Tres equipos argentinos participaron de la final mundial del International Collegiate Programming Contest (ICPC), celebrada en Bakú, la capital de Azerbaiyán. La Universidad Nacional de La Plata (UNLP) alcanzó una mención especial, mientras que la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad Nacional de Rosario (UNR) recibieron diplomas de honor en la competencia de programación más importante del mundo.
Después de quince años sin clasificar, la UNLP volvió a estar en la final con el equipo integrado por Joaquín Inama, Joaquín Gavernet y Ulises Pereira, bajo la guía de sus coaches Matías Fluxa y Rodrigo Miguel. “Estamos contentos y con buenas expectativas para el año que viene, porque tenemos otra chance de volver a clasificar”, dijo Fluxa a LA NACION desde Bakú, Azerbaiyán.
El ICPC es una competencia que nació, en 1977, en Estados Unidos y que, con el paso de los años, se convirtió en el encuentro más prestigioso para estudiantes universitarios de programación. Lo que empezó como un torneo reducido entre un puñado de universidades norteamericanas se transformó en un evento global en el que participan más de 50.000 jóvenes cada año. La competencia tiene presencia en 111 países y reúne a unas 3.000 universidades, desde instituciones históricas de Europa y Estados Unidos hasta casas de estudio de Asia y América Latina.
El mecanismo del ICPC incluye varias etapas. Primero se realizan competencias locales en cada país, luego subregionales y, finalmente, regionales continentales. Solo los mejores equipos acceden a la final mundial. En cada edición, alrededor de 400 equipos alcanzan la instancia decisiva, lo que significa que apenas una fracción de los participantes logra llegar a esa meta. En este esquema, la clasificación de tres universidades públicas argentinas —la Universidad Nacional de La Plata con el equipo “NaN – Need a Name”, la Universidad de Buenos Aires con “Corman et al.” y la Universidad Nacional de Rosario con “Red-Black Tree”— muestra la presencia del país en la instancia final del certamen.
Para la UNLP, fue la tercera vez en su historia que un equipo llegó a la final del ICPC. Fluxa explicó a este medio: “El equipo se formó por los tres chicos que compitieron en la final mundial. Son Joaquín Inama, de Matemáticas, y Joaquín Gavernet y Ulises Pereira, de Ingeniería en Computación. Yo los acompañé como coach y entrenador, junto a Rodrigo Miguel”.
El recorrido hasta Azerbaiyán tuvo varias instancias. La primera fue el Torneo Argentino de Programación (TAP) que, en agosto de 2024, tuvo como sede a la Facultad de Informática de la UNLP. Allí se reunieron diez equipos de distintas unidades académicas de la universidad, y NaN se quedó con el primer puesto tras resolver ocho problemas complejos. Ese triunfo les permitió acceder a la subregional sudamericana, en la que participaron los mejores conjuntos de la región. El siguiente paso fue la instancia regional de Latinoamérica, disputada en marzo pasado en Santiago de Chile, donde se definieron los 17 equipos que clasificaron a la final mundial, entre ellos la UNLP.
La preparación se extendió a lo largo de más de dos años y se sostuvo con prácticas semanales. Fluxa contó a LA NACION que los viernes se reunían para repasar nuevos temas teóricos, y sábado por medio realizaban pruebas con ejercicios de ediciones anteriores. “Simulábamos las pruebas y así veíamos cómo evolucionaban, qué problemas había que mejorar y qué temas seguir tocando”, relató. Esas simulaciones tenían la misma dinámica de los torneos: cinco horas frente a la computadora, con problemas que exigen velocidad y precisión.
Los entrenamientos se complementaron con campamentos intensivos. Uno de ellos fue en Santa Fe, y otro en la Universidad de Campinas, Brasil. A este último asistieron en febrero de 2024 gracias a una beca conseguida por su desempeño en el regional. Fluxa detalló: “Son dos semanas intensivas: dos o tres horas de teoría, después el almuerzo y luego una prueba completa de cinco horas. No hacen otra cosa que prepararse para la Olimpiada”. Estas instancias sirvieron para entrenar bajo condiciones de presión similares a las que enfrentarían después en la final.
Resolver problemas en tiempo limitado
El ICPC plantea problemas algorítmicos y matemáticos que deben resolverse en un tiempo limitado. Los enunciados se presentan en inglés y describen situaciones que deben resolverse con programas informáticos. Cada equipo debe diseñar un código capaz de leer datos de entrada, procesar la información y devolver la respuesta correcta en todos los casos de prueba. “Ellos reciben un problema y tienen que hacer un programa que lo resuelva. El juez tiene muchos casos de prueba y el programa debe estar bien en todos para aprobar”, explicó el coach.
La presión de medirse con universidades de renombre fue asumida como un aprendizaje. Fluxa lo explicó así en diálogo con LA NACION: “Como es el primer año que clasificamos y después de quince años la UNLP volvía a estar en una final mundial, lo tomamos con tranquilidad. Sabemos que no somos competidores directos de semejantes instituciones, pero la idea fue aprovechar la experiencia para seguir mejorando. Los chicos hicieron una prueba digna, todavía tenemos mucho por aprender y ha sido un gran avance, sobre todo para la universidad, que hacía mucho no llegaba a esta instancia”.
En Bakú, la UNLP recibió una mención especial, mientras que la UBA y la UNR obtuvieron diplomas de honor. Fluxa recordó que antes había participado como estudiante en el certamen y que no había logrado llegar a la final. “Después arranqué como coach y pude transmitir todo lo que había entrenado. Con los chicos logramos clasificar y fue una emoción enorme”, dijo a este medio. Y agregó: “Son muchos esfuerzos, muchos fines de semana dedicados. Todos los sábados nos juntábamos a hacer pruebas de cinco horas. Haber competido con semejantes universidades en la misma prueba y estar al mismo nivel es emocionante. Debemos seguir entrenando, pero se puede, no bajamos los brazos”.
Antes del viaje, los integrantes del NaN fueron recibidos por el presidente de la UNLP, Martín López Armengol. Destacó que la participación proyecta a la universidad en el plano internacional: “Es un orgullo para la UNLP que la hayan representado en este encuentro donde confluyen saberes e intercambios con pares de otras universidades. Estos logros dan cuenta del nivel de conocimiento, de organización y de empatía, que seguramente los va a posicionar en un futuro como muy buenos profesionales”.
López Armengol también subrayó el efecto multiplicador del logro: “Siempre es un motivo de satisfacción que nuestros jóvenes apuesten a compartir e intercambiar los saberes generados en estas aulas en un ámbito internacional. Son propuestas que nutren el modelo de desarrollo del conocimiento y lo potencian con nuevas experiencias. Estos logros son fuente de inspiración para miles de jóvenes que ven en la universidad pública una herramienta para el desarrollo personal y un motor de transformación para la sociedad”.
La presencia argentina en el ICPC es constante. Cada año, el país clasifica entre dos y tres equipos al mundial, siempre provenientes de universidades públicas. En esta edición participaron la UNLP, la UBA y la UNR, que se sumaron a los más de 400 equipos de 111 países que llegaron a la final mundial en Bakú.
La edición 2025 dejó para la UNLP un reconocimiento concreto —la mención especial— y un horizonte próximo. El 8 de noviembre se disputará el regional sudamericano, que definirá a los equipos que buscarán acceder a la final mundial de 2026. Con la experiencia de Bakú como base, los estudiantes ya preparan la próxima instancia. Fluxa lo resumió con optimismo en diálogo con este medio: “Estamos contentos y con buenas expectativas para el año que viene, porque tenemos otra chance de volver a clasificar”.