Germán Daffunchio: el cuarto donde empezó Sumo, el “colimba” que casi va a la guerra y el show con Las Pelotas en Obras al aire libre

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“Originalmente íbamos a tocar en Tecnópolis y nos dimos cuenta que no es un lugar al que la gente le guste ir. Obras tiene otra mística. ¿Al aire libre qué tiene? No hay rebote de sonido, es un show puro y también es el festejo, porque en realidad vamos a festejar». Germán Daffunchio se acomoda frente al micrófono en los estudios de LA NACION y se dispone a hablar de todo. Sabe que tiene que promocionar el show que el sábado 18 de octubre va a dar al frente de Las Pelotas en Obras al aire libre. Pero eso es solo el comienzo.

La charla se paseará por el recuerdo de Luca Prodan, por los orígenes de Sumo, por Alejandro Sokol, por sus días como colimba y chofer de Leopoldo Galtieri y por esa “casi guerra” con Chile que lo tuvo en vilo en Paso Puyehue, en las vísperas de la Navidad de 1978.

Hace once años, Las Pelotas tuvo la idea de llamar 5 x 5 al show con el que iban a homenajear sus 25 años de trayectoria. Ahora, como un guiño a ese recital, optaron por llamar 6 x 6 al que celebrará nada menos que 36 años de carrera.

–En su momento crearon el 5×5 para no hablar de los 25 años de Las Pelotas. Ahora es 6×6, el 18 de octubre…

–Es que, ¿por que los números redondos, 10, 20, 30, son números importantes? Odio eso, pero así es nuestra cultura. Por eso en su momento hicimos el 5×5 y 6×6 salió con la misma idea. No vamos a festejar 7×7, ya lo sé, pero ¿qué te hacen 36 años tocando? Tu público es muy especial, casi parecido a vos, entonces los shows se transforman en algo muy hermoso. Estoy disfrutando de los shows más que nunca.

Las Pelotas – LNPLAY 1

–¿Cuándo empezaste a disfrutar más de los shows?

–Cuando me di cuenta que no era inmortal. Cada instante de la vida hay que tratar de vivirlo lo más pleno posible. Si no estás disfrutando de lo que vos amás hacer hay algo que está mal. Yo nunca quise ser una estrella de rock. Es una historia muy rara, siempre quise hacer una revolución y con Sumo aprendí que la revolución podía ser con la música, o al menos podía descargar todo lo que tenía en el pecho, lo que hipotéticamente quería cambiar del mundo. Y así fue toda la vida, por eso para mí es muy especial compartirlo con la gente. Hace unos años me agarró la necesidad de saltar del escenario e ir a cantar con la gente y un día lo hice. A partir de ahí lo hice siempre, porque es el instante en que puedo mirar a los ojos, tener contacto visual, uno por uno y te juro que con los ojos te transmiten todo. Cuando te pasaste la vida luchando haciendo lo que más te gusta, de eso se trata el arte, y ves los frutos, es muy especial y gratificante la sensación de que no fue al pedo.

–Ves el recorrido, te das cuenta que en algún momento no te fue tan bien, pero que pasó…

–El tema siempre en todo esto es… los músicos son músicos y el mundo es un mundo de dinero, entonces en ese conflicto hay músicos que se la bancan, otros que les encanta y otros que no quisieran participar. Yo estoy en el último grupo. Todo lo que trae el éxito, la fama, el glamour, todo lo que le hace a la cabeza creerse que sos más importante que los demás porque sos famoso. Para mí fue siempre una especie de conflicto. Por eso te digo que la recompensa va por otro lado, sentir que participaste y perteneciste y compartiste parte de la vida de la gente. ¿De qué se trata el arte si no es una forma de poder conectar?

Germán Daffunchio: «Con Sumo aprendí que la revolución se puede hacer con la música»

–¿Sentís que resolviste unos cuántos conflictos en los últimos años, como pasar de ser cantante a ser frontman desde que no está Alejandro Sokol?

–No, en Las Pelotas toda mi vida me hice cargo. Si te contara las historias de cada disco, las cosas que hemos hecho para llegar a hacerlos. En Amor seco, “Hola qué tal” tardamos 24 horas para poder mezclarla. A la hora número doce me acuerdo que le dije a Félix Vals, que era con quien estaba trabajando, que fuéramos al lago a meternos. Nadamos hasta la mitad del lago para despabilarnos y volvimos. Tan solo una anécdota, ¿qué es lo que me preguntaste?

