Finalista del Premio Goncourt en 2022 y ganadora de los premios Médicis y Landerneau ese mismo año por La Decimotercera Hora (El Cuenco de Plata, $26.000), autora de más de veinte novelas (algunas de ellas publicadas con el seudónimo de Rebecca Lighieri) y profesora de literatura, la marsellesa Emmanuelle Bayamack-Tam (1966) fue una de las invitadas internacionales de la Feria del Libro porteña. Además, es autora de dos obras de teatro; en una de ellas, Autopsia mundial, los íconos de la cultura pop Michael Jackson y Britney Spears se encuentran en una desangelada sala de conciertos.
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En La Decimotercera Hora, se conjugan tres voces: la de Farah, una adolescente intersexual; la de Lenny, su padre, que ha fundado una iglesia apocalíptica, feminista y queer en la que se espera el fin del mundo con lecturas de poesía y talleres de “desparasitación psíquica”, y la de Hind, una argelina transexual, amor quimérico de Lenny y una de las dos madres de Farah.
El Cuenco de Plata había publicado la novela Arcadia, protagonizada por una adolescente también llamada Farah, con la que la autora ganó el Premio Inter en 2019. Ambas novelas fueros traducidas por Lil Sclavo. Bayamack-Tam es una de las autoras francesas más originales y sus novelas -que combinan intrigas y personajes rocambolescos con asuntos de actualidad- son muy leídas por el público juvenil.
“Fue un gran honor haber sido invitada a la Feria del Libro de Buenos Aires y estoy muy contenta de estar traducida al castellano en la Argentina y que mi editor haya publicado dos libros míos; es una muestra de fidelidad que me pone muy contenta y me abre a un público distinto”, dice la autora a LA NACION. En su primera visita a Buenos Aires, cuenta, todo le resultó sencillo: “Trasladarme, intercambiar con las personas, hacer conexiones rápidamente”, repasa.
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-¿Por qué elige a personajes jóvenes para sus novelas? ¿Cuál es su interés en la juventud que se enfrenta a los problemas del mundo contemporáneo?
-No apunto especialmente a un público joven, aunque es indispensable que los jóvenes lean y estoy muy contenta de que lo hagan. Suelo tener narradores, en particular narradoras, muy jóvenes por varias razones. A menudo la juventud va de la mano de cierta lucidez y una radicalidad que vamos perdiendo a medida que envejecemos; entonces, me gusta mucho ser portadora de esa mirada joven sobre la sociedad, porque cuando no estamos del todo formateados vemos mejor lo que funciona mal, las injusticias, las desigualdades. La juventud, la adolescencia en particular, es la edad de las metamorfosis, la edad en donde todo es posible todavía. Además, me preocupo mucho por la Generación Z, la de nuestros hijos, porque les dejamos un mundo muy arruinado y unas perspectivas reducidas.
-¿Qué simbolizan los cultos milenaristas en sus dos novelas y qué relación tienen con la contemporaneidad?
-El milenarismo es una corriente que existe desde hace siglos y que siempre se va reactivando por el miedo al apocalipsis. En este momento está floreciente porque vivimos tiempos difíciles y tenemos la sensación de que nos la vamos a dar contra la pared, en el plano ecológico sobre todo. Por otra parte, el milenarismo, en especial en América Latina, me parece que puede ir de la mano con algunas ambiciones revolucionarias, con aspiraciones a una mayor justicia social. Pero mi iglesia milenarista de La Decimotercera Hora, que se llama como la novela, es burlesca y bastante fantasiosa.
-¿Cuánto de la realidad francesa y europea se filtra en sus novelas con temáticas como la inmigración, la diversidad sexual y el multiculturalismo?
-Evolucioné mucho en el plano literario. Mis primeras novelas eran muy difíciles de situar en tiempo y espacio. Cuanto más escribo, y cuanto más grande me vuelvo, más quiero tener un anclaje en la actualidad y más me interesa integrar en mi escritura lo que va sucediendo en el mundo. La cuestión de la inmigración, que me toca además personalmente, interviene en mis relatos. En Arcadia imaginé que la comunidad que describía, esa microsociedad, simboliza lo que pasa en otra escala en Francia y en Europa, es decir, muestra el abismo entre discursos humanistas, tolerantes y benévolos y la realidad de cómo se recibe a los inmigrantes: no es una bienvenida sino una reacción de rechazo, incluso de aquello que puede aportarnos.
