En una iniciativa que se replica, Fundación La Nación aprovecha particularmente la celebración del Día del Niño para difundir mensajes de menores que se encuentran en convocatorias públicas de adopción. Cientos de chicos que viven en hogares, muchos enfrentando profundas vulneraciones de sus derechos, sueñan con encontrar una familia.
Haber cumplido más de 13 años prácticamente anula de forma drástica sus chances de ser adoptados. De los más de 1100 legajos activos de parejas (70%) o personas solteras (30%) el 84% está dispuesto a recibir a niños de hasta 3 años. Un 26% accederá a ahijar a chicos de 7 años, y apenas un 2% a preadolescentes de 12 años.
El 70% de quienes se inscriben en el Registro Único de Postulantes a Guarda Adoptiva busca un solo niño; un 29% a dos hermanitos y apenas el 1% a tres. Solo un 13% de los candidatos a prohijar aceptarían a un niño con alguna discapacidad o enfermedad. Todo esto conduce a que muchos niños deban esperar años para ejercer su derecho a vivir en familia.
Leer cada carta, escrita por ellos o en su nombre por quienes los cuidan, es conocer sus gustos y sus sueños. Está comprobado que, ante un caso concreto, las respuestas se activan con mayor facilidad y que las convocatorias públicas amplifican las probabilidades de encontrar una familia. Afortunadamente, las historias con final feliz se repiten y rompen con el mito de que el trámite es difícil y engorroso. Adoptar a niños que ya no son bebés plantea desafíos diferentes pero un mismo compromiso para toda la vida. Los testimonios de al menos una decena de familias surgidas de las convocatorias difundidas por Fundación La Nación confirman que valió la pena.
Para muchos, abrirse a la posibilidad de adoptar implica haber transitado el duelo de no llegar a la paternidad biológica. Desarrollar los vínculos y aceitar la convivencia lleva tiempo. Sin lugar para nuevos abandonos, el premio se disfruta y se comparte.
Todos los medios del Estado deben ponerse al servicio de estas causas. Todos tenemos derecho al amor de una familia. Hacerlo posible es una responsabilidad compartida.