Es el peronismo, compañeros

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Empezó la campaña electoral, y de la peor manera. Pro critica la gestión nacional de La Libertad Avanza. La Libertad Avanza critica la gestión porteña de Pro. Quienes hasta ayer nomás decían que tenían más coincidencias que diferencias se tiran con misiles y motosierras. Para algunos, la forma de demostrar pertenencia a Pro es insultar a los “virgos” de LLA. Para otros, demostrar apoyo al Gobierno es injuriar a los “viejos meados” de Pro. Las diferencias acerca de distancia óptima entre Pro y LLA tensan las relaciones partidarias. Proliferan las denuncias de pactos ocultos y complicidades. Suben las exigencias de liderazgo único y verticalidad. Vuelan las acusaciones de traición.

Mientras la disputa por el mismo electorado hace lo suyo, la maniobra de adelantar las elecciones porteñas para evitar su nacionalización tiene el efecto contrario. Será un todos contra todos hasta fines de mayo, con posible prolongación hasta octubre. ¿El peronismo? Del peronismo nadie habla. De manera que el compañero radical Santoro calla, agradece y encabeza las encuestas. Con un poco de suerte, si los porteños se olvidan de la Buenos Aires sucia, decadente e insegura de Aníbal Ibarra, Alberto Fernández y Néstor Kirchner que tuvo en Cromañón su emblema eterno, quedará en posición inmejorable para aspirar en 2027 a ser jefe de gobierno. Minucias.

Sostiene LLA que puede gobernar Buenos Aires mejor que Pro. Dice Pro que el gobierno nacional sería mejor si le hicieran caso. “Ponele”. Ahora bien, ¿cuánto mejor que la de Pro sería una gestión de LLA en la ciudad? ¿Cuánto mejor sería el gobierno nacional con más participación de Pro? La respuesta es simple: en ambos casos, no habría una diferencia cualitativa. Por eso los principales dirigentes de Pro llamaron a votar Milei en el balotaje. Por eso los principales ministros del Gobierno fueron ministros de Pro y los bloques de Pro apoyaron en el Congreso al Gobierno. Lo que sí supondría un cambio cualitativo para la ciudad y el país sería un gobierno del peronismo en la ciudad o en el país. Eventos catastróficos que a pocos parecen importarles. Aguante la identidad partidaria. Primero, el movimiento. La patria, lo vamos viendo.

Es así que, con un escenario internacional incendiado y el país todavía en terapia intensiva, se sigue debilitando el músculo político del cambio. Algunos minimizan el problema diciendo que se trata de elecciones legislativas, argumentan que yendo separados se obtendrán más bancas y aseguran que la coalición parlamentaria LLA-Pro seguirá adelante como si nada después de las elecciones. Me permito dudarlo. Y lo sucedido en estos días de campaña confirma mis sospechas. Varios meses de disputas en los que LLA estará obligada a criticar a Pro y Pro a LLA no serán gratuitos. No somos suecos. Al efecto diario de desconfianza de los mercados se sumará el de las relaciones personales dañadas. Lo sucedido en las internas 2023 de Pro enseña. Nos habíamos amado tanto. Macri. Bullrich. Larreta. El desgaste de las relaciones nunca es gratis.

Un triunfo peronista en mayo y su repetición en octubre son posibles. Para señalar sus consecuencias baste recordar que el día anterior a las PASO 2019 el riesgo país era de 971 p.p. y llegó a 1957 p.p. el martes siguiente a aquel domingo desgraciado en que los enojaditos de entonces se quedaron en casa o votaron a Alberto. Tampoco sobra recordar que la situación en 2017 era más sustentable que la actual. No había semejantes turbulencias internacionales, la pobreza era del 25%, Cambiemos tenía entonces muchos más diputados, senadores, intendentes y gobernadores que LLA ahora y había arrasado en las elecciones de mitad de mandato. Se preveía que en 2018 el país crecería el 4% y la inflación sería del 15%. Macri y Vidal serían reelegidos inevitablemente. No vuelven más, cantábamos en diciembre. Nada hacía prever las 14 toneladas de piedra, la conferencia conjunta del ministro de Economía y el director del Banco Central, ni la corrida cambiaria de abril, que tres meses después dejaron sin poder ni reelección a aquel gobierno.

