El valor de la asistencia humanitaria en medio de las crisis

admin

El 16 de abril de 1945, abriéndose paso entre los escombros del nazismo, el ejército británico derribó los alambrados de uno de los campos de prisioneros más poblados del Tercer Reich: el Stalag XI-B. Hacinados, malnutridos y torturados, miles de prisioneros de distintas nacionalidades habían sido confinados tras esos gélidos muros. Mientras el mundo deseaba e intuía el fin de una pesadilla, esos rostros cautivos y demacrados dedicaron el esbozo de una sonrisa extenuada y vitorearon –tan enérgicamente como les era posible– al ejército que les devolvía la dignidad y la fe en la humanidad.

Entre esos cuerpos frágiles que aún albergaban vida se encontraba Emmanuel Lévinas, filósofo lituano de origen judío. A los pocos meses de alistarse en el ejército francés, fue capturado por las fuerzas alemanas y trasladado a este campo de concentración. Esos años de encierro, y reducido él a condiciones de existencia mínima, no lograron arrebatarle su último suspiro ni la profundidad de su pensamiento.

Fue justamente ahí, frente a la mirada vulnerable de otros prisioneros y el dolor de su propia carne, donde Lévinas desarrolló gran parte de las ideas que estructuran sus reflexiones. Lévinas propone una reconsideración del “Otro”: ese ser que nos excede, nos desborda, infranqueable y distinto a uno mismo. Su rostro, que se impone de manera abrupta, no es simplemente una aparición física, sino una interpelación ética. Nos asalta su presencia desnuda de máscaras o defensas, y se expone en toda su fragilidad. Según Lévinas, la humanidad reside en esa condición expugnable, porque nos recuerda que el Otro no es un objeto más del mundo, sino alguien que nos mira, que nos afecta y nos reclama.

El rostro del otro no se puede ignorar. Sacude nuestra comodidad y espera una respuesta. ¿Cómo actuamos ante esa debilidad? Su irrupción arroja, sobre la mesa, el dilema ético que trae aparejado: el rostro ordena “no matarás”, mientras espera una actitud responsable y reclama justicia.

En medio de tanta violencia y horror, Lévinas supo comprender que solo somos capaces de vivir plenamente nuestra libertad en la relación ética con el Otro. No somos libres cuando lo ignoramos, sino cuando respondemos por él. Para el filósofo, la verdadera ética no se establece con un principio abstracto, sino con este encuentro hospitalario con nuestros semejantes.

La actualidad de su pensamiento no deja de sorprender. Tal vez, porque entrevió la posibilidad permanente de la guerra, la cual se reaviva cuando reducimos al Otro a una mera cosa o a una amenaza. Lo deshumanizamos y, al hacerlo, caemos indefectiblemente en nuestra propia deshumanización.

El rostro, la guerra, la desnudez y el hambre son palabras que utiliza Lévinas y que hoy cobran una inusitada densidad, cuestionando nuestros principios éticos.

El horror que alguna vez condenamos se reproduce en los actuales escenarios en conflicto. Desatender el llamado desesperado del hambriento, rehén de una situación que lo excede, es desoír cualquier rasgo de humanidad, propio o ajeno. Es trasgredir todo tipo de límites.

En medio de tantos frentes abiertos, diversos movimientos y organizaciones humanitarias trabajan para defender y acompañar a quienes transitan su momento más crítico ocasionado –entre otros motivos– por la privación sostenida de alimentos. No es casual que muchos cocineros y cocineras se involucren en estas causas altruistas. La comida es su lenguaje, y a través de él, se sienten interpelados a dar una respuesta responsable a los rostros de los desvalidos.

Es el caso de World Central Kitchen, la organización fundada por el reconocido chef español José Andrés, con el objetivo de asistir con un plato de comida a las poblaciones afectadas por crisis alimentarias derivadas de guerras, catástrofes climáticas o colapsos sociales.

Voluntarios de World Central Kitchen

También surgió Fogones por Gaza, una iniciativa colectiva impulsada por referentes de la gastronomía internacional, movilizados por las alarmantes cifras de desnutrición entre la población civil palestina. A través de eventos solidarios y campañas de recaudación de fondos, este grupo canaliza esfuerzos para enviar alimentos y asistencia humanitaria a quienes más lo necesitan.

En estos contextos, la hospitalidad –fundamento esencial de la gastronomía– amplía su sentido al abrazar los principios del humanismo leviniano: una caricia, una respuesta responsable, un gesto de justicia. La hospitalidad gastronómica no es solo una cortesía o una tradición cultural, sino una práctica radical de humanidad. Entre sopas, guisados y fermentos, la cocina se alza como un puente hacia el Otro, como un refugio ético frente a tanta desolación y espanto.

Carolina del Castillo es magíster en Arte y Cultura Contemporánea

Deja un comentario

Next Post

Ángela Molina arropa a su hermana Mónica Molina en una noche mágica en los Veranos de la Villa

La noche del 14 de agosto de 2025, el Centro Cultural Conde Duque de Madrid se llenó de emoción y arte con el inesperado concierto de Mónica Molina, enmarcado dentro del festival Veranos de la Villa. Sin embargo,la presencia de Ángela Molina, célebre actriz y hermana de la cantante, llamó […]
Ángela Molina arropa a su hermana Mónica Molina en una noche mágica en los Veranos de la Villa

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!