Entre la morgue y la playa: las dos caras de Río de Janeiro tras el shock de la masacre en las favelas

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RÍO DE JANEIRO (enviado especial).— La ciudad se presentaba este jueves partida en dos: al norte, la morgue y los hospitales como estaciones de una dolorosa y silenciosa procesión; al sur, la postal de playa que ensaya una normalidad con límites, vasos de caipirinha que se vacían temprano y parlantes que callan a las 23.

Entre una escena y la otra, solo hay 15 kilómetros, que lograron unirlas el martes cuando se hizo el megaoperativo “Contención” en los complejos de favelas de Penha y Alemão, con al menos 132 muertos y más de un centenar de detenidos, un despliegue que todavía remece a la ciudad y divide aguas entre los que están a favor y en contra.

Este jueves se sumó un dato clave: según un documento al que accedió el diario paulista Folha, la operación que se planificó durante un año se filtró cuatro horas antes de iniciarse. Esto derivó en choques previos a la incursión y dos sospechosos murieron luego en el hospital tras admitir que huían porque sabían lo que venía. Esa filtración ayuda a entender por qué la violencia estalló antes y por qué los pasillos del Instituto Médico Legal (IML) de Río se llenaron tan rápido.

El dolor de la familia de los muertos en la Favela en la llegada a la morgue

En el IML el dolor hizo base. La caravana para dar con sus familiares muertos tenía dos estaciones separadas por 150 metros. Detrás de las rejas, había un camión verde de la Defensoría Pública. No repartía respuestas, pero ordenaba el desamparo: equipos de la Defensoría recibían, contenían, orientaban y acompañaban.

Cada persona que llegaba pasaba por un primer filtro: decía a quién buscaba y recibía instrucciones antes de caminar la cuadra y media que separaban la carpa de identificación de la puerta de la morgue. Es un trayecto breve en el mapa, eterno en el cuerpo.

La mayoría eran mujeres jóvenes que habían salido desde Penha o Alemão; algunas vestían remeras impresas de apuro, con la cara de un hermano o de un novio, como una forma urgente de nombrar a los suyos. Afuera, la espera era entre sollozos y miradas perdidas.

A pesar del dolor, la impotencia y el deseo de justicia, al momento de ser abordados por la prensa, la respuesta era el silencio. Este era el caso de tres hermanas, que tenían puesta una remera con la foto de su padre y que habían diseñado para un cumpleaños previo.

La calma en medio del dolor en la puerta del IML se quebró cerca de las 18, cuando un grupo de familiares, que reclamaba la entrega de los cuerpos ya identificados, decidió cortar la avenida Francisco Bicalho en señal de protesta. La tensión aumentó cuando efectivos policiales levantaron el corte tras arrojar gas pimienta a los manifestantes, que liberaron la traza y regresaron a la vereda a la espera de novedades sobre la entrega de los cadáveres.

La investigación por los excesos

La defensora pública Rafaela Garcés, coordinadora del Núcleo de Investigación Defensiva de la Defensoría Pública del Estado, explicó que atendían a parientes en Penha, en el Hospital Getúlio Vargas y en el IML, y que solicitaron participar de la pericia. El Ministerio Público tuvo ingreso desde el comienzo del día; la Defensoría, no. Por eso reclamaron acceso a las pericias y pidieron las imágenes de las cámaras corporales de los policías para que la reconstrucción sea verificable y el proceso transparente.

Residentes ponen en un bolso la cabeza de un joven decapitado durante el operativo policial en las favelas de Río de Janeiro

Garcés describió escenas del día anterior que todavía le pesaban: cuerpos retirados de los morros sin preservación del lugar, sin el servicio estatal para la remoción. El conteo preciso era entonces imposible, y la liberación de cuerpos, un camino de burocracias inevitables que empezaba por la pericia y la primera declaración de la familia. Luego, salían con una hoja blanca y otra amarilla, eran dos copias del certificado de defunción.

La Defensoría Pública estima que el volumen del material de las pericias y las imágenes de las cámaras corporales de los agentes será alto. Si las cámaras se encendieron desde el inicio, la autonomía de batería debería alcanzar; si se activaron más tarde, habrá huecos que explicar. De eso depende, en parte, la reconstrucción institucional y la confianza ciudadana.

