Bastan tan solo 90 segundos para que una persona pueda ahogarse en el agua. En ese breve lapso, las vías respiratorias se obstruyen y el oxígeno deja de entrar al organismo, lo que lleva a la pérdida de consciencia y, en pocos minutos, puede derivar en daño cerebral o la muerte si no se recibe atención inmediata. Este peligro se refleja en las cifras registradas hasta el 31 de julio en España: 302 personas fallecidas por ahogamiento en espacios acuáticos, lo que se traduce en el peor dato desde 2015, según la Real Federación Española de Salvamento y Socorrismo (RFESS), que atribuye esta situación a la falta de educación y prevención en este ámbito, principalmente. De ese total de ahogamientos, 150 se produjeron en playas, 62 en ríos, 31 en piscinas y los 60 restantes en otros espacios acuático de interior.
Entre las causas más comunes que desencadenan un ahogamiento también figuran las imprudencias, la falta de seguridad en los flotadores, el consumo de alcohol, las zambullidas peligrosas o las corrientes de no retorno. Y aunque estos sucesos están presentes todo el año, es en los meses de verano cuando se concentra el 80% de los ahogamientos.
“Se trata de una cifra alarmante, especialmente porque muchas de esas 302 defunciones eran prevenibles“, explica a Infobae Silvia Aranda, portavoz de SEMES Socorrismo (Sociedad Española de Medicina de Urgencias y de Emergencias). A diferencia de otros ámbitos como la seguridad vial, donde a lo largo de los años la Dirección General de Tráfico (DGT) ha intensificado y mejorado las campañas de prevención y concienciación sobre los peligros en la carretera y “hay, por tanto, una cultura al respecto”, pero en seguridad acuática “esto no ocurre”, asegura la experta. Esta carencia se refleja, según Aranda, en situaciones cotidianas como el desconocimiento sobre el significado de la bandera roja en el mar, que indica que el baño está prohibido por las condiciones del mar y no hacer caso a la advertencia acarrea sanciones que pueden llegar hasta los 3.000 euros, si bien depende de cada ayuntamiento.
“La bandera roja es como el semáforo en rojo: saltársela implica un riesgo real. Si ondea en la playa, quiere decir que realmente hay un peligro y por eso se prohíbe el baño. Pero aún hay gente que lo desconoce por falta de educación o que prefiere bañarse en espacios sin vigilancia en vez de elegir sitios más seguros”, añade la también profesora e investigadora en el Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña (INEF). De hecho, la RFESS ha alertado en su balance en lo que va de año del elevado número de muertes que se producen en espacios no vigilados o sin servicio de socorrismo activo, como playas no urbanas, ríos, pantanos o embalses.
Saber nadar bien, recuerda la experta, tampoco elimina el riesgo, ya que pueden surgir contratiempos como contracciones musculares o una complicación de salud inesperada “y es ahí cuando puedes entrar en pánico”.
Por eso insiste en la importancia de la prevención desde edades tempranas a través de programas de formación escolar sobre seguridad acuática que permitan identificar riesgos, respetar normas básicas en el agua y saber cómo actuar en caso de emergencia, y que las administraciones trabajen en ello de forma constante y “no únicamente después de que se hayan producido muertes por ahogamiento”, aunque también reconoce que en estos últimos años la preocupación por evitar accidentes ha aumentado tanto entre la ciudadanía como a nivel institucional.
“Es ahora cuando estamos empezando a pensar en prevención de ahogamientos y otros accidentes en el agua. Y la clave es precisamente esa, hacer prevención durante todo el año”.
No obstante, Aranda lamenta que en España “no haya campañas de prevención de alcance nacional” sobre accidentes en el agua, ya que las medidas “suelen ser locales o autonómicas”, lejos de la estrategia coordinada que sí despliega la Dirección General de Tráfico en el ámbito vial. También considera fundamental que las campañas se ajusten a cada grupo de edad, ya que los factores de riesgo varían para cada uno.
Aumenta el número de menores de edad ahogados
Aunque los datos de la federación de estos siete primeros meses del año reflejan que el perfil más frecuente entre las víctimas mortales continúa siendo el de un hombre adulto, especialmente mayor de 45 años y de nacionalidad española, este verano también ha habido un “preocupante repunte” de muertes entre menores de edad, con 9 fallecidos en julio y 11 en junio y un acumulado en lo que va de año de 23.
Aranda recuerda que la supervisión de menores en entornos acuáticos requiere atención continua, porque “el ahogamiento es un proceso silencioso” y basta un instante de distracción para que ocurra un accidente. “No pueden gritar para pedir ayuda como cuando se caen en el parque, por eso la vigilancia permanente de los adultos es fundamental”, concluye.
En el caso de los adultos, para reducir riesgos en aguas abiertas, la experta recomienda utilizar boyas de flotación, objetos hechos de material ligero y colores visibles que se sujetan a la cintura con una correa.
Según el balance de RFESS, solo en el mes de julio fallecieron por ahogamiento 92 personas, lo que lo sitúa como el cuarto julio más letal desde que se recogen datos en el Informe Nacional de Ahogamientos de la federación. El informe también destaca que el trimestre formado por los meses de mayo, junio y julio sumó 209 fallecimientos, la cifra más alta en ese periodo tras los 194 de 2017 y los 187 del año pasado.
Andalucía, Canarias y Comunidad Valenciana encabezan la lista
Por comunidades autónomas, Andalucía encabeza la lista con 52 muertes en los primeros siete meses del año, seguida por Canarias y Comunidad Valenciana, con 39 cada una, Cataluña con 36 y Galicia con 34. Tan solo Extremadura y Ceuta no registraron ninguna muerte por ahogamiento en lo que va de año.
El rango de edad con mayor número de personas fallecidas por ahogamiento en julio fue el de 65 a 74 años, con 30 casos, por delante del de 18 a 25 años y mayores de 75 años, con 9 en ambos tramos. En lo que va de 2025, también se registra un aumento de muertes entre personas jóvenes de 18 a 44 años, con 66 personas fallecidas por ahogamiento, lo que supone un 21,8% del total.