Parece repetitivo, pero, como cada año, el pasado fue catalogado como el más caliente de la historia desde que hay registro. Esto no solo significa que en promedio hizo más calor que en 2023, sino también que 2024 fue el año con más días de calor extremo.
Según un reporte publicado hoy por Climate Central, la Cruz Roja y Media Luna Roja, y World Weather Attribution, varios países vivieron calor extremo durante la mitad del año. Fueron períodos prolongados que se extendieron a varias semanas. Fueron 4000 millones de personas las que sufrieron al menos un mes más de calor extremo debido al cambio climático: esto equivale al 46% de la población mundial.
El calor extremo no es una cuestión de perspectiva, sino que es estadística. En la investigación, se refieren a valores que superan el 90% de las temperaturas observadas entre 1991 y 2020, que es su punto de referencia. Entre mayo del año pasado y este, se registraron 67 eventos de este tipo, aunque no todos están vinculados al cambio climático. Para esto, meteorólogos de todo el mundo utilizan modelos especiales que determinan el vínculo que existe entre el incremento de las temperaturas y las emisiones de gases de efecto invernadero.
El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático determinó hace décadas que la principal razón del calor son dichas emisiones. En el nuevo informe, los autores subrayaron que cada ola de calor actual se vuelve más probable, más intensa y más duradera debido a la quema de combustibles fósiles por parte de los humanos.
De todo el mundo, los países de América Latina, en especial los insulares, son los más afectados. Tanto la Argentina como también las islas Malvinas sufrieron más de 50 días de calor extremo. En contraste, islas del Caribe como Aruba, Dominica y San Vicente vivieron más de 180 días de calor extremo en todo el año.
Si hablamos exclusivamente de nuestro país, la cantidad de eventos de calor extremo es una de las más bajas del continente. Se registraron tres períodos de calor extremo en verano, uno durante el invierno y uno más en el inicio de la primavera. Y si bien son casi dos meses de exposición a estos fenómenos, según el estudio de Climate Central, son 22 días los que están vinculados al cambio climático.
Impactos en la salud y la economía
La exposición prolongada a temperaturas altas puede traer consecuencias fatales para la salud humana. Según una publicación de The Lancet Countdown, entre 2014 y 2022 personas menores de un año y mayores de 65 experimentaron, en promedio, un 187% y un 220% más días de calor si se lo compara con el período de 1986 a 2005. El mismo estudio registró una tendencia sostenida al alza de la mortalidad vinculada con el calor. Y aunque en comparación a otras partes de la región el incremento es relativamente bajo, las consecuencias en la Argentina se cristalizaron desde hace varios años.
En un estudio publicado hace poco menos de una década se correlacionaron los efectos de las olas de calor sobre la mortalidad en la ciudad de Buenos Aires y, desde aquella época, se exponía que no solo muere más gente cuando hay eventos extremos, sino que se intensifica conforme las olas se prolongan e incluso, ya terminado el evento, el riesgo no mengua automáticamente.
Las mujeres, los niños y los mayores de 65 años fueron identificados en el estudio como grupos más vulnerables, así como personas con enfermedades cardiovasculares, renales, respiratorias y cerebrovasculares. El riesgo, según Francisco Chesini, especialista en ingeniería sanitaria, magíster en Salud Pública y autor de aquel estudio, destaca que el tipo de trabajo también influye en la vulnerabilidad. “Las personas que trabajan al aire libre como en la construcción, la agricultura, venta ambulante o recuperadores de residuos corren muchos más riesgos. Si a esto le sumamos informalidad laboral, el riesgo es aún mayor”, explicó.
Lo que el experto en salud pública estudió en la Capital, afirma, se reproduce en casi todo el territorio. “En mi tesis de maestría estudié la mortalidad por olas de calor en 21 ciudades de la Argentina [exceptuando a la provincia de Buenos Aires, Tierra del Fuego, Santa Cruz por cuestiones metodológicas] entre 2005-2019. Registramos incrementos en el riesgo incluso en Neuquén capital, Bariloche y Comodoro Rivadavia. Sin embargo, el mayor riesgo de mortalidad lo observamos en La Rioja y San Miguel de Tucumán”, detalló.
Si ampliamos la escala, Climate Central publicó otra investigación hace poco en la que asegura que hay un doble de días de riesgo para embarazadas en casi el 90% de los países y 63% de las ciudades.
Además de los impactos directos en la salud, los datos que se publicaron hoy mostraron una variedad de consecuencias indirectas. Los autores remarcaron que el aumento de temperaturas promueve la expansión de enfermedades infecciosas, incluidas las transmitidas por vectores como el Aedes aegypti, que transmite el dengue. Según publicó The Lancet Countdown Latinoamérica hace poco más de 10 años, la capacidad de transmisión de este mosquito creció 18% en toda América Latina si lo comparamos con la década de 1950.
Pero en el reporte no se plantea al calor solo como un aspecto que amenaza la salud. “En general se componen de un efecto cascada. El estrés por calor puede impactar la productividad agrícola, reducir el acceso al agua, y saturar los sistemas de salud y la infraestructura eléctrica”, advirtieron los autores del reporte. Las ciudades son especialmente vulnerables al alza de las temperaturas, pues se genera un efecto de islas de calor que intensifica los impactos.
Planes de gestión de riesgo por calor
Ante la emergencia, los autores del informe ven imperativa la necesidad de desarrollar adaptarse a esta “nueva normalidad”. Recomendaron planes nacionales y locales de gestión de riesgos ante los eventos de calor extremo, que son cada vez más frecuentes. Explicaron que en varias partes del mundo, incluida América Latina, hay poca información recabada por parte de los gobiernos.
En el reporte de The Lancet Countdown Latinoamérica se destacó que la Argentina, Brasil, Colombia y Guatemala indicaron tener algún nivel de integración de información meteorológica en sus servicios de salud, particularmente en sistemas de vigilancia. Nuestro país es el único que declaró haber integrado servicios meteorológicos para enfermedades vinculadas al calor, además de enfermedades respiratorias y transmitidas por vectores.
La Argentina también desarrolló planes provinciales como en Misiones, Neuquén y Tucumán. No obstante, según Chesini la capacidad de respuesta del sistema de salud podría mejorar. “Desde 2023 existe una iniciativa para la vigilancia centinela [solo algunos hospitales] de efectos en la salud asociados a temperaturas extremas. Esto busca contar con información de afectación más temprana que las defunciones, a través de consultas en guardias. Esto se debería reproducir como una política central”, opinó el experto.
Chesini explicó que, a pesar de los avances en la recopilación de datos, no hay un plan integral de gestión de riesgo en la Argentina, uno que a su vez debería ajustarse a nivel local. “Estos planes tiene que tener una identificación de los grupos de riesgo, medidas de preparación y respuesta, no solo del sistema de salud, sino también de otros sectores como educación, trabajo, cultura, como los recitales”, dijo. Y añadió: “Esas acciones tienen que estar protocolizadas y atadas a los diferentes niveles de alerta que emite el Servicio Meteorológico Nacional”.