La brecha de género en las empresas españolas persiste de forma notable, ya que apenas un 22% de las mujeres acceden a puestos de máxima responsabilidad, mientras que su presencia sigue siendo mayoritaria en las nuevas contrataciones. Así lo revela el Esade Gender Monitor 2025, que se presenta este jueves y que pone de manifiesto que, a pesar de los avances logrados en las últimas décadas, los obstáculos estructurales mantienen vigente la desigualdad.
El informe subraya el fenómeno conocido como “la caída hacia la cúpula”, que describe cómo disminuye progresivamente el porcentaje femenino a medida que se asciende en el organigrama. En sectores como la salud o los servicios, las mujeres constituyen el 67% de las nuevas incorporaciones, pero solo alcanzan el 36,7% en la alta dirección. Por su parte, el sector financiero presenta menores diferencias: el 48% de las nuevas contrataciones son mujeres, frente a un 21% que logra llegar a la dirección.
Según el estudio, “mucho talento opta por estabilizarse en niveles de responsabilidad intermedia, mientras que las condiciones estructurales de la alta dirección continúan asociadas a hiperdisponibilidad, visibilidad constante y una logística de cuidados que no se redistribuye al mismo ritmo”.
Obstáculos estructurales que impiden el ascenso de las mujeres
Las barreras que frenan el avance femenino en la carrera profesional aparecen claramente identificadas en el estudio. El 28% de las encuestadas cita como principal freno la falta de redes informales, es decir, grupos de relaciones personales y profesionales no oficiales dentro de la empresa, formados sobre todo por compañeros y superiores que comparten información, contactos y recomendaciones fuera de los canales formales o jerárquicos y que resultan fundamentales para acceder a oportunidades.
A esto le siguen las exigencias de disponibilidad, que chocan con las tareas de cuidados familiares (17%), la ausencia de referentes en cargos de decisión (17%), y una cultura empresarial que da por hecho que las mujeres con hijos estarán menos comprometidas con su trabajo (15%).
Las mujeres han de renunciar: al puesto o a su vida personal
La renuncia personal es una constante para aquellas mujeres que logran acceder a puestos de alta dirección. Según el informe, el 82% de las mujeres admite haber tenido que sacrificar parcelas de su vida como el ocio o tiempo libre (21%), el bienestar psíquico (16%), la salud física (13%) o incluso la maternidad, ya que el 11% se ha visto obligada a posponerla o a no llevarla a cabo.
Así, el Esade Gender Monitor 2025 destaca que una de cada cinco mujeres asegura haber rechazado puestos de alto liderazgo debido a la preocupación que le genera no poder mantener el equilibrio entre la vida personal y profesional, decantándose finalmente por posiciones donde “el desgaste es manejable y la autonomía mayor”.
A pesar de estas renuncias, el estudio apunta que el 74% de las mujeres no se plantea cambiar o dejar su empleo, lo que indica que la dificultad para ascender no está en el propio empleo, “sino en las condiciones del último tramo de la carrera profesional”, según recoge el informe de Esade.
A esto se suma el reducido nivel de optimismo: el 91% de las participantes considera que las mujeres más jóvenes seguirán enfrentándose a sacrificios, aunque la mitad confía en que “sus hijas y nietas serán más conscientes de sus derechos, más exigentes en igualdad y con mayor foco en el equilibrio entre vida personal y profesional”.
Las nuevas regulaciones no mejoran la brecha de género
Según los resultados del estudio, las nuevas leyes y regulaciones apenas han conseguido reducir la brecha de género. En cuanto al teletrabajo, el 89% de las mujeres considera que ha favorecido la conciliación laboral y familiar. Sin embargo, se mantiene la desigualdad en el hogar: el 43% no percibe mejoras en la distribución de los cuidados, frente al 40% que sí reconoce avances.
En lo que se refiere a los planes de igualdad, estos han aportado cierta mejora, con un 40% de mujeres que detectan cambios desde su implantación. Sin embargo, el efecto se ha estancado respecto a años anteriores: hace dos años, el 45% de las mujeres reconocía avances, frente al dato actual. Mientras tanto, el 42% de las entrevistadas afirma no haber notado ninguna transformación relevante tras la entrada en vigor de estas iniciativas.