Gloria Estefan: el secreto de su matrimonio de 46 años, la carrera que iba a estudiar en París y su “mediumnidad”

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En Buenos Aires hace frío. No hace falta más que mirar alrededor para decretar que por lo menos la mitad de la población está engripada. Gloria Estefan puede notarlo apenas la saludan del otro lado de la pantalla para hacerle una entrevista. “Para el resfrío hacemos un té, de mis raíces, que tiene cebolla, la cáscara de manzana, limón. Después te paso la receta, es un té que abre los pulmones”. Su acento y su energía arrolladora salpican sin permiso y pintan de swing caribeño la conversación. De pronto, el invierno parece un poco más lejano.

La familia de Gloria emigró de Cuba hacia Miami en el año de 1959, huyendo del régimen de Fidel Castro, cuando la cantante tenía solo dos años. Fue su mamá quien le impregnó lo festivo y la pasión por la música. “Cuando yo era niña, ella me cantaba canciones de cuna para dormirme. Así es como empezó todo”. Estefan obtuvo la ciudadanía norteamericana en 1974, cuando tenía 17 años (bajo el nombre de Gloria Fajardo García).

Raíces está conformado por 18 temas, de los cuales 14 son versiones nuevas de clásicos ya transitados por Gloria Estefan

Recientemente, en el marco del lanzamiento de su álbum Raíces, Estefan contó una desgarradora anécdota en la que, debido a las renovadas políticas antimigración de Donald Trump, fue testigo de cómo separaron a una mujer de su bebé. Sin dudas, su nuevo disco invitó a la estrella de la música latina a resignificar su ascendencia cubano-norteamericana.

En una conversación a corazón abierto con LA NACION, la música radicada hace más de 60 años en los Estados Unidos confió recuerdos de su infancia, el secreto para mantener viva su historia de amor con Emilio Estefan (con quien se casó hace 46 años) y el impulso que la llevó a ser artista.

—¿Cómo hacés para seguir manteniendo tu música fresca y relevante a lo largo de los años?

—Tengo que darle muchas gracias a Emilio por este disco porque llevo tres años trabajando con mi hija en un musical basado en la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateuran de Paraguay, que va a salir primero en Atlanta y después en Broadway. Estaba muy involucrada en ese proyecto con mi hija y no estaba pensando en componer ni en lanzar un disco. Sin embargo, Emilio vino con una canción, me la tarareó, me la cantó y dijo: “Escribí esta canción hoy. Sé que estoy haciendo discos para varios artistas, pero esta canción es tuya, nadie que no seas tú puede cantar esto, tienes que ser tú.” A mí se me aguaron los ojos cuando la escuché. Le dije: “Me gusta muchísimo, pero no puedo desviarme de este proyecto”. “¿Tú confías en mí?”, “Claro”, le dije. “¿Tú me dejas escribir el disco?”, me insistió. “Absolutamente, dale”, le contesté. Y con ese permiso ya empezó a mostrarme todos los días canciones espectaculares. Tenía una canción que le había escrito a mi nieto en inglés [“My Beautiful Boy (Para Sasha)”]y le dije: “Emilio, quiero incluirla en este disco, voy a hacerla en español también.” Esa es la única que escribí completa. Después hice algunos arreglos para “La vecina (No sé na’)”. ¡Me gustó tanto esa canción! ¡Es tan cómica! Emilio la escribió basada en su tía de noventa y pico de años que vive en unos apartamentos y se sabe la vida de todo el mundo.

—¿Hay alguna imagen, algún olor, algún sonido que te conecte directamente con tus raíces?

—Absolutamente y eso se deja ver en la canción “Raíces”. Por eso dirigí tanto ese videoclip como el de “La vecina”. Use I.A [inteligencia artificial] para convertir en video la foto de mis padres en Cuba. Usé muchas imágenes de mi familia a través de los años. El sonido de Raíces es el de las primeras canciones que yo le canté a mi madre y a mi abuela, a capela, cuando era una niñita de 2 años. Yo les cantaba canciones de Cuba de antaño. Mi abuela me mostró los discos de Cachao, de Orquesta Aragón, de Celia Cruz y eso fue lo primero que canté, entonces me siento muy a gusto cantando en el idioma de mi corazón, el español, mi primer idioma. No aprendí inglés hasta que entré a la escuela en Texas a los 6 años. Mi madre siempre hizo hincapié en que teníamos que saber sobre nuestra cultura, nuestra música, nuestra comida. La canción de Sasha la hice como una canción de Cuba de cuna viejísima que se llama “Negrita”, un ritmo africano. Todo eso para mí fue volver a mis raíces musicales y también a mi familia.

