Una de las características menos habituales en el cine bélico estadounidense es que su mirada se aleje mucho de la experiencia de su propio ejército en las guerras que recrea y filma. Salvar al soldado Ryan, Black Hawk derribado, En tierra hostil o Hasta el último hombre son algunos de los ejemplos recientes más destacables del género, pero todos ellos siguen ineludiblemente a militares americanos.
Puede que por eso Clint Eastwood sorprendiera a todo el mundo al ofrecer una perspectiva totalmente distinta de la Segunda Guerra Mundial en su película Cartas desde Iwo Jima, estrenada en 2006. Aunque se trató de una producción con un presupuesto relativamente reducido (19 millones de dólares) y cifras modestas en taquilla (alcanzando apenas 68 millones de dólares recaudados, frente a los 65 millones de su película complementaria Banderas de Nuestros Padres), la obra fue reconocida por la crítica y especialistas por su ambición y realismo, así como por el tratamiento humano y complejo de sus protagonistas.
Un díptico clave para comprender el sufrimiento de la guerra
La acción se desarrolla durante la batalla de Iwo Jima, entre febrero y marzo de 1945, cuando 22.000 soldados japoneses intentaron resistir la ofensiva estadounidense. Según los registros históricos destacados en la película, las bajas estadounidenses alcanzaron casi 25.000 personas, con 6.821 muertos, mientras del lado japonés solo 1.083 lograron sobrevivir a uno de los episodios más violentos y simbólicos de la Guerra en el Pacífico. De este modo, Eastwood sitúa el foco de la narración en la figura del general japonés encargado de la defensa, Tadamichi Kuribayashi, interpretado por Ken Watanabe. Y es que, para realizar el guion de la película, se tomaron como base cartas auténticas, conocidas como las Cartas ilustradas del Comandante en Jefe de Kuribayashi, y explora las experiencias personales, la incertidumbre y la tragedia de quienes sabían que la derrota era inminente.
El filme completa un díptico con Banderas de Nuestros Padres, rodado también por Eastwood el mismo año, que narra los mismos sucesos desde el punto de vista de los soldados estadounidenses, en lo que supone una poco vista antes de este peculiar díptico: era la primera vez en la historia del cine norteamericano en la que un conflicto de esta magnitud se retrataba a través de dos obras complementarias y especulares, aportando una visión más equilibrada de los horrores y dilemas humanos vividos en ambos bandos.
La opinión de los historiadores
Otra de las particularidades más apreciadas por los expertos es la reconstrucción detallada de los túneles (una red subterránea de aproximadamente 27 kilómetros) donde los soldados japoneses resistieron durante semanas, lo que permitió a la producción trasladar el conflicto desde una perspectiva física y psicológica absolutamente distinta a la habitual. El historiador miliar John McManus, en declaraciones recogidas por Insider, calificó la obra con “9 sobre 10”, subrayando su atención al detalle y la honesta representación de la complejidad psicológica de los combatientes.
“Lo que hace que Banderas de nuestros padres (disponible en alquiler desde Apple TV+) y Cartas desde Iwo Jima (disponible también en Movistar Plus+) sean un poco especiales es que no conozco ninguna otra circunstancia con una película que retrate ambos bandos en dos películas diferentes, que tenga este tipo de pieza complementaria donde […] realmente puedes tener una buena idea de cómo fue esa batalla desde ambas perspectivas”, destacaba entonces el experto. Y, por todo ello, acabó considerando que las películas de Eastwood habían logrado “redefinir” el cine bélico. “Ya no es una simple glorificación de héroes, sino una exploración íntima del sufrimiento, el coraje y la desesperación, independientemente del bando en el que te encuentres”.