Konnopke’s Imbiss, Curry 36 o Curry-Baude son tres de los sitios emblemáticos de Berlín donde comer salchichas. Las “wurst” (salchicha en alemán), son la comida típica en la calle, a la pasada, a cualquier hora. Aunque todo el mundo tiene en mente las frankfurters, éstas son típicas de Frankfurt, mientras que las de Berlín son las currywursts, con salsa de curry y tomate que se suelen comer al modo “pancho” o con papas fritas. Derribar del trono de “comida a cualquier hora” a las salchichas es un desafío tentador, pero difícil,
Cuando Dalma Landaida empezó la aventura de ir por el mundo con la idea de un working holiday, no estaba en sus planes comenzar a cambiar el consumo de salchichas para la merienda por facturas y alfajores argentinos.
Dalma nació en Monte Carlo, Misiones. Viene de una familia grande, con cinco hermanos, dos hermanas y sus padres. Cuando tenía tres años se mudaron a Buenos Aires, donde finalmente creció, pero, cuenta, aún así siguió identificándose con la cultura misionera. Eran tiempos de jugar mucho al elástico en el recreo y de ganar carreras porque era rápida para correr. No había planes de emigrar. Soñaba con ser maestra jardinera, más tarde pensó en ser psicóloga y después se decidió por estudiar administración de empresas. Ahí apareció la idea de irse a hacer una experiencia de vivir un tiempo en otro país “como una aventura”, dice. La inquietud resonaba, pero la vida seguía como de costumbre.
Cuando una prima se puso de novia con un holandés surgió la idea de hacer juntas los trámites para la working holiday. “Coincidió con un tiempo en el que estaba un poco cansada de Buenos Aires -relata-, estaba trabajando en la misma empresa hacía mucho tiempo y ya había terminado de estudiar. También había finalizado una relación y se habían juntado varias frustraciones.
La escala previa
Con ese plan en mano, acompañó a su prima a Países Bajos, donde se quedó un año. De allí saltó a Colombia,un periodo de vacaciones, pero la tomó por sorpresa la pandemia y la demoró allí seis meses. Cuando se pudo ir, viajó directo a Alemania, llegó para fines del año 2020. Aún con poco conocimiento del alemán, que para ella sigue siendo un desafío. Aunque, “el reto más grande es estar lejos de mi familia -explica-. Me cuesta mucho, pero siento que tengo un proyecto grande y por eso me quedo”.
Se instaló en el sur de Berlín, cerca de un aeropuerto abandonado, Tempelhof, que fue uno de las tres pistas emblemáticas de Europa antes de la Segunda Guerra Mundial, pero que ahora es un espacio verde. “Con mi perro -sigue Dalma- vamos habitualmente, con muchos otros locales. Estoy muy feliz acá”.
Mientras la vida transcurría de un trabajo a otro, de pronto se produjo un impasse. Con cierta preocupación por el futuro, escuchó las sugerencias de sus amigos: “Me sugerían que cocinara productos argentinos -dice-, porque siempre les hice para ellos y les gustaban. Mi primer novio aquí me sugería lo mismo por entonces. Pero yo tenía la idea de que mis facturas eran un mimo amoroso para mi gente querida, no me veía trabajando de eso”.
Para Dalma resultó una revelación, porque cuando empezó a ofrecer sus productos, primero el boca a boca, y luego las redes, convirtieron a la idea en una opción laboral de la que se terminó enamorando. La merienda empezó teniendo sitio de retiro, para más tarde ofrecer la posibilidad de retirar los encargues por diferentes puntos de la ciudad de Berlín. “Sigo poniéndole mucho amor y pasión -dice entusiasmada-. Siento que encontré lo que estaba buscando, porque venía un poco en la búsqueda de entender bien a qué me podía dedicar, y nunca me había imaginado que algo que yo hacía por cariño a mis amigos podía transformarse en una forma de vida”.
Al principio fue muy simple
Hizo algunas recetas, quería tener un menú muy sencillo y corto. Se había concentrado en vender medialunas, alfajores y chipas. Modificó los productos para acercarlos más a su gusto. Creó un perfil de Instagram, sacó buenas fotos de cada cosa en su casa y las publicó. Hizo lo propio en un grupo que se llama Latinas en Alemania donde tienen permitido dar difusión a tu emprendimiento. Las dos opciones se convirtieron en un buen canal de difusión. “A los pocos días tuve muchos pedidos -recuerda-, lo que me sorprendió mucho porque no estaba preparada. Pero bueno fui aprendiendo y lo sigo haciendo. Fui mejorando muchísimo los procesos”.
Localmente consigue todas las materias primas: “Acá se consigue absolutamente todo -añade-. Desde dulce de leche hasta yerba”. Los primeros clientes fueron argentinos que extrañaban el sabor de su lugar, pero más tarde se fue ampliando a latinoamericanos en general. Pero, ahora, “siempre aparece algún alemán que quizás viajó a Argentina y se enamoró de nuestra comida, o que la probó en otro lado -continúa Dalma-. Por lo que me cuentan les gusta mucho, aunque es difícil saber porque no son muy expresivos. Pero siguen comprando…”
Camino al mostrador
Dalma empezó sola, pero ahora su proyecto se está reconvirtiendo a una idea rioplatense. “Por dos años manejé mi proyecto de un modo casero, pero ahora tengo un socio”, explica. Pablo Zagami la contactó con una idea que tenía, analizaron algunos puntos, se pusieron de acuerdo y se propusieron hacerlo juntos. “Necesitaba mucho a otra persona -relata Dalma- porque todo era muchísimo para mi sola. Cuando llegó su propuesta me gustó y apareció en el momento preciso”.
Se pusieron a buscar un local para hacerlo propio. Les costó bastante, “estuvimos muchos meses dando vueltas, hasta que finalmente encontramos uno que estaba cerca de mi casa, a 10 minutos en bicicleta. Estoy feliz con eso”.
A partir de esta idea, se levanta a diario a las 7 de la mañana, porque quiere llegar temprano al local para contar con una producción masiva. La Merienda Haus ya es una realidad. Sus hornadas se prolongan hasta las 5 ó 6 de la tarde. En su escaso tiempo libre va al gimnasio y a escalar a veces, con sus amigos y su novio.
Para quien desea emigrar a Alemania Dalma insta a que vayan. “Hay muchas oportunidades -indica-. Berlín, especialmente, es una ciudad que recibe a muchos extranjeros. Siempre digo que es una ciudad de foráneos en realidad. Creo que escucho más inglés o español que alemán. Eso te hace sentir un poco como en casa. Cuando viví en Países Bajos mis amigos y yo éramos todos argentinos. Eso te hace sentir más ajeno. Pero acá no, somos todos extranjeros, así que más o menos creamos una comunidad. Es interesante la idea de perderte y encontrarte que te ofrece la emigración”.
A pesar de todos estos desafíos, todavía el idioma sigue siendo una barrera. “Me gustaría que fuera fluido para no tener ningún tipo de problemas o de comunicación”, pero aún no resulta. “Lo estudié durante casi un año y todavía no puedo con él”. Otro reto es el clima. “Berlín es muy gris -completa-. El invierno es muy largo y gris. No vemos la luz del sol por muchos meses. Eso puede ser un poco deprimente”.