-¿Qué mirada tiene sobre la política actual, con el surgimiento de las nuevas derechas?
-Es algo que da mucho miedo, sobre todo porque es un movimiento global, porque no es solo en Francia, Estados Unidos o la Argentina donde está pasando. Como escritora, una de las cosas que me enoja particularmente es la manera en que se distorsiona el lenguaje. En Francia los antirracistas son acusados de ser racistas, de los ecologistas se dice que son ecoterroristas, se inventa el wokismo, que no existía, para acusarlo de todos los males posibles. Las mentiras, las noticias falsas, los abusos del lenguaje están subvirtiendo nuestra relación con la realidad.
-¿Cuánto le aporta la escritura teatral a la novelesca y viceversa? ¿Se estrenará una obra teatral suya en Buenos Aires?
–Escribir para teatro es una aventura colectiva, yo escribo para actores que conozco, para un director que conozco, el texto va y viene entre nosotros. Me encantaría que mi teatro sea puesto en escena en Buenos Aires; pude darme cuenta de que tienen un mundo teatral muy dinámico. Hay una adpatacion teatral de Arcadia que podría hacerse allí; escribí dos obras que quizás podían gustarle al público argentino, en una de ellas, Autopsia mundial, los personajes principales son Michael Jackson y Britney Spears.
-¿Qué tipo de novelas son las que usted firma con el seudónimo de Rebecca Lighieri?
-Rebecca Lighieri es mi avatar para una escritura más novelesca, más popular y accesible, en un universo más violento, negro, como de pulp fiction, con mayor violencia que en mis otras novelas y con las que apunto a un público más amplio.
-¿Cómo es estar en pareja con un militante político como Djamel Arrouche, líder de La Francia Insumisa?
-Admiro mucho a los militantes políticos, porque llevan una vida abnegada, son personas que salen a pegar afiches en la noche, que distribuyen volantes en los mercados y en las plazas, que ayudan a la gente, que se reúnen por horas, así que estoy muy orgullosa de la actividad militante de mi marido. En este momento en Francia hay una voluntad de ensuciar al partido La Francia Insumisa por parte de la extrema derecha y de la extrema izquierda. Francia Insumisa no es de extrema izquierda; es la izquierda de Miterrand, de Jospin, la que ya conocemos. Vuelvo a referirme entonces a la subversión de lengua: hay una acusación estúpida de antisemitismo con respecto al partido. Los conozco personalmente y puedo asegurar que no son antisemitas en absoluto; se los quiere ensuciar y desacreditar porque tienen poder, porque hay una potencia en ellos.
-¿Qué conocía de la literatura argentina?
-Recientemente, conocí a Mariana Enriquez en Francia y, a través de ella, los cuentos de Silvina Ocampo. Y también leí y me gustaron mucho las novelas de Camila Sosa Villada, y un libro que me pareció extraordinario en su singularidad fue Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara; me pareció increíble, una gran emoción literaria.
-¿Cómo describiría su búsqueda literaria?
–Hay un sociólogo francés, Bernard Lahire, que escribió La culture des indivus, donde muestra bien lo que todos vivimos. Estamos constituidos por estratos, capas de cultura que mezclan el fútbol, el karaoke, la óprea, Proust, Michael Jackson. Esa mezcla está en nosotros mismos; siempre hay culturas dominantes, por supuesto, pero en mis textos no jerarquizo. Hay referencias a Nerval y a Rihanna, a Dalida y a Rimbaud o Racine porque eso me hace vivir y está dentro de mí.
-¿Su obra indaga en la posibilidad de la utopía?
-Sí. Al menos en los dos libros que se tradujeron al castellano, muestro la elaboración de una utopía que fracasa, pero que no fracasa del todo, porque siempre está la esperanza de que la juventud tome la antorcha de la utopía.