Ya había estado en el país en 2019 por su libro Las fiebres de la memoria. Pero eso parece de otro mundo: fue antes de la pandemia, del exilio político de su Nicaragua natal que la llevó a residir en España. Tan significativo le resultó atravesar esto, que forma parte de Un silencio lleno de murmullos (Seix Barral), la última novela que la trajo de nuevo a la Argentina.
En esta historia de ficción, Penélope, la hija de una activista política nicaragüense, atraviesa el duelo por la muerte de su madre que falleció en España y cumple la voluntad de llevar las cenizas a la tierra natal. En ese camino de medir distancias en algunas cosas y de reconocerse en otras, unas notas escritas por esa madre resultan un mapa revelador para conocerla como sujeto, más allá del vínculo. “Mientras vivió, amé y temí a mi madre”, se lee en la novela.
Además de narradora y poeta, Gioconda Belli (Managua, 1948) participó en política desde muy joven. Nació en un hogar de clase alta y abrazó la lucha política de su país en pos de lo que luego fue la Revolución en Nicaragua. Madre de un varón y tres mujeres, sobre la maternidad dice sentir culpa. “Esa que tenemos las mamás”. Todos esos roles, y mujer; un feminista que habla de lugares de poder, de la propia autorización sobre el deseo.
Sus libros más conocidos son La mujer habitada y El país bajo mi piel (el más biográfico). Sobre esos dos títulos y este último, la escritora señala: “Esta novela para mí cierra una trilogía que no hice voluntariamente”.
Como poeta, ganó en 2023 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, considerado el máximo galardón de poesía en español. Para escucharla hablar sobre todos sus mundos, presentará su novela este domingo 11 de mayo a las 19 en la Feria del Libro, en la sala Julio Cortázar.
“La Argentina tiene para mí un profundo contenido literario, porque para mí es Cortázar, que lo amo con todo mi corazón”.
-La novela parece dialogar con tu vida. De hecho, la madre de la novela se exilia. ¿Por qué tuviste que hacerlo vos?
-En 2021, tuve que salir de Nicaragua a ver a mis hijas. Estando en Estados Unidos, donde vive mi hija, me enteré que estaban encarcelando en Nicaragua a todos los candidatos electorales que querían correr contra Daniel Ortega. Y a gente de mi perfil: escritores, defensores de derechos humanos, periodistas. Y como soy muy activa en las redes, escribía mi opinión sobre Nicaragua. Me llamaron mis amistades a decirme que no volviera, que si volvía iba a ir directo a la cárcel. Me quedé con mi hija en Estados Unidos y luego conseguí un trabajo en Madrid. Para mí es importantísimo vivir en mi idioma para escribir. En febrero de 2023, Ortega mandó a publicar una lista de 94 personas entre las que estábamos mi hijo, mi hermano y yo y nos declaraban traidores a la patria sin juicio, sin derecho a la defensa ni nada. Y que además nos quitaban todos nuestros bienes, las propiedades y nos expropiaban todo. Entonces me dieron la nacionalidad en España. Así está la situación. Todavía estoy en el exilio, imagínate.
-En la novela hay un exilio, el de la madre de la protagonista.
-Sí. Cuando la empecé a escribir yo tenía esta angustia, de cómo es posible que haya pasado todo esto. Empecé a escribirla en la pandemia, en Nicaragua. Y la terminé en Madrid. En el proceso de escribiéndola, los trazos se fueron armando mientras iba caminando la escritura. Lo que fui tratando de resolver fue cómo manejar la desilusión. Porque todos hemos tenido proyectos grandes: políticos, personajes, qué se yo y cuando algo así se te cae, una vez haber invertido tanta vida, tanto amor, ¿qué pasa, cómo gestionar esto?
-¿Y cómo lo gestionaste vos?
-Escribiendo, claro. Esa novela me salvó. Me hizo pensar tanto en toda esa situación. Porque una cosa es la gente que muere, pero la gente que está viva y que vive con esa tristeza. Y mis hijas, siempre he pensado cómo hago para reconocerles su participación, lo que no pudieron hacer porque yo estaba metida en todas esas cosas. Esa culpa que tenemos la mamá. Yo porque andaba metida en la guerrilla, pero las mamás que trabajan también la tienen.
