El “rey de las tintas”. El varietal más clásico se toma revancha en el mundo del vino argentino

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Hoy que la Argentina es sinónimo de Malbec, es bueno recordar que hasta no hace mucho tiempo otra cepa era la que ocupaba ese lugar de “gran vino tinto”. A fines de los 60, Saint Felicien fue pionero en poner en su etiqueta el nombre de un varietal, y ese primer nombre fue Cabernet Sauvignon. En el ir y venir de las modas, el llamado “rey de las tintas” parece estar de regreso. Y con gloria. No para sacarle el lugar de variedad insignia al Malbec, sino para demostrar por qué muchos de los grandes vinos del mundo – ya sea en Burdeos como en California, en Chile como en Italia – tienen como columna vertebral al Cabernet Sauvignon.

“El Cabernet Sauvignon se destaca por su versatilidad, porque siempre, en cualquier lugar, da vinos muy completos y complejos que han hecho que, a través de la historia, muchos de los considerados grandes vinos del mundo sean de esta variedad”, afirma José Morales, enólogo de Huentala Wines.

A diferencia de otras variedades más “transparentes al terroir” como el Malbec, en las cuales los aromas y sabores cambian significativamente de una región a otra, el Cabernet tiende a expresar su tipicidad en cualquier lugar. Así, un Cabernet de Salta va a ser tan fácil de reconocer en la copa como uno de Mendoza (después, obviamente, cada región aportará caracteres secundarios distintivos).

Chateau Lafite Rothschild, íconico vino tinto basado en el Cabernet Sauvignon

Ahora, ¿qué esperar de un Cabernet? “Es una variedad de piel gruesa, con mucho tanino y gran estructura, lo que le da gran potencia de guarda –responde Juan Roby, enólogo de Lagarde Wines–. Sus aromas y sabores son agradables y característicos de la variedad: notas a hierbas y a pimiento, que puede ser verde o muy maduro. También fruta, especias y pimienta negra”.

Sobre esta base, lo que aportan ciertos terruños es un mayor potencial para elaborar exponentes de alta gama. “Lo estamos viendo sobre todo en zonas altas y frescas”, aporta a modo de ejemplo Morales.

El mayor conocimiento del comportamiento de la variedad en las distintas zonas es, según Roby, una de las causas del salto en calidad que ha dado el Cabernet en los últimos años: “Mientras que zonas nuevas de alturas y suelos diferentes permiten obtener materia prima de excelente potencial, puntos de madurez más precisos a la hora de la cosecha y manejos en bodega más suaves y delicados dan cuenta de un mejor manejo en torno a la elaboración de esta variedad”.

Y todo eso se traduce en la aparición de grandes Cabernets de clase mundial. Sin embargo, la escena local del Cabernet es bastante paradojal: al mismo tiempo que avanza en calidad, caen en picada tanto la superficie plantada en el país (se contrajo un 16,4% en el periodo 2015-2024) como sus ventas al exterior (menos 42,8% en ese mismo periodo). Pero a pesar del viento en contra, no deja de ser la cuarta variedad más plantada en la Argentina y el segundo varietal más exportado, después del Malbec.

Viñedo de Cabernet Sauvignon

Jugador de toda la cancha

El Cabernet Sauvignon atraviesa todas las gamas de precio en la Argentina. Aunque es cierto que no es tan fácil encontrar buenos Cabernets a precios módicos como sí ocurre con el Malbec, que los hay, los hay. Algunos destacables ejemplares de entrada de gama –entre los 4000 y los 15.000 pesos– son, de menor a mayor precio, Reserva de los Andes, Los Haroldos Reserva, Zorro Salvaje, Finca Magnolia Orgánico, Putruele Estate Bottled y Altasur. Vinos de buena factura y tipicidad varietal, ideales para la mesa numerosa del asado o la picada, y para el día a día.

Un peldaño más arriba, entre los 15.000 y los 30.000 pesos, es posible encontrar Cabernets que comienzan a expresar algunas particularidades de los terruños de donde provienen; tambien, un poco más de estructura. Allí están El Esteco Blend de Extremos de los Valles Calchaquíes, el Particular de Bodegas Bianchi, proveniente de un gran terruño para el Cabernet como es San Rafael, y los mendocinos Salentein Numina y La Mascota, de Valle de Uco y Cruz de Piedra, respectivamente. Son todos vinos muy gastronómicos, que se prestan a jugar con sus posibles maridajes.

Palabras mayores son clásicos establecidos como el Lagarde Primeras Viñas ($65.000), Pulenta Estate Gran Cabernet Sauvignon ($95.000) o Tacuil ($95.000), grandes vinos que hacen gala del potencial de guarda de la variedad. Un recién llegado a esta franja es Universo Paralelo ($60.000), que lanzó el año pasado Bodegas López.

Finalmente, están los íconos indiscutibles. Estiba Reservada, de Catena Zapata ($450.000), es uno de los grandes vinos de guarda de la Argentina, que despeja cualquier duda de por qué el Cabernet es apodado con un título de la nobleza. También La Linterna Finca Las Mercedes ($115.000), un gran cafayateño de Bemberg Estate Wines. A esa liga acaba de ingresar León ($124.000), de Luigi Bosca, que a contracorriente de los súper trendy “vinos de parcela” en su etiqueta solo declara “Mendoza” como procedencia.

Beber con moderación – Prohibida su venta a menores de 18 años

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