Cuando los tripulantes aterrizaron en Milán, nada les advertía sobre el inusual destino que les esperaba. En su mente, estaban simplemente haciendo una parada rutinaria antes de continuar con su itinerario, como tantas otras veces. Sin embargo, un pequeño error administrativo terminó convirtiendo una noche de descanso en una experiencia que ninguno de ellos olvidará. Se alojaron en un hotel cuyo principal atractivo no era la comodidad ni la paz, sino un mundo muy distinto: el BDSM. En castellano: “sadomasoquismo”.
Todo empezó con una reserva equivocada, algo tan mundano y casi banal que, de no ser por las circunstancias, podría haber quedado olvidado rápidamente.
Pero como suele ocurrir, los errores pequeños pueden desencadenar consecuencias inesperadas. En vez de llegar al MO.OM Hotel de lujo, en las afueras de Milán, los tripulantes de la aerolínea británica fueron enviados al Motel MO.OM, un establecimiento cuya principal característica no era precisamente su afabilidad ni sus servicios de relajación, sino una decoración que ponía en primer plano lo que el mundo conoce como BDSM (por sus siglas en inglés: Bondage, Domination, Sado-Masoquism).
Las habitaciones estaban decoradas con un mobiliario que bien podría haber sido sacado de una película de culto, con espejos en los techos, jaulas humanas y camas con barras metálicas. No era un lugar en el que uno esperaría encontrar a un grupo de tripulantes de aerolínea, cansados y con ganas de dormir. La sorpresa fue inmediata, aunque no fue la única. Según contaron más tarde, entre las paredes de ese motel, su “descanso nocturno”, elemental para sus operaciones en altura, se convirtió en una constante sinfonía de ruidos y gemidos, mientras una orgía de 24 horas tenía lugar en habitaciones contiguas.
Los tripulantes de British Airways, acostumbrados a la comodidad de los hoteles de lujo que suelen ofrecerles las aerolíneas internacionales, no sabían cómo reaccionar ante la situación. Había sido un error de reservas, pero el lugar en el que se encontraban parecía sacado de una película de terror, o tal vez de una fantasía erótica. Las jaulas para “personas” no ayudaban a mitigar la sensación de que estaban atrapados en una especie de extraña escena.
Mientras algunos se limitaban a intentar descansar en medio de lo que parecía una fiesta continua, otros se enfrentaron al choque cultural de manera más directa. Los ruidos provenientes de las habitaciones vecinas no dejaban espacio para la duda. Completamente dentro de lo esperado si se consideraba que, en ese hotel, lo más común no era encontrar turistas deseosos de un buen par de horas de descanso, sino personas dispuestas a practicar juegos mucho más intensos y menos convencionales.
Sin embargo, lo que parecía un malentendido de poca importancia fue tomando un giro inesperado. El ambiente del hotel se volvió incómodo, no solo por los aspectos visuales y sonoros, sino por el mismo contexto de inseguridad que rondaba los pasillos.
Y ahí fue cuando la realidad comenzó a chocar con la imagen del hotel de lujo que todos esperaban encontrar. Los tripulantes, que habían aterrizado en Milán para descansar y preparar su siguiente vuelo, no solo se encontraron con un lugar completamente inapropiado para un descanso; además, el cansancio acumulado de un largo vuelo hizo que la situación fuera aún más difícil de sobrellevar. Algunos, a falta de sueño, intentaron hacerle frente con humor, mientras que otros optaron por salir a caminar por los alrededores, para escapar, aunque solo fuera un rato, de lo que les esperaba dentro.
La situación se complicó aún más cuando varios tripulantes se dieron cuenta de que no estaban en condiciones de volar al día siguiente. La falta de descanso dejó a más de uno fuera de funciones. La aerolínea, claro, no tardó en notar el efecto que esto tuvo sobre su personal.
British Airways no perdió tiempo en dar una respuesta oficial. En un comunicado, la compañía expresó su pesar por el incidente y reconoció el error en la reserva, asegurando que estaban tomando medidas para que algo así no se repitiera: “Un pequeño número de tripulantes fue trasladado a habitaciones de hotel no aprobadas debido a problemas de disponibilidad con nuestro proveedor habitual, sin nuestro conocimiento. Estamos investigando urgentemente para evitar que esto se repita”.
Al menos, el “daño” en esta ocasión no fue mayor ya que no hubo retrasos en los vuelos.
Pero más allá del comunicado oficial y los arreglos logísticos, el incidente dejó claro algo fundamental: la confusión entre el MO.OM Hotel y el Motel MO.OM no es una simple equivocación de nombres. Son lugares diametralmente opuestos. El primero, un establecimiento moderno, con servicios para ejecutivos y familias, donde uno podría esperar una habitación tranquila con vistas al paisaje lombardo. El segundo, un lugar dedicado al placer, casi sin ventanas, donde las únicas vistas eran las de los espejos en el techo y los decorados de cuero y metal. Y aún más absurdo: ambos están a solo unos minutos uno del otro, pero parecen pertenecer a universos completamente distintos.
Aquel hotel, que probablemente no figuraba en ningún itinerario de turistas que buscan un descanso de calidad, de alguna forma se convirtió en la estrella de la jornada, al menos en las redes sociales. No es común que un simple error como este se convierta en un tema viral, pero esta vez la mezcla de incomodidad, desconcierto y lo que solo podría describirse como una comedia absurda hizo que la historia se extendiera más allá de los pasillos de la aerolínea británica.
El incidente con el Motel MO.OM llegó primero a los medios tradicionales y escaló luego a las redes sociales, donde se hizo viral y dio la vuelta al mundo.