No fue ninguna casualidad, aunque públicamente las razones fueran distintas, que por unas horas cohabitaran Nueva York el presidente Javier Milei y el gobernador bonaerense Axel Kicillof. Después de nacionalizar la elección de consejeros escolares provincial, con poca suerte para los libertarios, ahora no queda otro remedio que internacionalizar los comicios legislativos nacionales de medio término, para redefinir el poder del Congreso. ¿Elon Musk logrará llegar a Marte antes de 2027? Esa instancia electoral ya se jugará a escala interplanetaria.
Queda claro que la estrategia política argentina nunca fue resolver los problemas locales. Al FMI, al que se le han dedicado más estribillos insultantes que al fútbol, a China, a la Venezuela de Chávez, al Club de París y cuanta organización monetaria multilateral atendiera el teléfono argentino se ha recurrido para pedir ayuda, siempre al borde de la quiebra institucional. Casi un homenaje a Ponzi, pero con aura del “telar de la abundancia”, que hace más romántica la obsesión por tramitar un préstamo con el cual pagar el préstamo anterior y así siguiendo.
Scott Bessent, secretario del Tesoro de los Estados Unidos, fue el primero en darse cuenta de la intención argentina de globalizar el peronismo y los riesgos que podría acarrearle a su propio país. No fue gratuito que calificara de “american peronist” a la senadora demócrata y candidata a alcalde en Nueva York, Zohran Kwame Mamdani. “Primero, Trump nos hizo pagar precios más altos por el café y la carne para apoyar a un golpista convicto en Brasil [por Jair Bolsonaro]. Ahora quiere que los contribuyentes estadounidenses rescaten a su amigo Milei en la Argentina”, había criticado Mamdani en redes sociales. En un largo mensaje, también por X, el hombre que cuenta los dólares cara chica y cara grande, al definirla como “american peronist” le vaticinó: “Si (usted) llega a la alcaldía de la ciudad de Nueva York, estoy seguro de que pedirá un rescate financiero cuando lleve a la ciudad a la quiebra”.
Ni Milei ni Kicillof se sumaron a ese entrecruce de reproches. El trabajo está hecho: ya en Estados Unidos se pelean por definir cuál es el peronista de turno. Milei fue a pedirle dinero a Trump y a hablar en la ONU. Kicillof fue al corazón del capitalismo a homenajear a uno de sus grandes detractores, José “Pepe” Mujica. Y, para cerrar el periplo, seguro que ambos aprovecharon el tour para conseguir a precios rebajados las camperas inflables con las que hacen campaña en el conurbano.