George Retes, un veterano del Ejército de Estados Unidos que sirvió en Irak, fue detenido por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) en California a pesar de ser ciudadano estadounidense. El joven de 25 años relató cómo vivió los tres días que estuvo encerrado en un centro migratorio sin que le permitieran hacer llamadas telefónicas ni hablar con un abogado.
George Retes, el estadounidense que fue detenido por agentes del ICE en California
El 10 de julio, mientras se dirigía a su trabajo como guardia de seguridad en la granja de cannabis Glass House Farms, en el sur de California, George Retes se encontró con un grupo de agentes del ICE que bloqueaban la carretera de acceso.
“Me detuve a una distancia prudente. Puse el auto en parking. Salí y les dije: ‘Soy ciudadano estadounidense, solo intento llegar al trabajo. Tengo un empleo como ustedes. Tengo una familia que mantener y cuentas que pagar. No estoy aquí para pelear. No soy parte de la protesta. Literalmente solo quiero llegar a trabajar’. No les importó y de inmediato se pusieron hostiles. Nadie parecía estar a cargo. Todos gritaban a la vez“, relató en diálogo con a The Atlantic.
Según explicó, los oficiales le daban diferentes órdenes en un tono elevado de voz: le decían que el camino estaba cerrado, que no podría entrar a trabajar ese día, que se marchara, que regresara a su auto y se estacionara a un lado.
En un momento, comenzaron a avanzar en fila hacia él, por lo que optó por volver a su vehículo para evitar cualquier conflicto. Entonces, los agentes lo rodearon.
“Les dije: ‘Me voy’. Intentaba irme y los oficiales golpeaban las ventanas de mi lado y del pasajero. Los de enfrente me decían que retroceda, que me orille, mientras otros intentaban abrir mi puerta y me decían algo completamente distinto, contradiciéndose entre ellos”, continuó.
Los detalles del violento arresto del ICE a un excombatiente estadounidense, con gas lacrimógeno y ventanas rotas
Según su relato, los agentes lanzaron gas lacrimógeno, lo que lo dejó atrapado mientras el vehículo se llenaba de humo y comenzaba a asfixiarse. Mientras tanto, golpeaban su ventana y le gritaban que retrocediera: “Yo les decía: ‘¿Cómo esperan que retroceda si no puedo ver?’ Me escuchaban toser. Seguían dándome órdenes contradictorias».
Uno de los policías le rompió la ventana del lado del conductor, mientras otro metió el brazo para rociarle la cara con gas pimienta. “Me arrastraron fuera del coche. Me tiraron al suelo. Un agente se arrodilló sobre mi espalda, otro sobre mi cuello. Algunos miraban como si yo estuviera resistiéndome, pero no lo hacía. Intentaba cumplir”, agregó.
El joven recordó cómo se sentía mientras lo arrestaban: “Fue una locura. No sabía qué iba a pasar. Cuando tienes agentes sobre tu cuello y tu espalda, y les dices que no puedes respirar y no les importa, da miedo”.
Tras ser levantado del suelo, fue trasladado hasta Glass House, mientras los agentes se cuestionaban entre ellos los motivos de su arresto y qué hacer con él. Permaneció sentado en la tierra aproximadamente cuatro horas antes de ser subido a un Vehículo Utilitario Deportivo (SUV, por sus siglas en inglés) y desplazado a una base naval, donde participaron diversas agencias, como la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), Marina, Guardia Nacional, Seguridad Nacional y el ICE.
Allí le tomaron las huellas, fotografías y le colocaron esposas en muñecas y tobillos. Finalmente, lo llevaron a un centro de detención en el centro de Los Ángeles.
Cómo pasó los tres días en un centro de detención de Los Ángeles: “Nadie me dijo por qué estaba ahí”
Retes relató que en la celda se encontraba solo con otra persona, un profesor arrestado ese mismo día, y que durante todo el tiempo sus manos y su cuerpo ardían por el efecto del gas lacrimógeno. “Nadie me dijo por qué estaba ahí. Pensé que nadie sabía nada, que iba a desaparecer y nunca volvería a ver a mis hijos. Se escuchan historias así: alguien es detenido y se pierde en el sistema”, señaló.
A la mañana siguiente, le realizaron un chequeo médico y le preguntaron cómo se encontraba. Posteriormente, lo enviaron con una psiquiatra, quien, según sus respuestas, consideró que lo más adecuado era colocarlo bajo vigilancia suicida.
Entonces, permaneció encerrado en una habitación con un bloque de cemento y un colchón delgado, con las luces encendidas las 24 horas y un guardia siempre presente afuera. “Fue terrible, sentirme tan confinado, sin poder hacer nada, sin saber qué pasaría”, detalló.
Lo que más preocupaba a Retes durante su detención era sus hijos pequeños, a quienes temía no volver a ver: “Les dije que regresaría más tarde ese mismo día. Nunca llegué. Eso no me dejaba de dar vueltas en la cabeza. Mi hijo tiene ocho años, y mi hija acababa de cumplir tres. Me perdí su cumpleaños mientras estaba ahí”.
Tras pasar tres días en el centro de detención, el joven fue liberado sin cargos. Indicó que sus hijos están “súper felices” desde que lo volvieron a ver y que “sonríen de oreja a oreja”. “Fue la mejor sensación del mundo”, añadió.
Retes señaló que decidió iniciar acciones legales contra el gobierno: “Sé con absoluta certeza que no hice nada malo. No hubo disculpas, no reconocieron que algo estuvo mal. Espero que cambie la manera en que el ICE hace su trabajo. Espero que reciban entrenamiento adecuado, que no puedan simplemente perfilar racialmente y levantar a la gente. Que el gobierno reconozca que puede equivocarse”.