—Hay algo de la herencia temprana, de la infancia en el disco. ¿Te da nostalgia? ¿Qué te genera?

—Los recuerdos de mi infancia tienen que ver con las mujeres que me cuidaron. Éramos como una comuna de mujeres, porque los hombres estaban en Cuba presos con lo de Bahía de Cochinos [un intento fallido de derrocar al gobierno de Fidel Castro en Cuba, liderado por exiliados cubanos apoyados por la CIA norteamericana, en abril de 1961]. Mi mamá me ponía a cantarle a las mujeres y a recitarle “Los zapaticos de rosa” [poema de José Martí]. La música es mi alma: canto desde que hablo. Me salvó la vida en muchas ocasiones. La música de otras personas me ayudó a desahogarme, a hacer catarsis. Eso sigue muy vivo en mí. No me imagino una vida sin música. Siento mucho agradecimiento porque he logrado vivir la vida de una forma muy linda y tengo el privilegio de contar con el oído de un montón de personas a lo largo del mundo. Por eso pensé este disco como una forma de recordarle a las personas la importancia del amor, de la familia, de nuestra cultura, de las cosas que nos hacen quiénes somos. Quiero celebrar eso a través de la música.

—Emilio y vos llevan 46 años de casados y se los ve siempre muy enamorados. ¿Cuál es su secreto?

—¡Se ha pasado rapidísimo! Porque él y yo siempre estamos mirando hacia adelante. Somos muy distintos a nivel personalidad, pero en las cosas que realmente valen en la vida, estamos en la misma página. Entonces, no hay mucha ocasión para tener argumentos ni diferencias de opinión. En la música, en la política y en el negocio, somos él y yo contra el mundo. A veces, especialmente en el negocio, él y yo tenemos que ser muy firmes con lo que queremos hacer y tenemos que pelear con la gente que trabaja con nosotros porque no quieren arriesgar. Nosotros siempre estamos seguros de lo que queremos. Somos un team en todo momento. Cuando él ha tenido que tomar las riendas, como cuidar a mi hijo cuando yo estaba en el escenario, siempre pudimos encontrar el balance. Hacemos lo que hay que hacer, nos apoyamos el uno al otro, él es muy cómico, me hace reír todos los días.

En 'Raíces', Gloria Estefan hace honor a sus orígenes latinoamericanos

—¿En qué te hace renegar?

—Es que él es super ordenado. Yo soy quien tengo que mantener las cosas más organizadas para que él esté tranquilo y feliz, porque ahora hasta le ha dado que no quiere basura en el basurero. Me da risa porque si de noche boto un papel en el basurero y de pronto cuando vuelvo a ver, desapareció. Y es que él sacó el papel afuera de la casa para botarlo enseguida. Así que imagínate. ¡Es tan organizado! En ese aspecto yo no soy tan así. Hay tantas cosas que me envían, que no sé dónde guardarlas y las escondo para que él no las vea, para no molestarlo (risas) ¡Nos llevamos super bien!

Gloria y Emilio Estefan, en la ceremonia de los Premios Billboard de la Música Latina, en 1999

—En el disco hablás de destino ¿Creés que tu camino ya estaba escrito?

—De verdad creo que todo fue mi destino. Por ejemplo, con Emilio: yo no pensaba casarme, para nada. Me pasé mi adolescencia cuidando a mi padre, no tuve vida social. Ya cuando mi papá tuvo que ir al hospital, que yo tenía 18, casi 19, estaba por entrar en la Universidad de Miami. Me habían aceptado en la Sorbonne de París. En un principio quería estudiar psicología y comunicaciones, pero luego decidí estudiar Ley internacional. Pero imagínate, conocí a Emilio, me enamoré, y ¡la banda iba super bien! [Miami Sound Machine]. Mi abuela me decía: “Si tú no compartes el don que tú tienes, no vas a ser feliz. Espero que tú estés consciente de eso y te des cuenta porque va a llegar a tus manos, aunque tú no lo busques. Espero que seas inteligente y lo aceptes”. Así fue que mi destino llegó con la banda de Emilio.

