Con base en un diagnóstico de suelos detallado, decisiones por ambiente y el uso de tecnologías como la siembra variable y el corte por sección, el asesor técnico y productor Jonathan Damini compartió en el Congreso Nacional Puro Girasol una experiencia concreta que demuestra cómo el cultivo puede ser más eficiente y rentable con herramientas de precisión. En el evento, que se realizó ayer en la ciudad cordobesa de Río Cuarto, presentó datos que muestran una mejora de hasta US$20 por hectárea respecto al manejo tradicional de densidad fija.
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El planteo parte de un enfoque integral que combina diagnóstico físico-químico, análisis de limitantes del suelo, selección de híbridos y manejo agronómico específico. “Primero identificamos limitantes, luego la calidad del suelo y las deficiencias. Con eso definimos qué cultivo va en cada ambiente, y después elegimos la genética”, explicó Damini.
Una de las principales herramientas implementadas fue la siembra variable en densidad, en un total de 538 hectáreas. Allí se definieron dos tipos de ambientes: los de alta productividad, donde se sembraron 62.000 plantas por hectárea, y los de baja productividad, con 48.000 plantas por hectárea. Además se dejaron testigos con densidad fija de 55.000 plantas por hectárea para comparar.
“El resultado fue un aporte promedio de US$20 por hectárea en favor de la siembra variable frente a la fija”, detalló. La mayor diferencia se observó en los ambientes de baja productividad, donde la reducción de densidad permitió incrementar el rendimiento en unos 300 kilos por hectárea. En los ambientes de mayor potencial, en cambio, el aumento de densidad solo generó una mejora marginal de 20 kilos.
Otro dato relevante fue el ahorro de semilla. Según Damini, solo por reducir la densidad en ambientes menos productivos, se generó un ahorro de US$10.896, mientras que en los ambientes de alto rendimiento el ahorro fue mínimo (US$194), ya que el manejo no requería ajustes significativos.
Otra herramienta implementada fue el corte por sección surco por surco, que permite evitar superposiciones de siembra en las cabeceras del lote. “En este caso, anulamos los cortes por sección, hicimos doble pasada en las cabeceras, y medimos el girasol donde había y donde no había superposición de siembra”, dijo.
El resultado en ese caso, da una ganancia de US$12,5 por hectárea, producto de un mejor aprovechamiento de insumos y, sobre todo, del rendimiento que se pierde cuando hay superposición de plantas. “Eso representa un 3% a 3,5% de solapamiento, aunque depende del lote. En lotes rectangulares el impacto es menor, pero cuando vamos a lotes más curvos o irregulares, ese porcentaje puede subir al 5%, 10% o incluso al 16%”, señaló.
Mirando hacia adelante, Damini planteó nuevos desafíos para seguir mejorando el cultivo. Por un lado, propuso trabajar en curvas de respuesta a la densidad específicas por híbrido, replicando ensayos que ya realizaron en maíz, donde sembraron entre 40.000 y 90.000 plantas por hectárea con tres materiales distintos. “Queremos replicar eso en girasol, porque si bien ambientamos por densidad, lo hacemos genéricamente, sin discriminar por híbrido. Pero sabemos que cada híbrido puede tener un comportamiento diferente”, dijo.
También destacó la importancia de combinar manejo de nitrógeno y densidad. “La idea es ajustar curvas de fertilización específicas según la densidad y el potencial del ambiente. Queremos buscar ese salto en calidad y rendimiento”, dijo.
Agregó que se puede darles a esos lotes los mejores recursos para ver si podemos llegar a entre 5000 y 6500 kg por hectárea.
Y sumó un último eje que es trabajar en correcciones de yeso. “Sobre suelos con pH superiores a 7, con sodio y sales. Este año queremos trabajar esos ambientes y tratar de elevar los pisos de rendimiento”, dijo.
“El girasol tiene margen para seguir creciendo en eficiencia, y eso se logra con diagnóstico, datos, y una genética que acompañe”, concluyó.