Lo que hoy sucede con Israel, y Netanyahu, en Gaza es muy similar a lo que pasó en Colombia con las Farc y Juan Manuel Santos hace 9 años. Netanyahu y Santos, ganaron unas batallas pero el final pierden la guerra. Vengan les explico.
Hace casi dos años, el 7 de octubre del 2023, cuando Hamas atacó a Israel en ese terrible atentado terrorista, Irán con sus tres proxis, Hezbolá, Hamas y los Houtis, expandía su poder a lo largo y ancho de la región. A través del primero controlaba el Líbano, país fronterizo con Israel; constantemente atacaba con misiles a las ciudades israelíes cercanas y tenía en su mano una amenaza brutal contra Israel. Hamas, por su lado, tenía el control de Gaza, e igualmente era una amenaza constante a Israel, que se hizo realidad con el ataque que dejó más de 1200 muertos y cerca de 240 secuestrados. Los Houtis en Yemen atacaban con misiles y controlaban el estrecho de Hormuz con lanchas rápidas. Esta amenaza existencial tenía un ingrediente añadido, la búsqueda del poder nuclear militar por parte de Irán, que, según expertos, estaba cerca de convertirse en realidad.
En dos años, Israel, con ataques militares, destruyó el arsenal militar y el liderazgo terrorista de Hezbolá y cambió las condiciones de amenaza que allí existían. Hamas, por su parte, hoy está en franca retirada, ha perdido el control de Gaza y lucha por sobrevivir luego de la invasión de Israel tras el ataque terrorista de octubre. Los Houtis, dada la distancia, siguen siendo una amenaza pequeña, aunque los costos de actuar y generar terror han subido. Irán, con los ataques de Israel a su infraestructura nuclear, pierde la iniciativa y retrasa, aún no sabemos por cuento tiempo, su objetivo de tener arsenal nuclear y convertirse en una amenaza existencial contra su gran enemigo, Israel.
Esto hasta hoy parecería ser un gran logro, que lo es, no nos digamos mentiras. Sin embargo, los costos poco a poco superan los beneficios por varias razones.
El primero, los terribles costos humanitarios de las operaciones, en especial la de Gaza, que le volteó la opinión mundial a Israel. Sin duda, Netanyahu, que ha sido enemigo del estado palestino, quiere acabar con esa idea y lo que hoy sucede, tanto en Gaza como en Cisjordania, muestran sus intenciones más allá de la neutralización de la amenaza terrorista.
El segundo costo es político, y ya vemos a muchísimos países que no habían reconocido al estado palestino, como Francia, Canada, Portugal y el Reino Unido, dar ese paso, que por ahora es simbólico pero que va a tener implicaciones políticas muy importantes en el futuro. El tercero y el cuarto son el aumento mundial del antisemitismo y la pérdida del imaginario de víctimas que tuvieron en el mundo, debido, desafortunadamente, al genocidio de los judíos por parte de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Es más, en un mundo donde los imaginarios son los que mueven las ideas y las decisiones, hoy se construye eficazmente uno en el que el estado de Israel es el victimario del genocidio y no la víctima.
Claro, lo que hoy sucede también destapó un antisemitismo subyacente que salió a flote y que era mucho más poderoso y generalizado de lo que, inclusive, los más pesimistas pensaban. Sin embargo, perder, sobretodo en los jóvenes, ese sentimiento de admiración por Israel es gravísimo y es quizás el costo mayor de estas victorias militares de Netanyahu.
Israel gana todas estas batallas, pero es muy posible que pierda la guerra y que Hamas sobreviva, aunque, si hay algo que justifique estos costos es la desaparición de ese terrible grupo terrorista. Una nación y un Estado palestino casi que se volvió inevitable, aunque los mismos líderes palestinos -en especial los de Hamas- son responsables de no tenerlo, al rechazar lo que Israel ofreció en las diversas negociaciones. El legado de Netanyahu va a ser mundial y con visos de genocida, lo que es ya de por sí es tremendamente negativo para Israel y su historia, pues va a ser muy difícil desligar uno del otro.
