El sucesor de Pedro después de Francisco

admin

En 2005 le entregué una carta al cardenal Jorge Mario Bergoglio, que era mi arzobispo. Le decía que en 1978 vino un papa del Este y que era tiempo de que llegara uno del Sur. Fue elegido Benedicto XVI, quien completó una época de papados surgidos en Europa central. Después de su lúcida renuncia el 11 de febrero de 2013, expresé en privado y en público que el sucesor, si salía de América Latina, iba a ser Bergoglio. Mantuve mi opinión hasta la elección de Francisco, como escribí en la nacion el 20 de marzo de ese año, el día siguiente al inicio de su pontificado.

En octubre de 2012 fui experto en el Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización. Me llamaron la atención las intervenciones del filipino Luis Tagle y el maltés Mario Grech. Hoy están a cargo de organismos decisivos de la Santa Sede: el dicasterio para la Evangelización y la secretaría del sínodo. Francisco, en la reforma de la curia romana, puso en primer lugar el organismo para la evangelización y pasó al segundo el de la doctrina de la fe. Si la Iglesia existe para evangelizar, prima anunciar el Evangelio a todos y no sólo cuidar la doctrina de los creyentes.

Cuando volví de aquella asamblea le escribí a Bergoglio sobre esas dos figuras emergentes, y le trasmití mi percepción de que en la Iglesia estaba soplando el Viento de Dios desde el Sur. Con humor negro, me dijo que me cuide porque una sudestada fuerte me haría volar por los aires. Sin embargo, el Espíritu sopló y a los tres meses fue elegido papa, el primero del sur del Sur. Muchos no contaron a Bergoglio entre los papables. En medio de los ataques que sufrió desde Roma y en la Argentina, el obispo porteño fue conocido por tres sucesos: el sínodo de 2001, donde reemplazó al relator, el arzobispo de Nueva York; el cónclave de 2005, porque el cardenal Carlo Martini lo sugirió y tuvo muchos votos detrás de Joseph Ratzinger; en 2007, cuando presidió la comisión redactora del Documento de la Conferencia episcopal de Aparecida. Pese a eso, el director del L’Osservatore romano me dijo que no estaba entre las 20 biografías preparadas.

Nadie sabe cómo disciernen los cardenales y siempre hay “tapados”. Entre otras cosas deberán evaluar la vida y la muerte de Francisco, el impacto de los funerales, el reconocimiento global, el llanto de los pobres. No soy vaticanista ni leo blogs. Pero, luego de tantos sínodos y reuniones, me animo a nombrar cardenales con el condicional que puse en 2013: “si sale de… sería…”

Un cónclave elige el sucesor de san Pedro, no el heredero del último papa. En 2013 Francisco me dijo: “Soy solo un eslabón de una larga cadena”. En su reciente libro Esperanza. La autobiografía, escribió: “Soy solo un paso”. Pero su estilo pastoral y su magisterio abierto dejan una gran huella. Me gustaría que el Obispo de Roma se llame Francisco II, Juan XXIV o Pablo VII. La red internacional anti Francisco opera con todo su poder. Divulga que es un duelo entre conservadores y progresistas, y postula a Robert Sarah, Raymond Burke, Gerhard Müller, que nunca serán elegidos. Su vocero agresivo, Carlo Viganó, afirmó: “El Concilio Vaticano II fue el cáncer, Francisco es una metástasis”. Como ese grupo ideológico es minoritario, candidatea supuestos moderados: Péter Erdó de Hungría, Albert Ranjith de Sri Lanka, Anders Arborelius de Suecia.

El cónclave deberá decidir a qué ritmo continúa la reforma sinodal y misionera de la Iglesia, quién puede seguir el diálogo misericordioso con el mundo, de qué continente conviene que sea el papa. No es una cuestión geográfica, sino que implica el rol del sur global en la Iglesia del futuro. Hay que elegir alguien con personalidad propia y pertenencia geocultural. Si se prefiere un cardenal asiático, conviene que sea de Filipinas, el tercer país con población católica después de Brasil y México. Luis “Chito” Tagle –con quien compartí jornadas desde 2014– fue arzobispo de Manila, tuvo un abuelo chino budista, encarna el diálogo interreligioso, es el único papable que integró la Comisión Teológica Internacional, tiene un enorme carisma para predicar y comunicarse con los jóvenes. Entre los cardenales latinoamericanos están Luis Rueda de Bogotá y Sergio da Rocha de San Salvador de Bahía. De Norteamérica procede Robert Prevost, que fue obispo en el Perú y preside el dicasterio para los obispos; en Quebec está Gérald Lacroix.

