El salón dorado: un juego armado por una sociedad sin piedad

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El salón dorado. Versión del cuento de Manuel Mujica Lainez de Marcelo Zapata y Oscar Barney Finn. Intérpretes: Malena Figó, Mercedes Fraile, Lucila Gandolfo. Vestuario: Isabel Zuccheri. Planta escénica: Oscar Barney Finn. Iluminación: Claudio Del Bianco. Música: Rafael Delgado. Dirección: Oscar Barney Finn. Sala: Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815. Funciones: jueves a domingos a las 18. Nuestra opinión: muy buena.

En 1981, los directores cinematográficos Alberto Fischerman, Ricardo Wullicher y Oscar Barney Finn dieron a conocer De la misteriosa Buenos Aires, una película en la que recreaban tres cuentos del libro de Manuel Mujica Lainez, Misteriosa Buenos Aires (1950). El autor va relatando allí historias breves que muestran ciertas zonas oscuras de la ciudad y sus habitantes en diferentes períodos, desde su fundación.

Los cuentos recreados en el film son, en este orden, El hambre, La pulsera de cascabeles y El salón dorado. Este último estuvo interpretado por Eva Franco, Julia von Grolman, Graciela Dufau y Aldo Barbero.

En este nuevo acercamiento al cuento, Marcelo Zapata y Oscar Barney Finn parten de aquel guion original concebido por Barney en la década del 80. En él se profundizaba en el tiempo histórico en el que transcurre la acción (fines del siglo XIX y principios del XX), destacando algunos movimientos políticos que fueron determinantes en el desarrollo del país. En la trama se diseñan, además, unos personajes de cualidades muy fuertes, que pintan muy claramente las características de cada una de las mujeres que habitan una mansión ubicada en la calle San Martín y en la que, con el correr de los años, van aconteciendo una serie de sucesos inesperados.

El salón dorado, en el Teatro Cervantes

La dueña de casa (doña Sabina) es una aristócrata convencida de que por ser adinerada no solo podrá lograr una alta posición social, sino además un poder inquebrantable sobre las personas que están a su servicio. Sobre todo con la fiel ama de llaves (Ofelia) que sufre en silencio sus constantes reclamos y su sobrina (Matildita), una joven huérfana a quien no ha tenido más posibilidades que recibir y a la que despreciativamente denomina “ratita gris”.

Una prolongada enfermedad afecta a Sabina y su médico aconseja que la trasladen al salón dorado de la residencia. Allí transcurrirán sus días sin tomar contacto con los otros habitantes de la casa, excepto con Ofelia. El carácter altanero de la mujer no hará más que agravarse con el paso del tiempo, sin darse cuenta que fuera de su habitación va tomando forma un nuevo país que, por cierto, no incluye a personas como ella.

Una profunda crisis económica familiar llevó a Matildita a vender cuantos objetos y cuadros valiosos decoraban la mansión y, hasta se vio obligada a alquilar las múltiples habitaciones a pequeños comerciantes, a cambio del pago de una renta que ayudó a las tres mujeres a vivir con cierta dignidad, hasta la inesperada muerte de la muchacha.

En el salón dorado del Teatro Nacional Cervantes, recientemente acondicionado, se concreta el montaje de esta producción que, por un lado, expone una magnífica resolución espacial, posibilitando que el espectador reconozca la nobleza de la recuperación arquitectónica pero, también, Barney abre los cortinados que dan al pasillo de los palcos altos de la sala María Guerrero, lo que permite tomar contacto con el lugar de manera plena y en el que la pequeña y dura historia de Mujica Lainez se desarrolla en un clima por momentos asfixiante.

Mercedes Fraile (Sabina), Lucila Gandolfo (Ofelia) y Malena Figó (Matildita) en El salón dorado, en el Teatro Cervantes

Oscar Barney Finn consigue que durante 60 minutos una tensión sostenida alimente el drama. Lo logra obteniendo que sus actrices expongan una muy interesante evolución a la hora de hacer crecer a esos personajes. No importa, a veces, lo que hagan o lo que digan, sino que la expresividad de sus cuerpos se torna determinante a la hora de comprender algunos hechos inesperados que las movilizan.

Mercedes Fraile (Sabina), Lucila Gandolfo (Ofelia) y Malena Figó (Matildita) recrean a esas mujeres aportándoles los rasgos precisos que el narrador primero y los dramaturgos luego, han buscado recuperar para que la obra (literaria y/o teatral) trascienda a través de ellas.

Quizá no importe tanto esa historia pequeña que se cuenta, sino la realidad de esas criaturas que participan de un juego armado por una sociedad que no tendrá piedad a la hora de dejarlas solas y extremadamente desprotegidas.

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