Entre contrastes y memorias, una cocina de diseño buscó unir dos mundos opuestos

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En la casa de la infancia de él, una pareja encontró un nuevo comienzo gracias a la reforma integral de Bouré Studio. Botón de muestra es su cocina, que refleja sus diferencias y, al mismo tiempo, cómo se complementan.

El mueble de cocina diseñado por Bouré combina melamina ‘Roble Kendal Natural’ (Egger) y secciones laqueadas en azul Dyer’s Woad 9071 de Sherwin Williams. Las mesadas (Ital Piedras) son de Purastone ‘Terrazzo White’ en la barra y Silestone ‘Blanco Norte’ donde se alojan la pileta y el anafe.

La vivienda, un antiguo PH de Núñez cargado de recuerdos, fue transformada por completo: se demolieron muros portantes, se reforzó con hierro y se sentaron bases sólidas para permitir un futuro piso con terraza. El hierro repartido tuvo un rol central. Aunque no tan eficiente energéticamente, fue una elección consciente. “Queríamos mantener algo del espíritu del PH, reinterpretado en clave actual”.

Se demolió la pared y se agrandó la ventana para mejor iluminación.

“Era clave resolver lo estructural para no tener que volver a intervenir la cocina más adelante”.

Arq. Elina Dibarboure

El juego cromático no termina en los muebles y la columna: se amplifica con la iluminación. Las lámparas circulares (DA Iluminación), pintadas a mano para copiar el mismo color de la alacena, acompañan la idea de lo lúdico. Debajo, tiras de luces led y spots garantizan la luz funcional.

A medida

El proyecto se nutrió de la propia pareja. Ella, extrovertida, apasionada por la música y la danza; él, ingeniero en sistemas, reservado y meticuloso. La propuesta buscó traducir esas diferencias en la paleta cromática. El azul, elegido desde el inicio, viste los muebles; el contraste lo aportan una columna y las banquetas en color ladrillo, un recurso vital y fácil de cambiar.

El equipo de arquitectas Elina Dibarboure (izq.), Laura Sarasino (ctro.) y María Agostina García, integrantes de Buoré Studio. Lámpara lineal (Clic). Banquetas (The Pink Chair).

Otro gesto clave aparece en el mueble de madera que integra la heladera: una pieza pensada como un bloque, intervenida con una franja vertical celeste. “La idea fue que funcionara como un Lego, con piezas que encajan y se distinguen por color”.

Se diseñó un mueble para alojar heladera y hornos, que continúa con una coffee-station y la bodega.

La pareja pidió una barra donde pudieran sentarse al menos cuatro personas. El diseño resolvió esa necesidad, además de incorporar soluciones muy específicas: desde cajones con la altura justa para que él guarde las cucharas paradas (en vez de acostadas), hasta muebles que integran despensa, escobero y un sector especial para los perros de la familia.

Donde está la puerta que conecta con el patio y llena todo de luz, antes había una ventana estándar. También, se diseñó un mueble de guardado donde ubican con comodidad las bolsas de comida de sus perros.

¿Qué se hizo?

  • Abrieron la cocina hacia el área social demoliendo dos paredes portantes y reforzaron la estructura con la columna naranja.
  • Se liberó el sector de la antigua mesada y se trasladó la línea de trabajo a la pared perpendicular.
  • Incorporaron una barra con banquetas en el tono de la columna para armar un lugar de encuentro acorde.

Planos de la cocina y el lavadero.

“Ellos son muy distintos. La propuesta buscó, justamente, representar esa diferencia en la paleta: colores opuestos y complementarios que conviven en armonía”.

La pareja se involucró en el proceso: él hizo pruebas con sus propias manos para definir la curvatura de las varillas de kiri que revisten el extremo de la barra. “Fue muy lindo: se metieron de lleno y eso les dio aún más sentido de pertenencia”, recuerda la arquitecta.

“Hicimos la mayoría de los módulos cerrados por expreso pedido de los dueños de casa”.

Detrás del área de trabajo se demolió la antigua escalera del PH y, en su lugar, generaron un lavadero y una despensa en línea.

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