—Describís a las mujeres de tu familia como sabias y fuertes…

—Mi madre y mi abuela todo lo hacían. Mi abuela era muy espiritual. Ella tenía mediumnidad y me dijo: “Tú tienes mediumnidad, no lo desarrolles porque no vas a ser feliz, pero escuchá siempre tu voz interior, porque eso es muy importante». Cuando Emilio me invitó a entrar al grupo, ella me dijo: “Ves, ahí lo tienes, no le hagas caso a tu madre”. ¡Porque mi mamá no quería!

—¿Vos alguna vez sentiste que podías ser médium?

—Muchas veces en mi vida. He tenido muchos mensajes que se convirtieron en una verdad. Por ejemplo, yo estaba en el octavo grado y el que me llevaba a la escuela se llamaba Emilio. Un día me preguntó: “¿Te importa si paro en mi casa que tengo que dejar algo?” Digo, “No, okay”. Mientras lo espero, me acuerdo de estar sentada y ver a un muchacho arando la tierra, plantando algo. Y le pregunté, “Emilio, ¿quién es ese?” “Ese es mi hijo Emilito”, me respondió. Y en mi mente en ese instante me vino algo a la cabeza, pensé: “Yo me casaría con alguien llamado Emilito”. Así, pero sin razón, porque yo tenía 13 años. También tenía un sueño constante que se me repetía: yo oía una música y estaba vestida de negro y hacía un movimiento con mi brazo. No entendía ese sueño que se me repetía y no tenía nada de ropa negra a esa edad. Cuando entré al grupo de música, la mamá de Emilio al cabo de 8 meses, nos hizo un uniforme que era un jumpsuit negro. Una noche estábamos terminando un show en una fiesta y mientras guardaba los cables y los limpiaba, oigo la música que estaba tocando el DJ y me doy cuenta que era la música que estaba en mi sueño. De pronto, yo estaba ahí, miro mi ropa y, claro, era la misma ropa negra del sueño. Oh, my God. También siempre supe que íbamos a tener éxito fuera de los Estados Unidos primero. En ese momento tocábamos en bodas y yo decía: “No sé cómo ni cuándo ni pero siento que eso va a pasar.” Y así pasó. Esas cosas. Todos tenemos ese poder, by the way, acá en el solar plexus. Los americanos le llaman gut instinct. A veces los cinco sentidos nos pueden cegar de cierta forma. Tenemos mucha información que nos viene directo aquí [señala el plexo solar]. Hay que escucharla. Emilio y yo en eso somos igual. Si tenemos un sentir de algo, siempre vamos a hacerle caso, eso antes de cualquier análisis.

—¿Tenés pensado venir a la Argentina?

—Mirá que yo he experimentado público de todo el mundo, pero el público argentino para mí fue el más apasionado. Ahí he hecho los shows más largos porque no me dejaban ir. Adoro Argentina, de hecho “El día que me quieras” fue nuestra canción de bodas con Emilio. Tuve el privilegio de poder hacerla en inglés. Es un público que tengo que volver a visitar y aunque no pienso en hacer una gira mundial como hacía antes, porque no me quiero ir tanto tiempo y dejar al nieto, sí estoy pensando en ir. Me gustaría ir a Latinoamérica con este disco en español y hacer algunos shows allá.

—¿Hay algún artista argentino que te gustaría destacar?

—Me encanta Nathy Peluso. La conocí en persona en los Grammy anteriores y cuando la escuché dije: “Dios mío, estos arreglos tienen el sabor del alma caribeña». Ella me dijo que era fan mía y para mí fue algo tan impresionante. Fue muy lindo, de verdad y le deseo todo lo mejor. Hay artistas increíbles argentinos, ojalá que pueda ir para allá o que pueda colaborar con alguno pronto.

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