Garantizar el derecho a leer y escribir

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El derecho a aprender está inscripto en la Constitución Nacional. ¿Derecho a aprender qué? Los diseños curriculares han ido incorporando cada vez más contenidos al estilo lámpara de Aladino, mientras los resultados efectivos del sistema educativo son cada vez más escasos. En medio de esta inflación del currículo, la alfabetización inicial se distingue como un aprendizaje esencial, porque supone la apropiación de la lengua escrita, amplía las posibilidades de comunicación y de integración al mundo, además de habilitar el desarrollo de otros aprendizajes.

Según la evaluación nacional Aprender aplicada en 3° grado en 2024, 1 de cada 10 estudiantes carecen de las competencias básicas en alfabetización: son 428mil chicas y chicos cuasi analfabetos, pese a haber transitado 5 años de escolaridad (desde la sala de 4 años hasta 3° grado). En el nivel socioeconómico más bajo, 2 de cada 10 estudiantes se encuentran en esta situación. Esto es analfabetismo institucionalizado.

Garantizar el acceso a la lectoescritura de los niños, niñas y jóvenes se transformó en una política federal prioritaria desde 2024, motorizada en buena medida por la Campaña Nacional por la Alfabetización, liderada por Argentinos por la Educación desde 2023. Todas las provincias están implementando políticas en la materia, con formación para los docentes, entrega de libros y otros materiales a los estudiantes, e implementación de evaluaciones censales o muestrales jurisdiccionales. La mayoría de las provincias comprende en sus planes al nivel inicial y en muchas de ellas se están revisando los métodos de enseñanza de la lectoescritura.

Este compromiso por garantizar el derecho a la alfabetización acordado federalmente es muy auspicioso tanto por la urgencia del objetivo, como por el giro que supone en la política educativa, hace varias décadas signada en la Argentina por la “programitis”. Esto es, la proliferación de programas nacionales dispersos y discontinuos en las más diversas temáticas, con la consiguiente disgregación de recursos y esfuerzos; más la falta de foco en los aprendizajes fundantes.

Sin embargo, cabe señalar al menos dos riesgos en este camino tan nodal. Primero, la excesiva priorización. El foco casi exclusivo en la alfabetización inicial en la agenda de los ministerios de educación puede implicar la desatención de otras prioridades, como la matemática, cuyos resultados son aún más débiles que en lengua, o los necesarios cambios en la educación secundaria y el sistema de formación docente.

Segundo, la calidad de las políticas. En un contexto de crisis macroeconómica y de recorte de los presupuestos educativos, con equipos técnicos provinciales sin las condiciones laborales y las capacidades necesarias, se plantea la pregunta de cómo construir políticas robustas -aún en un tema tan elemental como la alfabetización- dado el prolongado debilitamiento del Estado. De hecho, 11 provincias delegaron sus políticas en organizaciones o expertos no gubernamentales, lo cual abre también la pregunta respecto de las capacidades que quedarán instaladas en los ministerios provinciales luego de estos 4 años de gobierno.

Esta política federal es vital para revertir el prolongado proceso de deterioro de los aprendizajes en nuestro país. Es indispensable lograr ante todo los aprendizajes fundamentales. Y en ese camino revisar también los modos de hacer política educativa, para lo cual es crucial fortalecer las capacidades del Estado nacional y de los Estados provinciales.

Doctora en Sociología de la Educación

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