“El show del horror de Hollywood” y otros escenarios extremos para la economía audiovisual

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Un gráfico con dos ejes: el horizontal representa el avance del cambio tecnológico; el vertical, el grado de aceptación de la sociedad a esa nueva propuesta. En el cuadrante derecho de arriba se conjuga un escenario de disrupción extrema: la IA pone quinta a fondo y el público recibe y adopta las novedades de manera masiva.

El experto en economía de la atención Doug Shapiro hizo este ejercicio para el mediano plazo para el negocio de la producción audiovisual y llamó a este cuadrante superior derecho “Hollywood Horror Show”: show del horror de la meca del cine, aunque vale para canales de TV, estudios, estrellas de Only Fans y redes, y productores de videos en general.

En términos muy estilizados, contó Shapiro a LA NACION meses atrás, el gran dato de disrupción en la economía de la atención en los últimos 25 años fue que cayeron casi a cero los costos de distribución de contenidos, con internet. Aquí las historias increíbles se multiplican, como la de Mr. Beast, tal vez la máxima estrella que haya generado YouTube, a quien el diario The Guardian llamó en un perfil “El Mozart de la Economía de la Atención”. Mr. Beast es Jimmy Donald, un joven e 27 años que pasó de filmarse en su habitación comentando sesiones de Minecraft a tener 400 millones de suscriptores en YouTube, con lo cual se convirtió en un ícono de la tendencia a costos de distribución cero. Lo que está sucediendo con la revolución de la IA generativa (IAG) es el mismo proceso que pasó con la distribución, pero ahora con los costos de producción.

En un reciente informe titulado : “Cuán lejos llegará el video con la IA”, Shapiro se pregunta si esto realmente ocurrirá: “¿Será posible que pronto dos adolescentes en su habitación de una facultad hagan el próximo Avatar? ¿O la IAG es otra tendencia naif del determinismo tecnológico de Silicon Valley, que asume que todo lo que es técnicamente posible es inevitable, sin tener en cuenta ‘detalles’ como las leyes, las regulaciones, la ética y la demanda de los consumidores?”.

Shapiro cree que la realidad caerá en algún punto intermedio de esta matriz de dos por dos. La tecnología de video por IA avanzó enormemente en los últimos dos años, y mucho más en lo que va de 2025. Se estima que los costos que no dependen del talento humano (se dejan afuera pagos a actores, directores y demás) para hacer una megaproducción en Hollywood cayeron de un millón de dólares por minuto a 20-30 dólares por minuto. Según Jason Anderson, un director creativo y experto en estrategia digital que vive en Londres, estamos a entre 12 y 24 meses de superar el “Test de Turing audiovisual”: el umbral a partir del cual los videos generados por humanos serán indistinguibles de aquellos sintetizados. “Creo que no estamos preparados como sociedad para lo que esto significa. Es algo que va más allá de las ‘deep fakes’, es algo que plantea inquietudes a nivel existencial”, dice Anderson.

Para Shapiro, un escenario de aceptación humana masiva ni siquiera requiere que los videos generados por IA sean perfectos. Hoy cuando vemos una película o una serie firmamos un pacto tácito por el cual tomamos esa abstracción como una realidad. Hasta un documental o una foto son también abstracciones, con lo cual un pacto similar con películas y series hechas con IA implicarían movernos en el mismo gradiente de aceptación, sostiene el experto. En este sentido, no hay nada “nuevo” ni ningún obstáculo insalvable para cruzar.

En un nivel aún más profundo, ya en el campo de las neurociencias y de la filosofía, una corriente creciente de investigadores sostiene que eso que llamamos “realidad” es una construcción de cada mente, porque tenemos un “cerebro predictivo” que va llenando los baches con la información que espera encontrar, explica a LA NACION la neuróloga Lorena Llobenes. Muchos estudios vienen demostrando que los inputs de nuestra corteza visual provienen de nuestros modelos ex ante de cómo vemos el mundo, y no de datos que lleguen a través de la visión.

Pero volvamos a la economía. ¿Qué significan todas estas especulaciones para los negocios de contenidos? Más allá de las dos variables estilizadas de Shapiro (avance de la tecnología y aceptación del público), luego hay que ver si prevalecen modelos de negocios que hagan rentables y generen incentivos sustentables a estos equilibrios. Y esto no es algo trivial.

Al fin y al cabo, la economía de la atención está llena de sesgos y fallas de mercado; y es tremendamente desigual: un equivalente al “coeficiente de Gini” para la riqueza en este mundo, que economistas bautizaron como “coeficiente de Kardashian” (por las hermanas modelos y estrellas de Instagram), reveló que es mucho más difícil ser exitoso en las redes que con un negocio en la vida real.

No lo percibimos así porque en LinkedIn e Instagram todos somos fabulosos, pero en la realidad los Mr. Beasts son poquísimos. La oferta en lo que se conoce como “la economía de la pasión” tiende a infinito. De hecho hay un género interesante de 2025: los videos de “renuncia” a YouTube de influencers famosos, con más de cinco millones de seguidores, a los que no les terminan de dar los números; o están al borde del burn out por cansancio. ¿Cómo se llama un grupo de hombres con crisis de mediana edad? “Un podcast”. Según la periodista Samhita Mukhopadyay, postear regularmente en LinkedIn, IG, X y otras plataformas equivale a “ingresar en la pasantía ad honorem más masiva de todos los tiempos”.

Otro punto: cuando todo cambia tan rápido y la realidad que nos rodea se vuelve más compleja en tantos órdenes de magnitud (como diría Nassim Taleb: vivimos en Extremistán), los pronósticos se vuelven mucho menos obvios y hay que tener cuidado con las extrapolaciones lineales, al estilo matriz de dos por dos. Un caso de “cisne negro” en este sentido (algo que nunca podría haber pasado según las probabilidades que podían calcularse ex ante) es lo que está sucediendo con la extensión promedio de los videos que se consumen.

Según el analista de negocios culturales y divulgador Ted Gioia, los contenidos culturales están tendiendo a ser más extensos, incluidos los videos online. En particular, Gioia observa que el número de videos de más de 20 minutos subidos a YouTube aumentó de 1,3 millones a 8,5 millones en sólo dos años. También menciona que las canciones populares se alargaron (los hits del Billboard aumentaron su duración en unos 20 segundos y varios superaron los 5 minutos), y que los libros y álbumes están siguiendo la misma tendencia.

Una particularidad final de la complejidad: no se requieren escenarios radicales para producir resultados radicales. Es justamente una característica de los sistemas complejos: podemos estar ahora frente a un punto de inflexión de la economía de la atención, sin que nos demos cuenta.

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