Las imágenes que el productor agropecuario Leandro Lanzinetti tomó desde el aire, en un vuelo realizado el sábado sobre el partido de Bolívar, dejan en evidencia la magnitud del desastre que atraviesa este distrito: kilómetros y kilómetros de parcelas anegadas como si formaran una red de lagunas que cubren campos agrícolas y ganaderos. Hay problemas para los cultivos ya sembrados de la campaña fina [trigo], para los tamberos que deben sacar la leche de los tambos y dudas para la nueva campaña de soja y maíz. Calculan que hay
La última lluvia, registrada la semana pasada, fue de 30 milímetros. El productor explicó que, aunque no parece un valor elevado, el problema es que en la primera mitad del año ya cayó el volumen de agua que normalmente se registra en todo un año. Por esta razón, en la zona crece la preocupación ante la llegada de la primavera, la estación más lluviosa, y la incertidumbre sobre qué ocurrirá cuando lleguen las precipitaciones más intensas.
No se trata solo de los campos bajo agua: con la parición de las vacas en marcha, el ganado tiene dificultades para encontrar lugares secos y el mal estado de los caminos rurales impide que los productores puedan mover hacienda o sacar los granos. A esto se suma la inquietud por la próxima campaña de granos gruesos [soja y maíz], que comenzará en dos meses, y la situación de los tamberos, que en muchos casos no pueden sacar la leche por la imposibilidad de que ingresen los camiones a los establecimientos.
José Gabriel Erreca, presidente de la Sociedad Rural de Bolívar, proporcionó más datos para dimensionar el impacto. Según detalló, el sector más afectado es el noroeste del partido, la zona más productiva, que limita con Carlos Casares y 9 de Julio, y que incluye la cuenca lechera por excelencia. Calcula que “el 80% de esa franja está bajo agua y con muy poco escurrimiento, lo que impide cualquier trabajo de mantenimiento o mejora”.
Erreca advirtió que la cosecha fina [trigo] será mínima, con muy poco trigo y cebada sembrados, y que el inicio de la campaña gruesa dependerá del clima. “Cada lluvia, aunque sea de 30 o 40 milímetros, en estas condiciones es un montón. Estamos a dos meses de preparar la gruesa y, si el clima no mejora, será muy difícil encarar la campaña”, indica. Según sus estimaciones, entre 300 y 400 productores están directamente afectados.
Lanzinetti señaló que los problemas comenzaron a principios de año. El primer evento fuerte fue el segundo fin de semana de marzo, en coincidencia con la inundación en Bahía Blanca. “En ese momento acá no llovió lo suficiente como para que el arroyo se desbordara e inundara todo, pero con el agua que vino de las Lagunas Encadenadas y lo que llovió en las sierras, la cuenca se saturó por completo. Hubo tres muertes”, recordó.
Por Bolívar pasa el arroyo Vallimanca, que recibe el caudal del Canal Aliviador, una obra construida para que, cuando las Lagunas Encadenadas del partido de Guaminí superan cierto nivel, drenen por ese cauce. Ese sistema hizo que llegara a Bolívar un enorme caudal de agua de otras zonas. Aunque la situación mejoró levemente, las lluvias posteriores impidieron que se normalizara.
Respecto de la zona filmada el sábado pasado Lanzinetti calculó que ya se acumularon 1300 milímetros en lo que va del año. “Es un disparate, sobre todo porque falta la primavera, que es el período más lluvioso. La media anual aquí está entre 900 y 1000 mm, pero recibimos 1300 en apenas cuatro meses. Es un exceso. Cuando tanta agua cae en tan poco tiempo, el suelo no alcanza a absorberla y pasa lo que se ve en las imágenes”, explicó.
El invierno agravó la situación. “En esta época no hay evaporación y el agua queda en superficie. En julio cayó 100 mm —en algunas zonas, 120— y la semana pasada, otras 30, que empeoraron todo”, dice.
Lanzinetti también cuestiona la falta de obras de infraestructura. “Acá el agua se va o por evaporación o por la napa, pero hoy la napa, en vez de absorbente, está largando agua hacia afuera. La situación es muy crítica”.
Su empresa se dedica a la agronomía y el acopio de granos, con campos propios y arrendados para ganadería. “Este es un momento muy crítico porque estamos en plena parición, naciendo los terneros, y aunque tengas reservas forrajeras la situación se complica. Por ahora, si no empeora, las vacas están en buen estado y podrán aguantar, pero habrá que moverlas a potreros más secos y racionar. El problema es que, con los caminos destruidos, es muy difícil llegar. Hay cereal sin cosechar y bolsos listos que no se pueden sacar. Eso genera un problema económico gravísimo: el productor necesita vender y hoy no tiene salida”.