Esperaba que llegaras

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Sí, ese cambio de temperatura ascendente es la prueba obvia de que se termina el frío y con él vuelven al placard las frazadas, las mantas térmicas, la bolsa de agua caliente y las pantuflas de los Minions (o las que usted use). Se acaba esa época de tirarse todo el ropero encima para salir y después sacarse absolutamente todo al llegar al trabajo. Ni hablar de subir al subte, colectivo o tren envuelto en un sinfín de capas con las que hay que empujarse para abrirse paso entre otros pasajeros que fruncen la nariz por el microclima que impera. Los calores humanos y la falta de desodorante se combinan en una nube tóxica que no tiene nada que envidiarle a la nieve asesina de El Eternauta. ¿Abrir la ventana? Los pasajeros se quejan de que hace frío. ¿Ventanas cerradas? Chernobyl. ¿Solución? Esperar y celebrar que llega la primavera y, con ella, el momento más importante en la vida de cualquier estudiante (o por lo menos así lo era hace veinte años): el Día de la Primavera.

¿Qué es el Día de la Primavera? Históricamente fue el rito de encuentro adolescente, con epicentro en los lagos de Palermo, para celebrar el cambio de estación y pasar un momento grato que, en general, se desvirtuaba y terminaba a los botellazos limpios. Coincide, también, con el Día del Estudiante, por lo que los alumnos de los colegios secundarios tienen la jornada libre para poder salir a disfrutar del clima (y a agarrarse a botellazos).

Era sabido que el Día de la Primavera empezaba con los móviles de televisión entrevistando a jóvenes en pleno picnic, guitarreando, a los besos y destapando una cerveza bien helada, y terminaba con una batalla campal con la intervención de la policía y el SAME. Aquél que había sido entrevistado más temprano tocando una canción de Calamaro a la tarde era visto reventando a otro a guitarrazos limpios. ¿Era una salvajada? Sí. Pero, ¿el clima estaba más agradable? También y con una camperita liviana alcanzaba.

Esas secuencias de imágenes despertaban la indignación popular y llenaban horas de televisión, que mostraban el antes y después de los hechos y cómo habían quedado los lagos de Palermo sumergidos en pilas de basura. Sin embargo, ahora todo cambió y los jóvenes ya no se levantan temprano para tomarse un colectivo para ir a Palermo. ¿Por qué? Por varias razones: la primera es que se dieron cuenta de que estaban repitiendo una tradición sacada de una película de Palito Ortega (y que encima no sabían quién era Palito Ortega). La segunda: ya todos los días se levantaban temprano y se tomaban el colectivo, así que hacer eso para festejar su día no tenía mucho sentido. Y la tercera: en los lagos de Palermo, o en la plaza donde cada uno se convocaba para festejar, no había tanto levante. Entonces, ¿qué hicieron los jóvenes? Sí, pensaron en cómo explotar al máximo la posiblidad de seducir o ser seducidos y empezaron a juntarse en la víspera al Día de la Primavera para hacer una previa y después ir a bailar. Cerraba por todos lados: celebraban, tomaban, había levante y al día siguiente no había clases. Y, como si fuera poco, no había riesgo de que nadie te pegara un guitarrazo.

Sin embargo, se podría decir que se extraña esa vieja tradición, ya en retirada, de hacer el famoso picnic junto a las aguas estancadas de los lagos de Palermo, compartir un momento con la naturaleza, ser entrevistado por el móvil de Crónica TV, escuchar a los gansos pelearse por las migas de pan y sentir que lo mejor está por venir, que el mundo es de los jóvenes y que no hay nada de qué temer… hasta que el alcohol haga efecto y comiencen los desmanes, las patadas voladoras y todo se desmadre sin sentido hasta el año que viene, cuando se celebre nuevamente la llegada del equinoccio de primavera.

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