En El trabajo, Federico León hace teatro con los procesos de aprendizaje y búsqueda

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Autor: Federico León. Dirección: Federico León. Intérpretes: Santiago Gobernori, Beatriz Rajland y Federico León. Vestuario: Paola Delgado. Escenografía: Ariel Vaccaro. Iluminación: Alejandro Le Roux. Música: Diego Vainer. Coreografía: Luciana Acuña. Sala: Zelaya (Zelaya 3134). Funciones: 14, 15, 20, 21, 22, 27, 28 y 29 de junio, 20h. Duración: 60 minutos. Nuestra opinión: muy buena.

“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”, dijo el filósofo Ludwig Wittgenstein, y con esa definición sintetizó toda una corriente de pensamiento que considera que las palabras definen el pensamiento y la percepción. Algo de esta idea es lo que se investiga en El trabajo, el último espectáculo del dramaturgo y director Federico León y el sexto estreno de Paraíso Club, la comunidad de socios que funciona como una casa de producción y hace posible la creación de obras.

El objetivo que se planteó este artista es desafiante: modificar patrones de conducta. En ese sentido, el trabajo del actor reclama un estado de disposición física y mental que se puede entrenar y que León pone a prueba en una serie de ejercicios. “El trabajo tiene que ver con los talleres que doy y con los talleres a los que asistí. La obra muestra a un grupo atravesando un proceso de aprendizaje, de creación, de búsqueda”, avisa el director antes de que comience el espectáculo, del cual él también formará parte como actor junto con Santiago Gobernori y Beatriz Rajland, una mujer de 87 años, que además de ser actriz es doctora en Derecho Político y una referente en el campo de la Teoría del Estado.

En ese estado de laboratorio, de clase, de experimentación, los intérpretes se plantean una serie de pruebas, algunas más temerarias que otras, sin medir las consecuencias. Si uno tiende todo el tiempo a observar y analizar a los demás, al terror psicológico, dice, se prueba en una situación más vulnerable, un ejercicio físico, algo que lo incomode. Si otro se siente cómodo en el chiste y la ocurrencia, prueba acciones que permitan lograr que se apague la cabeza y se exponga de una manera diferente. “¿A ver? Hacé algo que no te conviene.¡Ya!”, exige uno a otro y esa extrema exposición, esa necesidad de probarse en el fracaso, en la duda y en la vulnerabilidad genera todo tipo de sensaciones. Desde la inevitable risa que implica ver un cuerpo incómodo y fuera de su zona de confort a la comprobación enfática de la falta de certezas en la que vivimos y la extrema fragilidad de las cosas.

El trabajo, de Federico León

Las personas que participaron de clases de actuación sentirán una complicidad doble en muchas de las escenas de este espectáculo, por haber vivido situaciones similares, como por ejemplo, la clásica frase: “Confiemos en que lo que hacemos se percibe”. La participación de Santiago Gobernori, reconocido dramaturgo y director del circuito independiente, también tiene una doble lectura como actor-creador: muchas de las escenas en las que participa dialogan con su propia poética, atravesada por el humor, los juegos del lenguaje, el estallido de los personajes, y él mismo pone a prueba su estética para mostrarse en crisis. Su actuación es fascinante: Gobernori, a su modo, conecta con el público y no lo suelta nunca más.

Federico León

El teatro de Federico León [Cachetazo de campo (1997), El adolescente (2003), Las multitudes (2012), Las ideas (2015), entre otras] siempre se ubica en una zona periférica: juega con los límites entre realidad y ficción, prueba poner más gente en el escenario que en la platea, puede trabajar con no actores y apuesta al cruce de disciplinas. Esta vez no es la excepción. Si hay algo que no se puede esperar, un camino no recorrido, una asociación inesperada, allí estará para generar una pregunta. En el caso de la presencia de la actriz Beatriz Rajland, quien necesita de un bastón para apoyarse, su apuesta, desafiante y políticamente incorrecta, es doble: ¿Y si se le quita el único sostén que tiene para caminar? ¿Es inimputable por ser una persona mayor?

Entre lo metafórico y lo literal, los tres intérpretes logran generar un clima tenso en la sala: se rompen cosas, cambian escenografías, hay peleas, escenas de terror, música, se improvisa un boliche y mucho más. El clima, por momentos, es tenso. Y después de pasar por todo eso, de poner el cuerpo a prueba a niveles extremos, de mostrarse vulnerables, cínicos, al servicio del otro, una pregunta queda flotando hasta el final: ¿En algún momento se dejó de pensar? Es probable que no, pero la intención de correr los límites del mundo personal, de tal vez encontrar algo por fuera del lenguaje, quedó poderosamente planteada.

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