Juan Manuel Santos y su proceso de paz con las Farc recorrió el mismo camino. La búsqueda de un objetivo acabó por primero deslegitimar el objetivo, segundo deslegitimó a todos los que participaron en el proceso y su legado sin duda va quedar marcado por ese supuesto éxito que acabó en fracaso y tercero lo que se buscaba se logra temporalmente pero no se soluciona de fondo.
La razón es la misma, lograr el resultado a cualquier costo, por encima de todo y de todos. En el proceso de paz, como Netanyahu con quien se le opone, a todos los que teníamos reparos a la forma como el proceso se llevaba a cabo se nos tildó de enemigos de la paz. Pedir que no hubiera impunidad era casi que un acto de alta traición y para lograr el objetivo, se desmontó la política antinarcóticos, lo que llevó a Colombia a tener un problema tan grave de narcotráfico y, por ende, de violencia como el que se tuvo antes del Plan Colombia.
Santos primero mintió descaradamente cuando dijo que la paz no se daría con impunidad o con criminales de guerra en el Congreso, lo que al final acabó pasando. Esas mentiras, más la estigmatización de quienes se oponían a cómo se hacia el proceso de paz y la exclusión absoluta de quienes tenían reparos -el proceso de paz fue un proyecto personal y no de nación, similar a lo de Netanyahu- llevó a que en un plebiscito los colombianos votaran no al proceso de paz, algo inédito.
Como si esto fuera poco, en el año 2013, Santos desmontó toda la política antinarcóticos y las hectáreas de coca pasaron de 40 mil a 200 mil en cinco años, cuando entregó el gobierno. Recuerdo en el 2018, ya como embajador, cuando le pregunté al comandante de la Armada qué operatividad tenía la infantería de marina que controla los ríos por donde se mueve toda la coca me dijo que no llegaba al 15 por ciento.
¿El resultado? Una paz sin legitimidad, que ahora, con fallos simbólicos como el de la JEP contra los miembros del secretariado por 21 mil secuestros, queda aun más desprestigiada. Santos en sus declaraciones trató de desviar la atención, ante la imposibilidad de justificar un fallo simbólico contra las Farc por 21 mil secuestros, con una supuesta oferta de un magistrado de la Corte Suprema de tumbar el plebiscito, lo que muestra además que Santos -como Petro- desecha a quien es le sirvieron sin contemplación para salvar su pellejo.
El narcotráfico, con esa ‘ayudita’ de Santos, se disparó y hoy tiene más poder que nunca. La violencia, e incluyo a las Farc y al Eln que son organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico, que ejercen los narcos en los territorios que controlan nunca ha sido tan contundente. El Catatumbo es apenas un ejemplo.
Se firmó un acuerdo de paz con una parte de las Farc. Las disidencias que no firmaron, aunque no creo que sean disidencias, hoy crecen con la financiación del narcotráfico. ¿Llegó la paz a Colombia? Ciertamente no, pues el Eln crece al amparo del país donde gobierna el “mejor amigo” de Santos, primero Chávez y luego Maduro. Los narcos viven su mejor momento y las Farc crecen todos los días.
Eso sí, Santos logró firmar algo y obtuvo su premio Nobel, a costa de la seguridad de Colombia. Netanyahu, por ahora, logró disminuir la amenaza de Hezbolá, de Irán y de Hamas.
¿Están mejor Israel y Colombia después de estos dos gobernantes? Colombia, con Santos, ciertamente no; dividió al país, obvió un plebiscito, generó impunidad para unos criminales de guerra y desmontó la lucha contra las coca. Israel con Netanyahu aún no lo sabemos, pero el costo crece día a día con consecuencias que aumentan exponencialmente.
Solo el tiempo dará el veredicto final sobre estos dos líderes, pero las cosas para uno y para otro no pintan bien. Mientras tanto, los países y sus ciudadanos sufren todos los días las consecuencia. Lo que hace el ego desmedido de quienes ejercen el poder.