Fe, coraje y libre albedrío

admin

Dicen que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Si me lo preguntan, estoy convencido de que es así. Imagino que otras personas no sentirán lo mismo, y está todo bien. Pero el punto no es ese. Incluso cuando estés convencido de que nuestro paso por este mundo no es el resultado azaroso de un número inconcebible de acontecimientos fortuitos, o de que, incluso siéndolo, ese resultado no es aleatorio en el contexto de un gran plan que nos trasciende, y dejando de lado que no podemos probar nada acerca de la fe, hay algo que nunca dejará de inquietarnos. Este suave desasosiego tiene un nombre breve y precioso: libre albedrío.

Es decir, uno no sabe cuál es ese plan. Por eso puede permitirse dudar. O puede permitirse la fe. El asunto es que incluso si tenemos la sensación clara y distinta de que nuestra existencia, pese su insignificancia, tiene sentido, no podemos saber de antemano cuál es. Llegado el caso, como ocurrió con muchos genios (me vienen a la cabeza Kafka, Cézanne y Van Gogh), ni siquiera tendremos en vida un atisbo de la trascendencia de nuestro legado.

Pero, sin abordar asuntos filosóficos que exceden este breve texto, el misterio siempre resulta atractivo. Y nos retrata fielmente. Si supiéramos, nos rebelaríamos. O no nos saldría tan bien. Qué digo: no nos saldría del todo. No es raro que encontremos nuestro destino, como Edipo, al intentar esquivarlo.

Me temo que hacemos la vista gorda, al idolatrar la productividad, acumular diplomas y con la agenda detonada. Hemos perdido, en muchos casos, el hábito (el sustantivo no es gratuito) de agradecer el pan y el de rezar, cualquiera sea tu forma de rezar. Después nos asombramos de la falta de empatía, de la sociedad crispada, de la violencia como toda posible respuesta al disenso y a la más leve rajadura narcisista.

Me detendré solo un instante aquí. En el viejo diccionario de griego clásico de José Pabón que usábamos en la universidad, y que conservo, el término empatía (ἐμπάθεια) y el adjetivo del que deriva, ἐμπαθής, no aparecen. Hay que rastrearlos en autores más modernos, y significan, respectivamente, “afecto” y “emocionado”. Le damos hoy un matiz no solo diferente, sino también sintomático. Empatía es identificarse con el otro; llama la atención que hayamos tenido que inventarle una palabra a este rasgo de la naturaleza humana que debería ser característico. Empatía, tal como la usamos actualmente, es una derivación del alemán Einfühlung, y el término fue acuñado en 1909. Anteayer.

De regreso en nuestras biografías, ¿qué hacer entonces? De un lado, es probable que tengamos la convicción de que somos arquitectos de nuestro destino; pero, a la vez, sería impracticable someter cada paso, cada pequeño acto cotidiano, a un control tan celoso. Quiero decir, se supone que un arquitecto no deja gran parte de su diseño librado a las rutinas, los sesgos, la suerte, las emociones y los imponderables. Nos creemos arquitectos, eso es cierto. Pero podríamos negociar algo, y hay un viejo refrán para articular ese contrato que, salvo que seamos muy arrogantes, todos admitimos, íntimamente. “El hombre propone y Dios dispone”, sostiene, y es cierto. Ni el más poderoso de los reyes ha podido, en la hora postrera, decir que todos sus planes se realizaron tal y como los había concebido.

El otro enemigo, más raro, pero, sobre todo, más insidioso, es la parálisis. Si es cierto que hay un plan, bueno, se realizará solo, no tenemos mucho que hacer. Puesto que el asunto no está en nuestras manos, no sirve desvelarse noches completas. El error es otro aquí. Si nos paralizamos y no hacemos nada, a lo mejor el plan era precisamente ese. Así que cuidado, porque el libre albedrío es una espada de dos filos.

Alguien a quien admiré mucho me dijo una vez: “Quizás el talento no sea otra cosa que el simple coraje”. El coraje, mis queridos amigos, y el libre albedrío son lo mismo, pero en dos momentos distintos de la vida.

Deja un comentario

Next Post

El juez que investiga a Errejón pedirá amparo al CGPJ y que se investigue la filtración de las declaraciones

El juez Adolfo Carretero, que investiga al exportavoz parlamentario de Sumar Íñigo Errejón por un presunto delito de agresión sexual, pedirá amparo al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a raíz de las críticas por el tono utilizado en su interrogatorio al exdirigente y a la supuesta víctima y denunciante, […]
El juez que investiga a Errejón pedirá amparo al CGPJ y que se investigue la filtración de las declaraciones

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!