–Sí adquiriste otros roles en la banda…

–Yo creo que la vida se trata de crecer, de no quedarse con eso que uno es, si no tratar de ser mejor siempre. Lo que encares, como padre, como amante, como ser humano. Y más allá de lo que me hubiese gustado o no hacer, tuve que enfrentar esto que me decís. Afortunadamente, porque si vos soñaste toda tu vida con ser cantante y que todo el mundo te mire, te grite, te juzge, por ahí está bien; pero no es mi caso, a mí siempre me gustó cantar. Y a partir de la incorporación de Gaspar [Daffunchio, su hijo] en la guitarra logré una libertad que antes no tenía porque estaba con la guitarra colgada todo el tiempo. Y eso me llevó a un lugar de éxtasis interpretativo. Cuando podés dedicarte solo a cantar es todavía más lindo. Lo estoy disfrutando.

–Lo nombraste a Gaspar, se dio naturalmente su incorporación…

–Hace muchos años que quería que tocara porque sé quien es y la creatividad que tiene. Si me preguntás como padre, no es una profesión que deseo para un hijo. Hacer música como forma de vida está bueno, pero es una batalla que tenés que enfrentar. De muy chico me di cuenta que era inevitable y a partir de ahí traré de darle todos los elementos para que se desarrolle como artista. El primer consejo que le di es que tenía que aprender a componer, porque es muy importante. De intérpretes está lleno, pero creadores hay pocos.

Germán Daffunchio: el recuerdo de sus días en la Marina

–¿Y te hizo caso?

–Sí. Hay una parte que tiene muy parecida a mí con respecto al mundo. Le tengo mucha fe. Él tiene su propio proyecto, Microtul se llama su banda. También tendría que abrir un paréntesis y decirte que mis hijos y los hijos de Timmy [McKern, su amigo, manager de Las Pelotas y Sumo y amigo de Luca Prodan], todos crecieron dentro de Las Pelotas. Es muy natural para ellos, entienden a la banda más que nosotros mismos y nuestra propuesta artística a nivel compositivo es que todo el mundo aporte. A cualquiera le puede surgir una idea, la cosa es que nos sorprenda laburando; era la teoría de Picasso. Y ha sucedido. Este último material, el próximo disco, estoy muy entusiasmado para que la gente lo escuche; Gaspar trabajó mucho, todos trabajamos mucho. Hay mucha química entre Gabriela [Martínez] y Seba [Schachtel], grandes canciones.

Las Pelotas

–Siempre decís que no podrías tocar con gente que no sientas amiga. La gente que se fue incorporando con los años, más allá de la base que sigue hasta hoy, Tomás Sussman, Gaby Martínez y vos, en su momento Gustavo Jove, Seba Schachtel, Alejandro Gómez Ferrero, Gaspar, fueron aportando su mirada…

–Mi escuela es grupal creativamente. Luca con una guitarra haciendo un tema era una cosa, Luca conmigo, Ale, Diego, Ricardo era distinto. Lo que pasa que la economía destruye el arte. Cuando los músicos se dan cuenta que existe Sadaic, los derechos, las regalías, que el autor y compositor gana tanta guita, ahí empiezan los roces. Esa es una de las grandes virtudes de Las Pelotas. Siempre estuve consciente de eso después de todo lo que viví con Sumo. En Sumo teníamos una visión casi socialista, participaban todos como autores aunque no hubieran hecho un porongo. Eso después se pagó caro. No está mal darse cuenta de los errores que uno cometió en la vida, es parte de la sabiduría.

–¿Por qué decís que lo pagaron caro?

–No quiero entrar en chismes, odio profundamente el chisme. El que lo sabe lo sabe, pero tiene que ver con la película de Rodrigo Espina, Luca. La cuestión es que mi creencia personal es que este mundo se ha dedicado siempre al individualismo, los grande líderes. En la década del 70 empezó el movimiento hippie, la era de acuario, que es la comunión de los hombres. Yo entendí que Las Pelotas es la comunidad de los hombres y el tiempo me ha demostrado que una banda no es un tema, es la vida que le dedicaste, el tiempo que duró, todo lo que pudiste hacer. Y la mejor forma es trabajando en conjunto. Cuando todos aprendemos a mirar el cuadro y analizar qué colores necesitamos es muy placentero. Es difícil explicar lo que es crear pero al que le gusta hacerlo es muy gratificante.

