La amistad es uno de los valores humanos que enriquece la realización personal y social. Los protagonistas del vínculo amistoso construyen una relación de amor mutuo que retroalimenta simultáneamente la felicidad personal.
Si el amor fraterno está basado en los lazos de parentesco, el amor de la amistad se funda en la sociabilidad, la incondicionalidad, la tolerancia, la aceptación de las diferencias, el refuerzo de las afinidades y la empatía.
Tanto el amor de pareja como el de la amistad, respetan la simetría, es decir, la igualdad vincular. Ninguno es superior al otro, tampoco se complementan, se nutren por la individualidad y la diferencia.
La amistad después del amor de pareja rescata lo mejor de cada uno, algo fundamental que no se quiere perder, por ejemplo: la comunicación, los gustos, las afinidades, la ideología, la filosofía de vida, etc.
En los tiempos que vivimos, de más flexibilidad en las relaciones amorosas y sexuales, se comprende y tolera mucho más este tipo de relación.
Ser claro con la pareja actual
Por supuesto, es fundamental hablar el tema con la pareja actual, para que no existan conflictos. Sin embargo, no siempre la aceptación del otro es tan abierta; los celos y las comparaciones pueden poner a la persona en el dilema de tener que decidir entre el amigo o la pareja. Estar en el medio no es una posición cómoda, hay que correrse de ella lo antes posible.
No es decidir por uno o por el otro, es defender la autonomía personal y no sucumbir en la idea que todo se debe hacer en sintonía con la pareja. Cuando surgen conflictos porque se mantiene la relación con un ex o una ex, se puede poner en duda la confianza, generando sospechas y la urgencia por controlar al otro, cuestión que no es nada saludable.
Abrir el tema, una y tantas veces que sea necesario, es condición fundamental para impedir que se convierta en un problema. Y explicitar qué cosas son valiosas para preservar la amistad.
*El doctor Walter Ghedin (MN 74.794) es médico psiquiatra y sexólogo