un lado, Mara puede comenzar a producir antes, al reutilizar la infraestructura de Alumbrera, con horizonte hacia 2031. El Pachón, más ambicioso, apunta al período 2033/2034. Por otro, la entrada de capital no se limita al cobre: arrastra modernización ferroviaria, inversión en energía y obras de infraestructura, como los nuevos puentes que está construyendo la empresa en San Juan para facilitar el acceso al yacimiento.
Glencore no es la única interesada. Según Pérez de Solay, cada vez más grandes compañías mineras, e incluso inversores estatales de Asia y Europa, evalúan incorporarse a estos proyectos. La magnitud de las inversiones —estructuradas a plazos de 5 a 7 años de construcción y 30 o más de producción— exige socios múltiples y financiamiento multilateral. “Estos son transatlánticos. Una vez que zarpan, siguen su rumbo por décadas. No se toman decisiones todos los días, son apuestas estratégicas”, graficó el CEO.
La visión de largo plazo también redefine a la minería en la Argentina. “Lo que estamos viendo es el resurgir de la minería industrial. En Catamarca empezó antes que en Chile. Hoy, con los precios altos, los incentivos adecuados y los proyectos avanzados, la Argentina ocupa un lugar prioritario en nuestra estrategia de desarrollo”, afirmó.