Un reciente descubrimiento realizado cerca de las pirámides de Giza captó la atención de la comunidad científica internacional. Un equipo de arqueólogos egipcios y japoneses identificó dos estructuras subterráneas de características inusuales, lo que generó nuevas especulaciones sobre los enigmas aún no resueltos del Egipto faraónico.
El hallazgo, que tuvo lugar en el cementerio occidental de Giza, fue posible gracias al uso de tecnologías avanzadas como el radar de penetración terrestre (GPR) y la tomografía de resistividad eléctrica. Estas herramientas permitieron detectar una estructura en forma de L, de unos 10 metros de longitud, situada a poca profundidad bajo la superficie arenosa, y una segunda anomalía ubicada más abajo, cuya función aún es incierta.
La zona del descubrimiento forma parte de una vasta necrópolis de más de 4500 años de antigüedad, donde se encuentran las tumbas de nobles y altos funcionarios del antiguo Egipto. A pesar de décadas de excavaciones, el sector donde se encontró esta nueva evidencia había sido hasta ahora poco explorado por la falta de indicios visibles.
Según se publicó en la revista Science Focus, los expertos liderados por Motoyuki Sato, de la Universidad de Tohoku, detectaron la primera estructura a unos dos metros de profundidad. El diseño en L podría sugerir la existencia de una entrada a una tumba u otra cámara funeraria, aunque los especialistas insisten en que todavía es prematuro llegar a conclusiones definitivas.
De confirmarse que se trata de una tumba, el hallazgo aportaría información valiosa sobre los rituales funerarios y la jerarquía social de la época. Su cercanía con las pirámides eleva aún más el interés, ya que podría tratarse de una sepultura de alto rango o de una estructura con fines religiosos o simbólicos.
No obstante, los investigadores mantienen la cautela. Todavía no se determinó qué material genera las anomalías en las lecturas del subsuelo. “Podría tratarse de una gran construcción arqueológica enterrada”, señalaron los científicos, sin descartar otras posibilidades.
El egiptólogo Roland Enmarch, de la Universidad de Liverpool, advirtió sobre la necesidad de esperar a que se realicen excavaciones físicas en el lugar. “La estructura en L podría ser una tumba, pero hasta que no se excave no se puede afirmar nada con certeza”, dijo. Además, destacó que su orientación distinta a la de otras tumbas visibles podría indicar que pertenece a un periodo diferente o que cumplía otra función.
El próximo paso será una excavación detallada en la zona para confirmar las hipótesis generadas a partir del escaneo subterráneo. La comunidad científica espera con interés los resultados, que podrían arrojar nueva luz sobre la historia de una de las civilizaciones más fascinantes del mundo antiguo. Por ahora, el descubrimiento abre una ventana prometedora a los secretos aún ocultos bajo las arenas de Giza, gracias a la fusión de tecnología de última generación y rigurosidad científica.
La meseta de Giza, situada a las afueras de El Cairo, es uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos y estudiados del mundo. Su relevancia no solo radica en la majestuosidad de sus monumentos —como las famosas pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos—, sino también en el inmenso valor histórico y cultural que representa para la humanidad. Cada nueva investigación como esta, es un paso más a desentrañar los misterios de esa región.