-¿Por eso nace Penélope, la protagonista de la novela, para contar a esta mamá?
-Es la que descubre a su madre. Ella solo veía a la madre. Es lo que nos pasa muchas veces con nuestras madres, que no las conocemos, porque solo vemos a la madre. Cuando te metés a esa vida, cómo ha vivido esa mujer, cómo ha sufrido, qué es lo que le ha pasado. En ese momento de la pandemia que me pareció perfecto para crear ese ambiente dentro de la novela de misterio, porque hay mucho misterio, suspenso. Que tiene mucho de psicológica en cuanto a la madre, la hija, pero también está muy llena de suspenso. Eso me gustó hacerlo. Ella encuentra unas cartas de la mamá y entiende al sujeto dentro de la mamá.
-¿Dirías que es una de tus novelas más significativas?
-Esta novela para mí cierra una trilogía que no hice voluntariamente, pero que a final de cuentas es La mujer habitada, que es la ilusión, el heroísmo. El país bajo mi piel es mi historia de verdad, pero también empiezas a ver la contradicción, a ver un Daniel Ortega diferente, una revolución que se va destruyendo. Y este libro que es la explicación, de alguna manera, de qué pasó. Para mí fue un consuelo, porque leer El mito de Sísifo de (Albert) Camus, me hizo pensar que Nicaragua es el país de Sísifo, y yo también soy Sísifa, de alguna manera, porque también estoy dispuesta a seguir subiendo las piedras. La vida es seguir subiendo la piedra. Camus dice que es la condición humana, que siempre estamos subiendo alguna piedra. Me dio paz. Encontré paz escribiendo esa novela.
-Para alguien que apoyó la política de izquierda, ¿cuál es tu idea de porqué en este momento el mundo se fue más hacia la derecha?
-Porque la izquierda se fue para el carajo. Ha caído el mundo de Berlín, pasó toda la desintegración de lo que era el socialismo, como que no se pudo recuperar el impulso. Una cosa es que no hubiera servido en ese lugar y otra cosa era cómo mejorar la propuesta. Obviamente la propuesta no funcionaba. No ha funcionado en Cuba, en Venezuela. En Nicaragua. No digo que hay una izquierda, porque en ninguna ya hay izquierda. Lo que hay es un populismo atrasado, violento, y que solo se mantiene a partir de esclavizar a la gente, de mantenerla con miedo. Creo que va a crear una reacción que tiene que llevarnos a una propuesta más inteligente de cómo gestionar este mundo de desigualdades y cómo llevarlo a un camino más justo. Ya no vamos a pensar en una revolución que de repente va a cambiar todo. La gente no aprende de un día al otro.
-En términos de movimiento, ¿con el feminismo qué está pasando?
-Lo veo con una gran esperanza. Feminizar la política es imperativo para poder cambiar este mundo. Qué interesante cómo han hablado Zuckerberg, Trump, Musk porque están amenazados. El feminismo ha amenazado la identidad que está basada en la dominación que tienen estos hombres. Están reaccionando porque han perdido esa identidad. Los hombres poderosos son pocos. A la mayoría, se les ha movido el piso tremendamente, no solo por el feminismo, también por la globalización. Los trabajos ya no son iguales, ya no tienen la secretaría ni la oficina bonita. Ya no son los proveedores, las mujeres proveemos también. Esa bases identitarias que tenían, ya en la vida sexual tienen que respetar límites que antes no respetaban. Ellos no han hecho su tarea de analizar de dónde vienen esos impulsos, de cómo los ha afectado a ellos mismos el patriarcado. Para crear un hombre es diferente, como hemos creado una mujer diferente. Como somos diferentes de nuestras madres y somos más felices, creo yo.
-¿Qué significó el Premio Reina Sofía?
-Para mí fue importantísimo. Se lo han dado a Juan Gelman, Raúl Zurita, a Ida Vitale. Cuando me lo dieron me sentí de lo más honrada. Fue un espaldarazo importante en un momento difícil de mi vida, de reinventarme. El exilio a esta edad, es una reinvención del ser, de alguna manera. Una reinvención de la circunstancia. Me ayuda que no tenga que reinventarme como persona, porque ya existo como persona.