–Hablás de esto y pienso en la tapa de Es así, que pronto va a dejar de ser el último para ser el penúltimo, y esa comunión que se ve: ustedes están abrazados a punto de salir a tocar. Es una síntesis…

–Me encanta esa foto, lo que más me gusta es que no fue una pose. No sabíamos que nos estaban sacando una foto, es un hecho real y así salimos a tocar, así componemos, tratamos de que todos tengan oportunidad de aportar su granito. No creo que haya un solo artista que diga que el disco que va a sacar es una porquería, siempre te va a decir que es increíble y yo te voy a decir lo mismo. Estoy muy contento.

–¿Por qué estás contento con el disco?

–Por cómo encaramos el trabajo, dónde enfocamos y cómo llegamos a ese lugar. Está lleno de canciones alucinantes, con una búsqueda sonora muy profunda. En este mundo que hay una parte casi ideológica en el que la música se está perdiendo, la creación se está perdiendo. Ahora un tipo dice “haceme un tema reggae que hable de Sebastián Espósito y este vaso de agua y que tenga un hermoso estribillo con caños”, y sale. A nosotros nos gusta la cosa épica, el trabajo sonoro y este disco tiene un viaje muy groso.

–Ustedes tienen un estudio, una sala, un lugar de ensueño en Nono, Córdoba…

–También tenemos experiencia. Cuando adquirís experiencia te das cuenta que todo es mucho más simple. Es muy importante lo que se deja, no sé para qué, pero si lo vas a dejar, dejalo lo mejor posible. Nosotros zapamos mucho y estoy tan acostumbrado a zapar con ellos que puedo improvisar melodías, cantar cualquier cosa y está todo fenómeno. Nos apuramos en terminar dos temas, “Es clara” y “Los dos” y vos que sos un analista, si los analizás vas a ver que son temas que entran en la categoría de canciones luminosas. ¿Qué es un tema luminoso? No es algo religioso.

–Y “Los dos”?

–“Los dos” es una visión que tuve un día que vi un turista, que venía diez días a la montaña con la ropa recién comprada, con su hijo de la mano dispuesto a disfrutar la vida (“Cuando caminamos los dos recordé que estaba vivo”). Por eso tomar conciencia de las cosas simples de la vida es para mí un efecto luminoso. Toda lucha se justifica cuando te das cuenta que tenés un hijo al lado que te está esperando.

–Hablás de temas luminosos y pienso en esas canciones que a uno le gusta escuchar para empezar el día. Las Pelotas era una banda muy nocturna…

–Ahora no. Te vas a reír: a mi me gusta ver el amanecer. Quizás por haber vivido tanto la noche y haberme perdido amaneceres adentro de cuevas esperando para ir a dormir. Me gustan las cosas simples de la vida.

–Esperando que se pasara la locura, tal vez…

–La noche siempre fue intensa, de enfrentrse a universos de dementes.. El proceso humano de una persona entendiendo dónde está parado, hay quienes lo gozan y lo asumen inmediatamente. En mi caso, soy muy creyente de mis principios, no puedo vender mi alma y ser un careta. Me hubiese resultado todo mucho más fácil si no hubiésemos escrito “La clave del éxito” y no hubiésemos puesto a Tinelli, a Cavallo, a Charly y a todos los que pusimos por citar un tema.

