En su clave más pop, Taylor Swift entrega en The Life of a Showgirl aquello que se puede esperar de ella

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Artista:Taylor Swift. Álbum: The Life of a Showgirl. Canciones: “The Fate of Ophelia”, “Elizabeth Taylor”, “Opalite”, “Father Figure”, “Eldest Daughter”, “Ruin the Friendship”, “Actually Romantic”, “Wish List”, “Wood”, “Cancelled!”, “Honey” y “The Life of a Showgirl”. Edición: Universal Music. Nuestra opinión: bueno.

Plumas, brillos y maquillaje en exceso para resaltar rasgos que pueden llegar al borde de la caricatura. Coristas, bailarinas de music hall, showgirls, según el idioma y el lugar. En esa figura, casi de modo fetichista, se inspiró Taylor Swift para el título del flamante álbum que acaba de estrenar, The Life of a Showgirl. Y si en estas líneas la aclaración está puesta en lo que inspiró al título y no a todo el álbum quizá sea porque, al menos en primeras escuchas, no subyacen nexos entre canciones que puedan marcar una obra de tipo documental o conceptual.

Tal vez sea solo un punto de partida para darle un curso posible a un álbum, aunque luego, en ese discurrir sonoro, el plano se abra y no haya sujetos ni objetos que se roben el protagonismo ni recalen en la figura de una showgirl.

La tapa del nuevo álbum de Taylor Swift

El arreglo pop genérico y la armonización de voces por detrás de la voz principal de Swift es lo que marca la estética, prácticamente, de todo el álbum. Hay una especie de cambio de paso, cuando el disco llega a su medianía y aparece una balada de piano, guitarra y voz (“Eldest daughter”), pero tampoco deja de estar dentro de lo esperable ni modifica ese clima amable por el que transcurre la docena de canciones.

El toque diferencial lo pone la voz de Sabrina Carpenter, casi como un bonus de último track, en el tema que da título a esta producción. Y está bien que haya dos voces porque así fue planteada la canción. Una especie de fan parada frente al escenario, viendo con fascinación a la corista que resplandece entre brillos, flashes y pedidos de autógrafos (“Estás viviendo mi sueño”, entona), mientras que desde arriba le quitan todo el encanto al asunto: “No sabés lo que es la vida de una corista”.

Lo cierto es que no se trata de la primera vez que Swift juega un poco con alter egos o con ironizar o desmitificar la vida pública, de exposición y éxito. Ya ha jugado a ponerse de un lado y del otro, en una misma situación. “Ahora gano dinero siendo bonita e ingeniosa”, dice Kitty, la corista de su historia.

Taylor Swift jugó de modo fetichista para producir la imagen de su nuevo álbum, The Life of a Showgirl

Pero la que está debajo de ese disfraz desde hace mucho tiempo que es bonita e ingeniosa; desde que apareció en el Bluebird Café de Nashville cuando era adolescente y una joven promesa del country pop. Y desde que comenzó a hacer que al estribillo de fórmula (ese que aparece al minuto de sonar una canción pop) le sucediera una estrofa ingeniosa. Porque las tuvo y las tiene. Las encuentra en sus propias historias o en alguna prestada, como cuando se arrepiente de no haber salido con aquel chico de la escuela que ha muerto hace poco (“Ruin the Friendship”) o cuando recala en la literatura más clásica. Sin duda los libros la han ayudado en ese sentido (de ahí que en este trabajo aparezca una shakespeariana Ofelia, en el primer track). Pero nunca se sumerge en profundidades ni en cuestiones realmente escabrosas. Taylor prefiere sus recursos de rubia debilidad, que susurra en los oídos, con canciones como “Honey”. Y en eso no falla.

Por otro lado, cabe mencionar que cantidad y calidad no siempre van de la mano. Es justo decir que Swift nunca baja de sus estándares. Sin embargo, y más allá de algunos giros que puedan ser ingeniosos, en los últimos cinco años la hiperactiva cantante publicó cinco discos (el anterior a The Life of a Showgirl trajo 35 canciones), regrabó cuatro que eran del comienzo de su carrera y realizó una gira de casi 150 conciertos. Al menos en lo referido a las canciones que crea, en esa abundancia corre el riesgo de transitar y retransitar los mismos caminos.

Por supuesto que, para la comidilla, hay material de sobra y eso cambia de un disco al otro. Se imponen las pesquisas minuciosas de datos (¿relevantes?) sobre lo que Taylor pudo haber colado de manera explícita o vía entrelíneas. Eso quedó demostrado apenas el álbum llegó a las plataformas de música. Y es así como sus fans han desmenuzado las canciones hasta encontrar referencias a todo lo que se pueda imaginar. A Blake Lively (en “Cancelled!“), a un déspota de escritorio de compañía discográfica (en “Father Figure”), o a un supuesto derecho a réplica por un ataque que recibió de Charli XCX (en “Actually Romantic”). Además, el nombre de George Michael se cuela en las redes porque “Father Figure” también es el título de una de sus canciones. Sus herederos se encargaron de aclarar que habían dado el okey para que Swift usara el título y las citas musicales.

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