Ojalá mis temores sean exagerados. Ojalá me equivoque. Ojalá logremos unificar listas para octubre; en la ciudad y la provincia, por lo menos. Ojalá estas semanas nos salgan gratis. Por las dudas, voy a hacer lo de siempre: defender la gobernabilidad de los gobiernos no peronistas, el de la república y el de CABA, que recién empiezan sus mandatos, con el mismo entusiasmo con que defendí, a pesar de los errores no forzados, aquel gobierno de Cambiemos. Fue la instalación de la idea de que Macri había fracasado lo que le abrió el camino al triunvirato de Cristina, Massa y Alberto. Fueron los que exigían autocrítica, haciéndoles el juego a los muchachos. Queridos autoflagelantes: en los países normales los gobiernos y sus aliados alaban sus logros y critican a la oposición, y la oposición critica al gobierno. Solo en la Argentina se exige a los no peronistas que hablen mal de sí mismos mientras el peronismo los insulta a todos. Vara de Suiza y vara de África. Síndrome de Estocolmo. Parece mentira tener que decirlo de nuevo.

Apoyo la decisión de Pro de defender la continuidad de sus gobiernos en la ciudad, y la del gobierno nacional de mantener su independencia. Y temo que, lejos de agradar, esta posición enojará a ambos bandos. En tanto, la historia enseña: Carrió y López Murphy fueron separados en 2003 y ganó Néstor. Ganó el kirchnerismo hasta 2015, cuando el peronismo fue separado y los no peronistas, unidos, y ganó Cambiemos. Eso, hasta 2019, cuando el peronismo se unió y acá estamos, festejando cada vez que algún logro económico o social nos devuelve a la “tierra arrasada” que en 2023 había dejado Cambiemos.

Si estuviera a cargo de la estrategia de LLA dejaría a la ciudad de Buenos Aires en manos de Pro y me concentraría en ganar las muchas provincias peronistas donde Milei arrasó en 2023. Si estuviera a cargo de la estrategia de Pro dejaría de pedir más presencia en un gobierno cuyos principales funcionarios (Caputo, Bullrich, Sturzenegger) vienen de Pro. Pero como no estoy a cargo de nada voy a concentrarme en contener los daños de la desunión. No insistan: no voy a hacer listas comparativas de peronistas en este gobierno y en el de Cambiemos, ni voy a participar de competencias digitales a ver quién tiene más fotos con Massa, Trump y los Moyano. Sepan disculparme los que abjuran del peronismo pero les gustan la verticalidad y la obediencia.

Con todos sus defectos, las gestiones de Pro han mejorado enormemente la ciudad. Con todos sus defectos, el gobierno nacional viene cumpliendo todos sus mandatos: bajar la inflación, reactivar la economía, controlar las calles de la Capital y luchar contra el narco en las de Rosario, poner al Estado del lado de las víctimas, desactivar los grupos piqueteros. De manera que, perdonen, voy a evitar hablar mal de la gestión de Pro en Buenos Aires y de la gestión nacional del Gobierno. Para eso está el peronismo, que mira nuestras divisiones y festeja.

Nadie puede ser tan ingenuo para ignorar que la política implica inevitablemente una disputa por el poder. Pero, entretanto, hay que terminar de sacar al país de terapia intensiva y gobernar una ciudad compleja; lo que es imposible sin acuerdos entre Pro y La Libertad Avanza. Es el peronismo, compañeros. Ojalá recordemos las consecuencias de la desunión. Ojalá no volvamos a darlos por muertos. Ojalá nos dejemos de jugar con fuego.

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