Este pueblo argentino fue elegido entre los mejores del mundo

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Hay lugares donde parece que el tiempo se hubiera detenido. Donde el silencio se mezcla con el sonido de los arroyos y las calles empedradas invitan a caminar sin apuro. En uno de esos rincones, entre cerros y antiguas construcciones de piedra, una pequeña comunidad argentina fue distinguida por la ONU Turismo por representar lo mejor del turismo rural a nivel global.

Se trata de La Carolina, un pintoresco poblado de apenas 300 habitantes ubicado en lo alto de las sierras puntanas, a 86 kilómetros de la ciudad de San Luis y aproximadamente 1600 metros sobre el nivel del mar. Fundado en torno a la minería, debe su nombre a Carlos III de España y desde 2023 figura en la lista de los “Best Tourism Villages” de la ONU Turismo, que reconoce su valioso legado histórico y natural.

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El galardón, entregado por la Organización Mundial del Turismo, reconoce a pueblos que preservan su cultura, su entorno natural y ofrecen experiencias sostenibles. En ese sentido, La Carolina se convirtió en un ejemplo por su esfuerzo en mantener una forma de vida ligada a la historia y al paisaje. Como parte de ese compromiso, este año el pueblo tomó una decisión radical: convertirse en peatonal para proteger su fisonomía y la relación entre habitantes y visitantes.

El antigüo almacén de La Carolina

La Carolina nació a fines del siglo XVIII en torno a la minería del oro, actividad que dejó su huella en el paisaje y en el imaginario colectivo.

Todavía pueden explorarse los antiguos túneles del Cerro Tomolasta, donde se desarrollaba la actividad aurífera, o aprender las técnicas tradicionales de extracción en el río Amarillo. Esa memoria dorada no solo se conserva en las rocas: también se expresa en la arquitectura colonial, las calles de tierra y la calma que lo envuelve.

La mina de oro de La Carolina -provincia de San Luis- fue explotada principalmente durante el siglo XIXEl acceso rutero al pueblo, con homenaje a los mineros extrayendo el oro

Recorrer este pueblo es una experiencia que apela a los sentidos. La antigua iglesia, las casas bajas con rejas de hierro forjado, el aire fresco de montaña y los senderos que serpentean entre las sierras conforman un escenario único.

A esto se suma la historia cultural: La Carolina fue hogar del poeta y filósofo Juan Crisóstomo Lafinur, y su museo es uno de los imperdibles de la visita. Pero también hay espacio para la aventura: trekking, rappel, cabalgatas, arreo de llamas y la visita a la Gruta de Inti Huasi, un sitio arqueológico que guarda vestigios de culturas ancestrales.

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El reconocimiento internacional que recibió La Carolina no es solo un mérito simbólico: pone en agenda otra forma de pensar el turismo y el desarrollo. Una en la que la conservación del entorno no compite con el progreso, sino que lo redefine.

En tiempos en que muchas localidades rurales luchan por sobrevivir al olvido, este pequeño pueblo puntano demuestra que la identidad, cuando se preserva, también puede ser un motor de futuro.

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