África es el continente donde el catolicismo crece más. En la última asamblea sinodal sobresalió Cristóbal López, obispo en Rabat, Marruecos, que vivió en Paraguay. Dos europeos no italianos se destacaron en el último trienio: Jean-Marc Avelin de Marsella, nacido en Argelia, comprometido con los migrantes y el diálogo tricontinental en el Mediterráneo; José Tolentino, prefecto de Cultura y Educación, de un diálogo exquisito con la cultura actual. También el español Ángel Fernández Artime, vice de la hermana Simona Brambilla en el dicasterio para consagrados.

Algunos quieren un papa italiano y proponen al secretario de Estado Pietro Parolin, exnuncio. Argumentan que la Iglesia no debe abandonar a Europa en su crisis, el escenario mundial requiere un papa diplomático y sería un moderado que pondría orden. Nombran a Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, miembro de san Egidio, con perfil pastoral; y a Gianbattista Pizzaballa, joven patriarca latino de Jerusalén. No mencionan a Roberto Repole, arzobispo de Turín, que presidió la Asociación Teológica Italiana. Es uno de los obispos nombrados en esta década con 55 años, como en Buenos Aires y Madrid, y uno de los cardenales jóvenes, como Francis Leo de Canadá, José Cobo de España, Francois Bustillo de Francia, o Giorgio Marengo en Mongolia.

Si se desea avanzar rápidamente en el proceso sinodal, la figura es Mario Grech de Malta, secretario del Sínodo. Con él y el relator Jean-Claude Hollerich, de Luxemburgo, trabajé desde 2021. Los temerosos antisinodales los consideran progresistas, una palabra que ya carece de significado en el ámbito eclesial. No saben que Francisco, en el hospital Gemelli, aprobó una agenda que lleva a una asamblea sinodal mundial en 2028 y que Grech ya la comunicó a todos los obispos.

Nomen est omen. Nombre es misión. El papa jesuita eligió el nombre del Poverello, que tiene una gran potencia renovadora. En 2013, en Asís, recordó la unión de san Francisco con Jesús y la misión que se le encomendó: repara mi casa. Expuso tres rasgos de su carisma: el amor a los pobres desde su abrazo a la Señora Pobreza; el ideal pacificador cifrado en el lema Paz y Bien; la fraternidad universal expresada en el Canto de las creaturas. O sea, la identificación con Cristo, la reforma de la Iglesia, el amor a los pobres, la lucha por la paz, la defensa de lo creado.

Con ese nombre el papa latinoamericano marcó tres prioridades: la dignidad ante la desigualdad, la paz contra la violencia, el cuidado de la casa común. Entonces se capta mejor la “encíclica” de sus gestos: vivir pobremente, abrazar a todos, promover el encuentro, defender a los migrantes, nombrar mujeres, conversar con jóvenes, animar el diálogo ecuménico e interreligioso.

Un día me dijo: durante la persecución nazi Pío XII destinó casas religiosas para los refugiados y convirtió al palacio de Castel Gandolfo en hospital para judías embarazadas. Si el cuarto del papa fue la sala de partos, ¿cómo voy a ir ahí de vacaciones? Y lo volvió un centro histórico.

El futuro obispo de Roma encontrará una Iglesia con doscientos millones de bautizados más que en 2010, en una humanidad muy frágil y un mundo globalizado y fragmentado. Deberá ser místico y profético, tratar de incluir a todos, escuchar mucho, ser compasivo, trasmitir esperanza, luchar contra los abusos, enseñar con su austeridad, gobernar colegial y sinodalmente, comunicar el Evangelio atrayendo, no conquistando. Si es del sur, podrá avanzar hacia una Iglesia más intercultural. Si no lo es, debería situarse en las periferias para comprender al mundo entero.

El sucesor de Pedro es llamado a amar a Jesús, Buen Pastor, y servir a su pueblo. Él es el Dios–Hombre, “aquel que nos amó” (Rm 8,37), como se titula la última encíclica. El cristianismo cree, con san Juan, que “Dios es Amor (1 Jn 4,8), y enseña, con San Pablo, que “lo más importante es el amor” (1 Co 13,13). Con sus límites, Francisco manifestó la tierna humanidad de nuestro Dios.

Presbítero. Miembro de la Comisión Teológica Internacional y de la Academia Pontificia de Teología

Deja un comentario

Next Post

89-103. Los Warriors silencian Houston en el séptimo partido

Redacción Deportes (EE.UU.), 4 may (EFE).- Los Golden State Warriors asaltaron este domingo el Toyota Center de Houston hundiendo en una auténtica pesadilla a los Rockets a los que vencieron 89-103 en el séptimo partido de la serie impulsados por los 33 puntos de un desatado Buddy Hield. Los Warriors […]

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!