La Cámara de Diputados atraviesa este año una mutación poco común en su rutina parlamentaria. Una figura casi olvidada, el “emplazamiento”, salió del arcón del reglamento para ocupar un lugar central en la escena. Este mecanismo -que fija una fecha límite para que una comisión trate un proyecto encajonado- pasó de ser una rareza a convertirse en la estrategia predilecta de la oposición para romper el bloqueo del oficialismo. Entre 2024 y 2025, su uso se multiplicó por doce.
En un Congreso más fragmentado que nunca, donde un acuerdo amplio parece cada vez más lejano, la oposición encontró en esta prerrogativa un modo de poner sobre la mesa temas incómodos para Javier Milei.
La última sesión fue una postal de este cambio: en una jornada en la que los libertarios encadenaron doce derrotas consecutivas, se aprobaron cinco emplazamientos. Los blancos fueron comisiones clave como Presupuesto y Hacienda y Energía y Combustibles -para debatir los proyectos impulsados por los gobernadores que buscan coparticipar el impuesto a los combustibles y los Aportes del Tesoro Nacional (ATN)-; Asuntos Constitucionales y Peticiones, Poderes y Reglamentos -para destrabar la investigación del caso $LIBRA-; además de Salud y Ciencia y Tecnología, con la mira puesta en iniciativas sobre salud cerebral y en declarar la emergencia del sistema científico.
El recurso no es nuevo. Está previsto en el artículo 106 del reglamento y se vota en el recinto a propuesta de un legislador. Pero su uso histórico ha sido ínfimo. Un relevamiento de la organización Directorio Legislativo revela que entre 2003 y 2024 el promedio fue de apenas 0,32 emplazamientos por año. En 18 de esos 23 períodos -incluyendo 2003, 2004, 2005, 2006, 2007, 2008, 2009, 2011, 2012, 2013, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021 y 2023- no se votó ni uno solo.
El quiebre de 2025
El contraste con este año es contundente: en apenas ocho meses ya se votaron doce emplazamientos, de los cuales se aprobaron 11. Una cifra sin precedentes que marca un cambio de paradigma. La explicación está en la correlación de fuerzas: con apenas 39 diputados propios y un puñado de aliados, La Libertad Avanza es minoría en el recinto, pero conserva el control de las presidencias de comisiones estratégicas -Presupuesto, Asuntos Constitucionales y Legislación General-, desde las cuales puede congelar el avance de proyectos contrarios a su agenda.
Ese cerrojo convirtió al emplazamiento en la llave para abrir puertas cerradas. El caso más ilustrativo es el de Presupuesto y Hacienda, presidida por el libertario José Luis Espert. De las 15 reuniones realizadas en lo que va del año, más de la mitad -ocho- se celebraron únicamente gracias a emplazamientos votados por el pleno. El dato refleja un cambio sustancial: en este Congreso, el calendario de las comisiones ya no lo marca solo su presidente, sino también las mayorías circunstanciales que se conformen en el recinto.
Según un informe de la Dirección de Información Parlamentaria del Congreso, el legislador que más ha explotado esta herramienta en 2025 es Oscar Agost Carreño (Encuentro Federal). De los 12 emplazamientos votados en lo que va del año, impulsó cuatro: desde pedidos de informes e interpelaciones, hasta la creación de la comisión investigadora del caso $LIBRA y el inicio efectivo de su funcionamiento. En la última sesión, además, promovió el emplazamiento para dictaminar la propuesta que coparticipa el impuesto a los combustibles líquidos y elimina una serie de fideicomisos.
Pero la estrategia no se limita a Diputados. En el Senado, donde el oficialismo también está en franca minoría, la oposición tuvo que recurrir a un mecanismo más extremo. Sin la figura del emplazamiento en su reglamento, los senadores opositores decidieron autoconvocarse para trabajar en comisión, dictaminar y llevar sus propuestas directamente al recinto. Fue el camino que encontraron para aprobar el aumento jubilatorio, la moratoria previsional y la emergencia en discapacidad.
En un hecho sin precedentes, un heterogéneo grupo de legisladores del kirchnerismo, la UCR y Pro rompió el cerco oficialista en la Comisión de Presupuesto y Hacienda -presidida por el libertario Ezequiel Atauche– y forzó la firma de los dictámenes. Una semana después repitieron la maniobra, esta vez para abrir el recinto: sin convocatoria oficial, se sentaron en sus bancas el día previsto para las sesiones ordinarias y, con mayoría propia, habilitaron el debate para aprobar los proyectos que habían dictaminado por su cuenta.
El auge de esta figura no solo tensiona la relación entre oficialismo y oposición, sino que también expone un cambio en las reglas no escritas de la política parlamentaria. El emplazamiento dejó de ser un recurso excepcional para transformarse en un instrumento habitual de presión. En un escenario de negociaciones trabadas, la oposición aprendió a usarlo para esquivar el cerrojo libertario y forzar la discusión de iniciativas que incomodan y desafían a la Casa Rosada.