En ese mismo mapa del dolor, el Hospital Getúlio Vargas —situado en el ingreso al Complexo da Penha— concentró heridos y una “tensa calma”. LA NACION llegó hasta allí donde las caras eran serias y la comunicación casi nula. En la guardia, los movimientos eran medidos, las conversaciones, cortas.

La calle del complejo Penha donde se depositaron los cuerpos de los muertos abatidos por la policía

En dos accesos a la favela visitados por este medio, hombres sin uniforme observaron cada paso del equipo. Un rato después, cuando el equipo se retiraba los siguieron en un auto para averiguar por qué se había filmado. Ante la respuesta de que se trataba de un equipo periodístico de la Argentina, se auto siguió su marcha. No hubo agresiones ni impedimentos formales, pero la vigilancia fue explícita: un recordatorio de que los límites de circulación existen, aunque no estén escritos.

La filtración del operativo agrega una capa que vuelve más nítidas esas tensiones. Según lo publicado por Folha, las fuerzas de seguridad supieron durante la madrugada del martes 28 que la operación había “vazado” [se había filtrado] cuatro horas antes de la incursión.

En uno de los accesos, alrededor de 20 motociclistas se cruzaron con policías y abrieron fuego; dos de ellos murieron horas después en el hospital. Según el registro policial, aquellos dos se identificaron como jefes del Comando Vermelho (CV) en Espírito Santo y señalaron que estaban escapando porque ya conocían de la inminente operación.

Funeral de uno de los agentes muertos en el operativo en las favelas

El informe describe armas y municiones incautadas. La Secretaría de Seguridad fue consultada por Folha y no recibió respuesta hasta la publicación de la nota. El dato no solo aporta cronología; sugiere un operativo que, expuesto antes de tiempo, encendió la mecha con antelación y multiplicó el riesgo para vecinos y para las propias fuerzas.

La fuga más resonante confirma que la operación no logró su objetivo principal: Edgar Alves de Andrade, alias “Doca”, el líder del Comando Vermelho que solo responde a Marcinho VP y Fernandinho Beira-Mar, escapó ileso. Según el secretario de Seguridad Pública de Río, Víctor Santos, Doca utilizó sicarios para montar bloqueos y abrirse paso fuera de los complejos de Alemão y Penha.

Era el blanco prioritario de la operación “Contención”, pero sigue prófugo. La línea de denuncias anónimas ofrece 100.000 reales (18.000 dólares) por información que permita su captura. Su nombre no es nuevo en los partes policiales: en 2021, según la investigación, ordenó el asesinato de André Lyra de Oliveira, alias Lápis, en Brás de Pina.

Para pasarla bien, hay que venir al sur

Al sur, en cambio, las últimas dos noches, la ciudad intentó ser la postal que da la vuelta al mundo. En Copacabana e Ipanema, turistas y residentes buscaron retomar el ritmo de una urbe montada para el disfrute.

Hubo música, pero a menor volumen; vasos con caipirinha, pero menos brindis; y un hábito nuevo: a las 23, como bajo un “toque de queda” autoimpuesto, los parlantes se apagaron y las charlas se mudaron a voz baja.

Por ejemplo, la noche del miércoles solo algunos se quedaron hasta el final del partido en el que Flamengo eliminó a Racing; el resto volvió temprano. Es el eco de los efectos residuales del miedo que dejó la operación y que LA NACION registró en vuelos, bares y veredas: planes ajustados sobre la marcha, excursiones a favelas canceladas y un mapa turístico que se recortó a la zona sur. “Ahí está bastante tranquilo”, repiten.

La Avenida Atlántica en Copacabana, la noche del martes, cuando toda la ciudad estaba conmovida y en alerta

En tanto, antes de las siete de la mañana, y con 22 grados de temperatura, decenas de personas ya se habían volcado a las playas y a la avenida Atlántica para hacer actividad física antes de que el calor fuera insoportable. Sin embargo, una tormenta que se extendió durante la mayor parte del mediodía y tarde, obligó a cambiar planes.

La doble postal —la morgue y la playa— no es solo un contraste estético. Es una fractura real: en los accesos a Penha y Alemão, los comercios dudan antes de levantar la persiana; las escuelas alteraron sus horarios; las líneas de colectivo desviaron recorridos y recién este jueves comenzaron a retomar sus circuitos naturales.

En el IML, la jornada se mide por la frecuencia con la que llegan nuevas familias en busca de sus seres queridos. En la Avenida Atlántica, en cambio, se negocia el precio de los artículos de playa o en qué lugar es mejor comer.

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