Andrea Prodan, Germán Daffuncchio y Timmy McKern en Nono, donde empezó la historia de Sumo

En el estudio, en pantalla aparece la casa de Nono de Timmy McKern en la que Germán conoció a Luca Prodan. En la foto, tomada por LA NACION hace unos años, posan Andrea Prodan, Germán Daffunchio y Timmy McKern. “Esa casa que se ve a la derecha es un cuarto, en realidad. Ahí se pasó Luca [Prodan] los primeros tiempos de su regreso al mundo, digamos. Luca era de la generación de revolucionarios que durmieron en Europa con la heroína. En esa habitación es donde empezó todo, ahí nos quedábamos hasta las 6 de la mañana tocando, él cantando y yo siguiéndolo con la guitarra. Qué loco. Ese pino que ves ahí a la izquierda, una vez estábamos jugando a la escondida, de noche, sin luna, con el Ale, Luca, varios un poco ebrios y Alejandro sale corriendo y se comió de frente ese árbol. Cuando lo ves de día, el diámetro del árbol no lo agarrás ni abrazándolo. Perdón, un poco de melancolía…

Germán va y viene por los temas, responde, regala una anécdota y vuelvo al presente. “La primera vez que fui a Córdoba tenía 12 años, fui el típico niño que rompía las pelotas hasta que lo llevaron. El amor con las sierras fue inmediato. Timmy es pareja de mi hermana desde que eran chicos, te diría. Después de haber entregado mi vida a la patria durante un año y medio estaba en un viaje místico. Después de haber conocido a muchos militares del proceso, haber visto sus familias, sus mujeres, haber vuelto borracho con Galtieri del Llao Llao, me di cuenta que era todo una gran basura. Lo que uno creía que se supone que es la gente que gobierna, los patriotas, al final no era lo que uno se imaginaba. Con Alejandro hicimos juntos el curso para entrar a la marina mercante, entramos los dos, pero yo me fui a navegar y él se quedó, y en una de las bajadas, me fui a Córdoba a visitar a Timmy y a mi hermana y conocí a Luca”.

–Y ahí empezó todo…

–Sí, me dice un día: “Vuelvo a Europa, vendo el departamento, compramos equipos y hacemos una banda”.

–“Este no vuelve más”, pensaste…

–Tal cual. Hasta que un día recibí una carta de mi hermana que decía que había vuelto Luca y con los equipos. Una locura hermosa.

–Ahí te diste cuenta que tu vida estaba en tierra firme…

–Al mar lo extraño. En el mar descubrí la inmensidad, el sentido de pequeñez. Es alucinante el mar. No es solo agua. Nunca más lo pude olvidar, lo tengo adentro de mi sangre. ¿Sabés cuál era mi hobbie? ¿Viste Forrest Gump? Yo hacía eso, iba a la parte más alta del buque. Difícil explicarte la adrenalina que sentía. Tenía 20 años…

–Vos hiciste el servicio militar más tiempo porque fuiste chofer de Galtieri?

–No, en realidad por la “casi guerra” con Chile. El 24 de diciembre de 1978 yo estaba ahí. Era chofer del jefe de toda una región. Lo voy a buscar a la mañana y me cuenta que si no había una contraorden en 24 horas atacábamos. Y ahí fue que apareció la mediación. Creo que lo único que hizo bien en su vida [Rafael] Videla fue evitar la guerra, porque todos los demás querían ir a la guerra, estaban cebados. Me acuerdo de pasar la Navidad en Paso Puyehue, arriba en el límite. Del otro lado estaban los chilenos y de este lado mis compañeros. Lo que más me impactó fue lo que después entendí por qué se llamaba “la carne de cañón”. ¿Qué es? La primera línea. Toda la primera línea eran pibes de Tartagal y los tenían en pantalón corto, remera y zapatillas; no iban a gastar ni palta en botas. Tengo el recuerdo de estar brindando dentro de un auto y ellos en cuclillas temblando por el frío, brindando en las tazas de chapa con sidra. Por suerte no tuvimos esa guerra.

–¿Y tu pasión por el golf, cuándo empezó?

–Toda mi vida veía a la gente jugando al golf y me creaba un rechazo por la cosa social que tengo en la cabeza. Estaba mucho más gordo, era una época difícil y el médico me dijo: “Tenés que empezar a caminar”. Una persona de ahí me preguntó: “¿No querés caminar jugando al golf? Yo tenía mis prejuicios, pero tomé una clase de media hora y en el hoyo dos la metí de nueve metros, una mañana con rocío y me pareció el mejor deporte del mundo. Es un deporte que tendría que haber hasta en la escuela primaria. Lo que hace con la persona, si tenés sabiduría, es un aprendizaje constante, te enfrentás a vos mismo. Y si no crecés volvés a repetir el error, ese es el flash. Después le tomé el gusto a jugar con gente distinta, de todos lo extractos sociales.

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